La eficacia del modelo exportador del triángulo norte de Centroamérica
Lamentablemente para los países, además del pago de salarios muy bajos, la oferta de trabajo generada en la producción de estos cultivos es muy limitada; también, el deterioro medio ambiental causado impidió para muchos campesinos seguir explotando sus pequeñas parcelas para vivir.
A partir de los ochenta, los países del triángulo norte de Centroamérica descansaron su política económica en la promoción de un modelo exportador, que orientó su capacidad productiva hacia los bienes y servicios que mejor se hacen, para ubicarlos en los mercados internacionales, y así, obtener los recursos para comprar las mercancías que no se producen. Como parte de un modelo liberal, que prácticamente terminó con la protección industrial, el propósito era simple: aprovechar la eficiencia de la región para promover bienestar.
En la primera etapa del proceso, los países se orientaron a la producción de mercancías de extracción directa, en donde abundaron las de origen agrícola, ganadero o minero, que utilizan extensivamente los recursos naturales, y cuya producción, aprovechando mano de obra barata y extensos territorios cultivables, resultaba más barata que otras regiones. Así, proliferaron cultivos dentro de los que destacaron: el café, el azúcar, el cardamomo, el algodón, la piña, los melones, entre otros; pero también se inició con la extracción de minerales. La utilización de los recursos naturales quedó a disposición de los productores, y especialmente en países con pobres regulaciones, estos abusaron de su gratuidad y dañaron las condiciones ambientales.
En la segunda etapa del proceso, se impulsó el modelo de zonas francas y de actividad exportadora y de maquila, a partir de la producción de textiles con destino para los países desarrollados, especialmente Estados Unidos de América, y cuya promoción descansó en la aplicación de regímenes especiales de tributación, la preservación de salarios por debajo del mercado, créditos a bajas tasas de interés e inicialmente tipos de cambio flexibles para lograr cierta competitividad internacional -estrategia abandonada con la dolarización en El Salvador y el inflation targeting en Guatemala y Honduras-
El gasto tributario derivado de estos regímenes se convirtió en un drenaje importante de recursos fiscales, que lamentablemente no se justificaban a partir de los beneficios causados a la sociedad. Recientemente Honduras, que se encuentra a la vanguardia en el triángulo norte, inició con la evaluación de estos regímenes y determinó, como ya se ha evidenciado en otros lugares, que el costo de los tratamientos especiales es mayor al beneficio social causado. En Guatemala, los grupos empresariales fueron más agresivos y como muestra de un buen corporativismo, lograron que las leyes se reformaran a su favor, ya no con el sentido de “Promover las Exportaciones”, sino de privilegios para la “Protección del Empleo”, dando a entender que, si no se conservan las exenciones tributarias, ellos no podrán seguir manteniendo las plazas de trabajo. Las últimas informaciones establecen que los costos fiscales que implican los incentivos tributarios a la inversión representan drenajes de recursos del orden de 1.2% del PIB para El Salvador (2017); 1.1% para Guatemala (2021), y 2.4% para Honduras (2021).
Ahora bien, el problema real con el modelo exportador del triángulo norte va mucho más allá del deterioro ambiental causado por el mal uso de los recursos naturales y del costo fiscal. El problema se fundamenta en que realmente ha contribuido muy poco en mejorar el bienestar, y sobre todo porque no ha permitido aumentar el nivel de empleo, lo que ha provocado que miles de centroamericanos tengan que buscar otros países para mejorar su vida o trabajar en la informalidad económica.
Durante los últimos 40 años (1981-2021) la tasa de crecimiento del PIB per cápita de los países del triángulo norte, ha sido verdaderamente limitada, dado a que, en promedio, El Salvador registró 1.1%, Guatemala, 0.6% y Honduras 0.9%, lo que, establece que la adopción del modelo exportador no ha creado suficientes condiciones para mejorar el bienestar. Por supuesto que, a este elemento importante, deben adicionarse los altos niveles de pobreza, en donde destacan Guatemala y Honduras, ambos con cerca del 60.0% de la población con limitaciones para atender sus necesidades.
También, el modelo no ha sido capaz de generar suficientes empleos, dado a que no descansa en condiciones de competitividad sistémica, y que ha sido perjudicado también con la falta de un gasto público suficiente y altos niveles de corrupción. Así, los niveles de informalidad en los tres países son significativos, alcanzando, de acuerdo a la OIT (2022), 69.1% de la PEA para El Salvador (2019), 79.0% para Guatemala (2019) y 82.6% para Honduras (2017).
Lo paradójico es que la expulsión de habitantes sin oportunidades de desarrollo, ha producido el envío de un enorme flujo de remesas de centroamericanos que viven en Estados Unidos y Europa hacia sus países de origen, y que ha terminado siendo utilizado por algunas autoridades como una muestra del bienestar y la estabilidad económica. Nada que ver… Son una muestra clara del fracaso de las políticas públicas, y entre ellas, de la adopción de un modelo exportador sin elementos de competitividad sistemática.
Los datos muestran que mientras la relación remesas/PIB crece sostenidamente en los países del triángulo norte, la importancia de las exportaciones se estancó. Así, en El Salvador en el período 2016-2021, las remesas pasaron de representar el 18.8% del PIB en 2016 al 26.2% en 2021, mientras que las exportaciones se estancaron en 23.0% del PIB; en Guatemala, las remesas aumentaron desde el 10.7% en 2016 hasta el 17.8% en 2021, mientras las exportaciones se mantienen en 15.0%, y en Honduras, las remesas subieron del 18.2% del PIB en 2016 hasta el 26.2% en 2021, mientras que las exportaciones se quedaron en 36.0%.
Triángulo Norte de Centroamérica: comportamiento de las relaciones remesas / PIB y exportaciones / PIB. Período 2016-2021
Fuente: Elaboración propia con base a datos oficiales
La importancia de las remesas en estos tres países es tan grande que, de no existir, los tres enfrentarían inmensos déficits en cuenta corriente de Balanza de Pagos, que haría insostenible el mantenimiento de su estabilidad fiscal, monetaria y financiera. Para 2021, la ausencia de las remesas empujaría el déficit de cuenta corriente de El Salvador al 31.2% del PIB, 15.3% para Guatemala y 30.5% para Honduras.
El modelo económico de los tres países de la región y especialmente la apuesta hacia el modelo exportador, no ha resuelto los problemas más importantes y no ha sido un importante motor en la creación de bienestar, por lo que, es pertinente de las autoridades realicen una revisión profunda de su política económica, a fin de establecer un modelo general de inversión y de desarrollo que realmente produzca bienestar, competitividad sistémica y mucho empleo para los centroamericanos.
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