Pendejismo crónico: reflexión sobre la estupidez desde la psicología y la costumbre popular (parte I de 3)
Este artículo lo escribo con intenciones serias de revisar la estupidez desde un punto de vista un tanto más centrado, al incluir investigación científica al respecto…
Luis Cuauhtémoc Treviño* / A los 4 Vientos
Sin embargo, ya que estamos, siempre es bueno un poco de humor en el asunto. Más bien, un poco de descontextualización y subjetividad, para no dejar de lado la cavilación a cambio de los números. Me parece triste tener que aclarar esto desde el principio porque me mato a mí mismo la oportunidad de empezar con una muy buena cita al respecto, pero estamos en la época de los ofendidos. Así, los que no se quieran ofender o molestar, y que vienen con banderas de moral, se van, y nos quedamos los menos ofendidos. Todos ganan. Además, aún con datos empíricos respaldándome, nunca debe asomarse más la pedantería académica; esto no es un artículo académico. Por lo mismo, reitero: aunque con propósito reflexivo, no pretendo adoctrinar a nadie.
Confío en que el tema elegido justifique el desarrollo del escrito y la manera en que es presentado para llegar a su objetivo, por lo que no utilizaré ningún eufemismo (excepto en parte del título, para cumplir con mi aporte de académico pedante del día), ya que considero que aquello sería más un insulto hacia la inteligencia del lector que un favor a su moral; es decir, el contexto bajo el cual se rige la semántica de las expresiones utilizadas me harían ver mal si las corto que mejor si no las uso. En esta primera parte discutiremos el significado y las implicaciones del término.
[…] Y tenía derecho a hablar de esto porque estuvo casada con un coronel que era realmente un hombre valiente: solamente le tenía miedo a los pendejos. Un día le pregunté por qué y me dijo ‘porque son muchos’; no hay forma de cubrir semejante frente. ¡Y por temprano que te levantes, a donde vayas, ya estás lleno de pendejos! ¡Y son peligrosos porque al ser mayoría elijen hasta al presidente! Y los hay de toda categoría…” (Cabral, 1996).[1]https://www.youtube.com/watch?v=gpyqeBT4Huc
Mucho se ha hablado sobre el pendejo en México. Se han compuesto desde canciones hasta ensayos, que han tenido variados propósitos, desde reflexivos hasta cómicos y satíricos.[2] Y, sin embargo, quiero arrojar otra interpretación sobre el tema. He de mostrar ejemplos de casos tan increíbles que parecerían sacados de una fábula, y, también, exponer (con todo y los eufemismos académicos que acarrean) lo discreto de ciertos documentos en psicología que básicamente se dedican a estudiar la pendejez.
Deberíamos empezar por establecer un acuerdo por el significado de la palabra. El mexicano tiene la naturaleza de establecer adjetivos tan abiertos y ambiguos (lingüísticamente hablando), y nombres, a las cosas, que en realidad terminan siendo inespecíficos en el significado mismo de sí mismos, y sin embargo tan específicos en el significado de sus intenciones… No es lo mismo decir que alguien está cabrón a que uno es un cabrón, por ejemplo. Y, aun así, el significado sigue dependiendo del contexto. Qué tal que esto último lo decimos después de que un amigo se aventó un golazo, y qué tal después de que el mismo amigo no haya cooperado con dinero para pagar las cervezas y aun así se chingue una.
Un cabrón es el macho de la cabra[3]; un pendejo puede ser un muérdago, un vello púbico o una especie de calabaza[4]; madre es una mujer que cría hijos; un pedo es una flatulencia… Pero, claro, esto es sólo una pequeña demostración, no deberíamos pasar por alto la capacidad que tenemos para fabricar albures hasta con las cosas menos relacionables: “No sacudas la cuna, que despiertas al niño”. A más de uno le tomará más que sólo un momento para comprenderle.
Podremos tener muchos significados para un solo símbolo, y maneras y contextos específicos para la aplicación de esos significados.
Nuestro vocabulario puede ser sugerente más de lo que es afirmativo y podremos ser burlones todo el tiempo. Pero, de todas formas, siempre existe una constante: un pendejo siempre es un pendejo, y un hijo de la chingada es siempre un hijo de su puta madre. No creo que aquí apliquen tonos medios ni grises, ¿o sí? Claro, a menos que termine retorciéndose el contexto y se amolde con calzador un nuevo significado, como dentro de una pareja de amantes nada convencional, por ejemplo. Incluso alguien puede ser un hijo de la chingada luego de haber realizado una proeza totalmente increíble, y aun así seguiría siendo una especie de cumplido. Otro ejemplo más extraño: cuando yo era más pequeño tuve un amigo cuyo padrastro era argentino, y su frase cariñosa para mi amigo era “mi pendejito de mierda”. Supongo que nunca nos detenemos a reflexionar debidamente sobre las diversas ramificaciones para el ejercicio del lenguaje y sus modismos…
¿Qué significa ser un pendejo? Bueno, otras definiciones de la Real Academia española (RAE) lo señalan de la siguiente manera:
- adj. coloq. Tonto, estúpido. U. t. c. s.
- adj. coloq. Cobarde, pusilánime. U. t. c. s.
- adj. coloq. De vida irregular y desordenada. U. t. c. s.
Son interesantes implicaciones para el uso de la palabra. Repasémoslos:
Un pendejo es un pendejo si no sabe algo o cómo hacer algo. También lo es si su miedo le impide realizar acciones lógicas o le hace cometer actos ilógicos; por ejemplo, si alguien huye, abandonando a sus amigos, en medio de un asalto para salvarse sin hacer nada al respecto, entonces sería un cobarde y pusilánime, pero le dirían que es un cabrón y no un pendejo.
Y luego está la aproximación más interesante: “de vida irregular y desordenada”. ¿Qué significa exactamente? Un ejemplo típico es la procrastinación: una vida irregular. Incluso el mejor dentista de la ciudad, con varios reconocimientos y una trayectoria impecable, puede ser un pendejo si al abrir su consultorio no puede ejercer bien su labor por perder archivos importantes sobre sus pacientes: desorganizado.
Bien es cierto que quien no es particularmente un pendejo puede cometer una pendejada de vez en cuando, pero las magnitudes de las mismas cuentan tanto que pude pasarse de no ser uno a serlo completamente y terminar marcado de por vida. Así es como nace un pendejo de referencia.
Son este tipo de implicaciones las que hacen surgir diferentes tipos de categorías, y para éstas Facundo Cabral y Hermenegildo L. Torres tienen unas muy interesantes.
Facundo y sus clasificaciones[5]:
- El informático: un pendejo computado.
- El burócrata: que es oficialmente pendejo.
- El optimista: que cree que no es pendejo.
- El pesimista: que cree que él es el único pendejo.
- El esférico: que es pendejo por todos lados.
- El fosforescente: porque hasta de noche se ve que por allá viene un pendejo.
- El de referencias: “¿Dónde está Alberto? Al lado del pendejo de gris”.
- El consciente: que sabe que es pendejo.
- El de sangre azul: que es hijo y nieto de pendejos.
- El demagogo: que cree que el pueblo es pendejo.
Algunas de las clasificaciones de Hermenegildo[6]:
- El previsor: aquél que no deja para mañana las pendejadas que puede hacer hoy
- El original: Es aquél que logra ponerle a sus pendejadas su sello personal. Es frecuente decir: …Esta pendejada sólo pudo haberla hecho fulano de tal.
- El arbitrario: Es aquél que todas las pendejadas se las adjudica a los demás, sin tomar la parte que le corresponde.
- El dinámico: Es ese que se desplaza rápidamente para cometer toda clase de pendejadas.
Y así como éstas, existen muchas más categorías, quizás incluso más de las que podamos contar, pero quizá podamos establecer categorías base sobre las que surgen las demás: la ignorancia, la incapacidad, el desentender, la pedantería y la incompetencia. Cuando no se sabe algo básico, cuando no puede hacerse o se desconoce cómo hacer algo de cajón, el no comprender algo, aunque sea muy sencillo, el ser engreído y el tratar de realizar algo y hacerlo completamente mal.
Pertenecer a una ya es bastante malo, pero caer dentro de todas es peor. Por ejemplo, puede que un supervisor de un ámbito cualquiera (educación, maquiladora, cocina…) sea un mal supervisor por no hacer bien su trabajo, lo que le haría incompetente, aunque algo tendría que hacer bien; si no sabe qué debe hacer, no puede hacerlo a pesar de saber, no comprende cómo hacer algo a pesar de saber lo que debe hacer, lo hace y le sale mal, y encima es lo suficientemente pedante como para ningunear a los que supervisa por no tener su posición (aunque todos sepan que nada le sale bien), entonces ese es el peor arquetipo de pendejo que puede haber.
Sin embargo, uno no se convierte en pendejo sólo por no saber cómo plantar un árbol o por no poder realizar cálculo diferencial. Morris, 2010[7] infiere un punto interesante al respecto. Entrevistando a David Dunning (de quien hablaremos después de forma más profunda), mientras discutían sobre la ignorancia y la incompetencia, mencionó que ya hace algunos años realizó un cortometraje sobre la criogenización, en donde tiene una entrevista con el presidente de la Alcor Life Extension Foundation. “[…]Uno de los ejecutivos de la compañía había congelado la cabeza de su madre para una futura reanimación. (Se llama un «neuro», en contraposición a una congelación de «cuerpo completo»). El fiscal afirmó que tal vez no esperaron a que muriera. En respuesta a la pregunta de un reportero, el presidente de la Alcor Life Extension Foundation dijo: ‘Sabes, no somos estúpidos’… Y luego se corrigió casi inmediatamente, ‘No somos tan estúpidos como para hacer algo así”. Básicamente decía “sí, somos idiotas, pero no tan idiotas”.
Morris pregunta entonces si es que existe un relato sociobiológico de qué fuerzas en la evolución seleccionaron para la estupidez y por qué, a lo que Dunning responde:
“Bueno, no hay manera de que podamos estar evolutivamente preparados para hacer la física y hacer nuestros impuestos al final del año. Estos son bastante nuevos en nuestra historia evolutiva. Pero resolver problemas sociales, llevarse bien con otras personas, es algo intrínseco a nuestra supervivencia como especie. Pensarías que sabríamos dónde están nuestras inhabilidades. Pero si creemos en nuestros datos, no somos necesariamente muy buenos para saber en lo que somos pésimos con otras personas.”
Retomando un poco uno de los temas que traté en mi último ensayo (Los memes: una revisión de opiniones sobre género, psicología y sociedad en el internet popular)[8], si tomamos en cuenta lo que Bruner dice acerca de que la evolución del hombre se basa en técnicas aloplásticas (recursos externos) más que a mera evolución biológica, para relacionarlo con el párrafo anterior, entonces los sistemas de ejecución de los amplificadores de las capacidades humanas de raciocinio son indispensables para la formación de pendejos. Básicamente se reduce a quien no sabe convivir en sociedad, ya sea que mantenga una posición de sometimiento o que ejerza una de dominación. Y encima de esto viene la incompetencia como rama principal para ganarse la etiqueta; por ejemplo, Peña Nieto. El pueblo lo considera un pendejo porque, aunque bien tiene una posición de liderazgo, ni sabe cómo tratar al pueblo, ni tampoco sabe cómo ser un presidente. Puede decirse entonces que un pendejo es aquel que no respeta el discurso que corresponde conforme al sostenimiento de su rol o papel que le toca. Ya sea un poderoso abusador o un igual que se infravalora a sí mismo.
¿A qué se reducen la incompetencia, ignorancia, desentendimiento, etc. sino al no poder socializar adecuadamente? Incluso aquello que se crea no puede estar ligado directamente a la habilidad social, puede terminar dirigiéndose a esta de todas formas.
Una vez vi un post en Facebook sobre una persona que compró demasiados Fidget Spinners para venderlos y terminó en bancarrota. Por supuesto, ¿cómo es posible que invirtiera todos sus ahorros en algo como eso? Me gusta pensar que la socialización siempre puede ser pasiva y activa: incluso si una de las partes no está socializando, está socializando. Es como decir que un cadáver, una persona muerta, no es capaz de comunicar, cuando, de hecho, está comunicando el hecho de estar muerto sin tener que comunicarlo por si mismo (técnicamente hablando). Es lo mismo en este caso: “A MÍ, no se me hubiera ocurrido hacer esa pendejada”. La influencia de los actos de una persona sobre otra, indirectamente. Por lo tanto, es prudente advertir que ser pendejo es peligroso, porque puede contagiarse. Y que ser uno significa no poder desenvolverse y no dejar que los demás se desenvuelvan, incluso aunque sólo pueda decirse que se es molesto y no ser un impedimento, sino un obstáculo. En resumen: ser pendejo es estorbarle al otro y a sí mismo.
En la segunda parte abordaremos el génesis de la pendejez, y por qué los pendejos no creen serlo, así como de un efecto inverso del mecanismo de pendejez, cosa que sucede con la gente inteligente, además de algunos ejemplos de casos increíbles (y documentados) de tremendos pendejos, que han hecho cosas tan impensables que parecen solo ser cuentos.
[1] Cabral Camiñas, R. (2011). Facundo Cabral. Pendejos («Lo cortés no quita lo Cabral», 1996). [online] YouTube. Available at: https://www.youtube.com/watch?v=JvSsIk-ZBoI [Accessed 15 Jul. 2017].
[2] Como los escritos de Octavio Paz en su reflexión sobre el mexicano o la canción ‘El pendejo’ de Oscar Chávez.
[3] http://dle.rae.es/srv/search?m=30&w=cabr%C3%B3n
[4] http://dle.rae.es/?id=SRWfvPH
[5] Cabral Camiñas, R. (2011). Facundo Cabral. Pendejos («Lo cortés no quita lo Cabral», 1996). [online] YouTube. Available at: https://www.youtube.com/watch?v=JvSsIk-ZBoI [Accessed 15 Jul. 2017].
[6] Torres, H. (2017). PUP© Partido único de los Pendejos. [online] Pupsocrates.org. Available at: http://www.pupsocrates.org/index.htm [Accessed 15 Jul. 2017].
[7] Morris, E. (2010). The Anosognosic’s Dilemma: Something’s Wrong but You’ll Never Know What It Is (Part 1). [online] Opinionator. Available at: https://opinionator.blogs.nytimes.com/2010/06/20/the-anosognosics-dilemma-1/ [Accessed 15 Jul. 2017].
[8] http://www.4vientos.net/2017/07/07/los-memes-una-revision-de-opiniones-sobre-genero-psicologia-y-sociedad-en-el-internet-popular/
*Luis Cuauhtémoc Treviño. Estudiante de la carrera de Artes Visuales a la par de Psicología en la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez (UACJ), ensayista y escritor. Habla francés e inglés, está cursando actualmente alemán y portugués.
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