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En memoria de Alvarito, asesinado un día como hoy,43 AÑOS

En memoria de Alvarito, asesinado un día como hoy, hace 33 años... y a la niña Laura... su madre...
Victor Manuel Duran's
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Última edición: 14 de marzo de 2021
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En memoria de Alvarito, asesinado un día como hoy, hace 33 años... y a la niña Laura... su madre...

Gerson Hernandez

2 de mayo a la(s) 15:00 ·  

  • En memoria de Alvarito, asesinado un día como hoy, hace 32 años... y a la niña Laura... su madre... EL CORAZON MÁS GRANDE (In memorian de Álvaro Hernández y la niña Laura) El corazón de una madre es el más grande del mundo, y doña Laura Rivera, no lo supo hasta que los médicos le dijeron que el suyo, se había desbordado de su pecho desde aquella mañana de mayo, cuando se encontró con el cuerpo de su hijo: tirado, ensangrentado, lacerado, inmóvil… asesinado. Corría el año de 1980, El Salvador olía a pólvora, a guinda, a panfletos, a huelgas y otras palabras “subversivas”. Los maestros llevaban ya, cuatro semanas en paro y ANDES 21 de Junio, la organización más combativa del magisterio nacional, en aquel tiempo, negociaba con el gobierno de la época, el reinicio de las labores a cambio de detener la persecución a los educadores y de otras peticiones reivindicativas. Por fin, el miércoles 30 de abril de aquel año, ANDES anunciaba que levantaba la huelga que había abarcado a todo el territorio nacional y que fue efectiva en un noventa porciento. Los maestros debían presentarse a sus labores el viernes 2 de mayo. Ese día amaneció un poco nublado, la época invernal estaba por llegar y las mañanas eran grises, con pájaros pidiendo agua y flores amaneciendo por doquier. Álvaro, maestro de profesión e hijo de doña Laura, se levantó temprano y se preparó para salir a su trabajo, en una escuela rural; después de una huelga prolongada, era necesario retomar las clases. A Doña Laura, que ya estaba levantada, le pareció conveniente pedir a su hijo que no asistiera a la escuela: “no vayas hijo, de todos modos hoy es último día. Andá hasta el lunes” le sugirió. “No”, replicó Álvaro “tengo que ir, hemos estado en huelga y hay que ir a ver como está la escuela. Además, solo es este día;” le respondió, mientras sintonizaba la YSAX, la radio del Arzobispado, buscando noticias frescas, que le reafirmaran la decisión de asistir a su trabajo. Doña Laura dio media vuelta y no dijo más. Entendió que su hijo estaba convencido que debía asistir a su trabajo, tal y como se había anunciado en los medios de comunicación durante los últimos días. Álvaro se aprestó a salir de su casa. “Ya me voy” le dijo a su madre, “vaya hijo, que Dios te acompañe” le respondió ella sin reparos. Ni una pisca de presentimientos hubo tras esa despedida final… Todo fue normal durante las primeras horas de la mañana; es más, Doña Laura se fue al mercado a hacer las compras de la casa, como era la costumbre cada viernes, en su pueblo San Sebastián. El profesor de básica salió de su casa, junto con Emiliano y Evaristo, ambos maestros y compañeros de Álvaro en la Escuela Rural Mixta “Cantón Santa Elena”. Aquí se alistaban para celebrar la víspera de la fiesta patronal de la comunidad, que se celebra cada 3 de mayo, junto al Día de la Cruz, una tradición de la cultura popular salvadoreña. Faltaban unos minutos para las ocho de la mañana del viernes 2 de mayo, Álvaro, Emiliano y Evaristo estaban a pocos metros de llegar a su escuela rural; el camino pedregoso escondía sus jóvenes voces, salpicadas de sonrisas que se entrelazaban con el canto mañanero de un diminuto “chillo”, voces que fueron cortadas por un latigazo verbal, salido del odio más profundo de aquella naciente mañana: “aquí vienen verdad hijos de puta comunistas” dijo una voz tosca de entre los matorrales. Al unísono se escuchó una ráfaga de G-3, el fusil de uso exclusivo de la represiva Guardia Nacional. Dos cuerpos cayeron al suelo de inmediato impactados por las balas asesinas, Evaristo tuvo suerte y huyó entre el monte y las zarzas de aquel camino escabroso. Los asesinos se acercaron a los cuerpos ensangrentados de Emiliano y Álvaro, quien aún con vida, miraba con grandes ojos claros, a un áspero guardia que le asechaba. El uniformado, no soportó aquella mirada acusadora del moribundo profesor. Sacó su corvo medio afilado y cortó la cabeza inofensiva a Álvaro, la que rodó unos metros y siguió viendo a su verdugo vestido de verde olivo… “las ideas no se matan” le espetó con convicción, antes de serenarse para siempre. A esta hora, 8:30 de la mañana, en el pueblo se había regado la noticia como pólvora, que habían matado a los profesores y era el tema de conversación en todos lados. A doña Laura, madre de Álvaro, la infausta noticia la agarró en pleno mercado aún, “niña Laura han matado a Alvarito” le avisaron sin piedad. En ese momento su corazón dio un salto estrepitoso, estallando entre su pecho, sus gritos se escucharon en todo el pueblo y su llanto se regó con el viento hasta convertirse en el lamento más profundo de una madre acongojada. Así como estaba, con delantal, sin zapatos, buscó la forma de llegar más rápido hasta su hijo, para intentar detener la verdad inmisericorde que le partía el pecho, el alma, la vida… “Hay Herminia me mataron a mi hijo” le dijo a mi madre, fundiéndose en el abrazo más doloroso de su vida y siguió su calvario, por aquella calle de amargura, para, como María, bajar de la cruz a su hijo crucificado por las balas asesinas. Con todo el dolor de madre, se abrió paso entre la gente que observaba aquel aterrador cuadro de la historia nuestra. Al ver el cuerpo tirado de su hijo, corrió hacia él, sin decir palabra, sin derramar lágrimas, sin llanto… ya no tenía para ese momento. Todo era un sollozo interminable, que enmudeció al viento, a los pájaros… a todos. “Hijo de mi vida cómo te han dejado” exclamó, en el grito más dolido y atormentado, que caló hasta en los huesos de los asesinos, al tiempo que apretaba contra su pecho lacerado, la cabeza ensangrentada de su amado Alvarito… Desde entonces, desde aquel aciago día de tormentos, lleno de la más grande pena en su alma, su corazón comenzó a crecer sin darse cuenta, en su pecho de madre, que no pudo soportar tanto dolor junto. Doña Laura, aunque con el tiempo recuperó parte de su vida, no pudo nunca detener el crecimiento inevitable de su corazón dolido, hasta que los médicos le confirmaron que el suyo, se había desbordado de su pecho, desde aquella aciaga mañana de mayo, en que fue traspasado por el dolor, hasta convertirse en el corazón más grande.


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esta foto fue la que pusieron para su novenario de mi querido amigo Alvaro

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