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EL ATENTADO CONTRA DONALD TRUMP: ¿UNA ARRAIGADA “TRADICIÓN” EN LOS EE.UU.?

 

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Lunes, 15 de Julio de 2024Tiempo de lectura: 8 min

EL ATENTADO CONTRA DONALD TRUMP: ¿UNA ARRAIGADA “TRADICIÓN” EN LOS EE.UU.?

" La violencia no es un accidente en la historia de EEUU, sino una característica estructural de su desarrollo capitalista"

  El atentado contra Donald Trump del pasado sábado, cuando ofrecía un mitin en Butler (Pensilvania), ha sacudido una vez más a Estados Unidos. Las reacciones no se hicieron esperar: "Este tipo de violencia no debería tener cabida en nuestra sociedad", declararon apresuradamente los líderes políticos y figuras públicas de diversos ámbitos.   Sin embargo -afirma nuestro colaborador Cristóbal García Vera - la historia de los Estados Unidos sugiere justamente lo contrario (...).

Por CRISTÓBAL GARCÍA VERA PARA CANARIAS SEMANAL.ORG.-

 

 

    El atentado contra Donald Trump del pasado sábado, cuando ofrecía un mitin en Butler (Pensilvania), ha sacudido una vez más a Estados Unidos. Las reacciones no se hicieron esperar: "Este tipo de violencia no debería tener cabida en nuestra sociedad", declararon apresuradamente los líderes políticos y figuras públicas de diversos ámbitos.

 

    Sin embargo, la historia de Estados Unidos sugiere justamente lo contrario. Los atentados contra presidentes y altos mandatarios han sido una constante en el devenir de este país, hasta tal punto que algún analista malintencionado podría llegar a afirmar que atentar contra los presidentes podría considerarse una suerte de macabra “tradición” en la potencia norteamericana.

 

    A continuación, detallamos los atentados más significativos, tanto los que concluyeron con magnicidios como los que no, seguidos de un análisis sobre las posibles causas de esta violencia política.

 

PRESIDENTES ASESINADOS:

 

    Abraham Lincoln - Asesinado el 14 de abril de 1865 por John Wilkes Booth, un actor y simpatizante confederado, mientras asistía a una obra de teatro en el Teatro Ford en Washington, D.C.

 

    James A. Garfield - Asesinado el 2 de julio de 1881 por Charles J. Guiteau, un perturbado que se consideraba partidario de Garfield, en la Estación de Ferrocarril de Baltimore y Potomac en Washington, D.C. Garfield falleció el 19 de septiembre de 1881 debido a las heridas.


   William McKinley - Asesinado el 6 de septiembre de 1901 por Leon Czolgosz, un anarquista, durante una visita al Templo de la Música en Buffalo, Nueva York. McKinley murió el 14 de septiembre de 1901 por las heridas.
 

  John F. Kennedy - Asesinado el 22 de noviembre de 1963 por Lee Harvey Oswald, un exmarine estadounidense, en Dallas, Texas, mientras viajaba en un automóvil descapotable.

 

 

PRESIDENTES QUE SOBREVIVIERON A LOS ATENTADOS

 

    Andrew Jackson - El 30 de enero de 1835, Richard Lawrence intentó dispararle fuera del Capitolio de los Estados Unidos, pero falló.


    Theodore Roosevelt - El 14 de octubre de 1912, John Flammang Schrank le disparó en Milwaukee, Wisconsin, pero Roosevelt sobrevivió gracias a un discurso guardado en su bolsillo, que ralentizó la bala.


    Franklin D. Roosevelt - El 15 de febrero de 1933, Giuseppe Zangara intentó asesinarlo en Miami, Florida, pero falló y mató al alcalde de Chicago, Anton Cermak.


    Harry S. Truman - El 1 de noviembre de 1950, dos nacionalistas puertorriqueños intentaron asesinarlo en la Blair House en Washington, D.C., pero fallaron.


    Gerald Ford - El 5 de septiembre de 1975, Lynette "Squeaky" Fromme, una seguidora de Charles Manson, intentó dispararle en Sacramento, California, pero falló. Menos de tres semanas después, el 22 de septiembre de 1975, Sara Jane Moore intentó dispararle en San Francisco, pero también falló.


    Ronald Reagan - El 30 de marzo de 1981, John Hinckley Jr. intentó asesinarlo en Washington, D.C., pero Reagan pudo sobrevivir a las heridas de bala.

 

 

La violencia como elemento constituyente de la conformación de los Estados Unidos

 

     Desde su nacimiento, Estados Unidos ha estado marcado por la violencia. Este patrón se observa desde la Revolución Americana, pasando por la Guerra Civil, hasta la lucha por los derechos civiles de la población negra, descendiente de los esclavos llevados al país desde África e históricamente segregada y discriminada.

 

   La violencia ha sido un medio recurrente para resolver conflictos políticos y sociales en los Estados Unidos. Esta característica histórica y cultural podría ofrecer una explicación parcial del fenómeno de los atentados contra presidentes.

 

      El historiador Howard Zinn, en su obra "La otra historia de los Estados Unidos", ofrece una visión crítica sobre cómo estas dinámicas moldearon la historia del país y la mentalidad de sus habitantes.

 

       El proceso de colonización de América del Norte estuvo marcado por la expropiación violenta de las tierras de los pueblos indígenas. Según Zinn, esta expansión fue impulsada por la lógica capitalista de acumulación de tierras y recursos. Los colonos europeos, respaldados por el Estado, utilizaron la fuerza para desplazar y exterminar a las poblaciones nativas, lo que permitió la expansión del territorio destinado a la agricultura y otras formas de explotación económica.

 

      La posterior construcción mítica de la "conquista del Oeste", elaborada y exportada a todo el mundo a través de la industria de Hollywood, se convirtió también en una exaltación del prototipo de aventurero y emprendedor, "hecho a sí mismo",  capaz de imponerse y prosperar si era necesario mediante el uso de la violencia.

       

      Aún hoy, estadounidenses de los más diversos signos políticos identifican el "espíritu de su nación" con este ímpetu conquistador de los colonos y de un ejército incipiente que hubo de cometer un genocidio contra los pueblos originarios para instalarse en las que habían sido sus tierras.  

 

    La guerra entre Estados Unidos y México (1846-1848) es otro ejemplo de esta expansión violenta. Estados Unidos, en su afán expansionista y bajo la doctrina del "Destino Manifiesto", anexó vastos territorios mexicanos (California, Nuevo México, Arizona, Texas, Nevada, Utah y partes de Colorado y Wyoming). Zinn argumenta que esta guerra fue impulsada por los intereses económicos y territoriales de la clase dominante estadounidense, que buscaba expandir su influencia y recursos.

 

 

    Violencia interna y control de clase: Capitalismo salvaje y conflicto laboral

 

     Durante el siglo XIX y principios del XX, la rápida industrialización y el capitalismo desregulado provocaron intensos conflictos laborales y por el control de la tierras.

 

     Terratenientes inmortalizados por el cine como Chisum, poderoso ganadero y empresario del Viejo Oeste, contaban con sus propias cuadrillas de hombres armados "gunmen"- para imponerse tanto a sus rivales como a los pequeños propietarios que pudieran entrar en conflicto con sus intereses.

 

     La expansión del ferrocarril transcontinental estuvo igualmente marcada por los conflictos y la violencia. La construcción del ferrocarril atravesó tierras habitadas por diversas tribus indígenas. El gobierno estadounidense, en connivencia con las empresas ferroviarias, desplazó a  estas tribus mediante recurriendo a la intimidación y la fuerza militar.

 

    Muchos  colonos propietarios de tierras se vieron igualmente afectados por el trazado del ferrocarril. Las compañías ferroviarias a menudo recurrieron a parecidas prácticas intimidatorias, incluyendo la compra forzada a precios ridículos o la manipulación de las leyes para permitir al gobierno expropiar tierras por el "bien público".

 

   Los magnates industriales, por su parte, también utilizaron la violencia más cruda para reprimir a los trabajadores que demandaban mejores condiciones laborales. Las huelgas y protestas eran a menudo sofocadas por fuerzas armadas privadas y estatales, resultando en masacres como la de Haymarket (1886) y la de Ludlow (1914).

 

    El siglo XX vio la continuación de la violencia política en el contexto del movimiento por los derechos civiles. Activistas como Martin Luther King Jr. y Malcolm X fueron asesinados por su desafío al statu quo racista y capitalista. Estos asesinatos y la represión violenta de las protestas reflejaron la resistencia del sistema a  cambios que podía amenazar los privilegios de la clase dominante.

 

    La violencia, en suma, ha sido una herramienta constante para mantener y expandir el poder de las clases hegemónicas de los Estados Unidos, expropiar tierras, suprimir movimientos de resistencia y controlar a la clase trabajadora y ha dado lugar a otro tipo de violencia reactiva, a menudo caótica y ejercida entre miembros de las propias clases populares.

 

   En su obra, Howard Zinn ilumina estos aspectos mostrando cómo la violencia no es un accidente en la historia estadounidense, sino una característica estructural de su desarrollo capitalista.

 

Violencia política y asesinatos

 

    En este contexto de conflicto de clases, la violencia política también se ha manifestado en intentos de asesinato y asesinatos de figuras prominentes. Los intentos de asesinato contra presidentes, cuando han sido cometidos por personajes aislados, (*) podrían interpretarse como una expresión de la desesperación y la alienación de aquellos que se sienten excluidos del sistema o damnificados por los grupos de poder y, al mismo tiempo, están marcados por una mentalidad individualista, donde prima el recurso de “tomarse la justicia por mano propia” actuando contra otros individuos, identificados como la expresión del “enemigo”, antes que recurrir a la organización colectiva, reprimida con especial crudeza y criminalizada a lo largo de toda la Historia de Estados Unidos.

 

    La tendencia a los magnicidios o  intentos de magnicidio en Estados Unidos puede interpretarse, pues como una expresión más de la propia historia violenta del país, sus tensiones sociales y económicas, y una cultura de las armas que ha pervivido hasta la actualidad.  Obviamente, no todos los atentados pueden ser explicados únicamente atendiendo a estos factores. Cada caso posee sus propias circunstancias y motivaciones únicas. Sin embargo, la prevalencia de la violencia política en la historia de Estados Unidos sugiere que estos elementos sí juegan un papel significativo en su carácter recurrente. 

 

(*) Esta hipótesis no excluye tampoco, por supuesto, la posibilidad de conspiraciones de diverso tipo tras algunos atentados, tal y como han defendido diversos investigadores en casos como el asesinato de John F. Kennedy.

 

Referencias: 

Zinn, Howard. "La otra historia de los Estados Unidos".

"US Presidential Assassinations and Assassination Attempts" - ThoughtCo.

"Assassination Attempts on US Presidents" - WorldAtlas

"Presidential Assassination" - FindLaw.

"Digital History" - University of Houston.

 
 
 

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