Beatriz Yarza: ‘Me impactó la solidaridad y la sed de justicia de los guerrilleros salvadoreños, en su mayor parte campesinos’
Beatriz Yarza: ‘Me impactó la solidaridad y la sed de justicia de los guerrilleros salvadoreños, en su mayor parte campesinos’

Entrevistamos a la médica vasca Beatriz Yarza, que estuvo una década integrada en la guerrilla salvadoreña del FMLN, una experiencia vital que ha recogido en el libro ‘Guerrillas para la vida’, publicada por la editorial Txalaparta.
Por Angelo Nero | 8/06/2025
«No hay fronteras en esta lucha a muerte, no podemos permanecer indiferentes frente a lo que ocurre en cualquier parte del mundo, una victoria de cualquier país sobre el imperialismo es una victoria nuestra, así como la derrota de una nación cualquiera es una derrota para todos. El ejercicio del internacionalismo proletario es no sólo un deber de los pueblos que luchan por asegurar un futuro mejor; además, es una necesidad insoslayable.”
Estas palabras del Che Guevara, pronunciadas en 1965 en Argelia, reflejan el espíritu que movió a miles de jóvenes de todo el mundo a abrazar la causa del internacionalismo. Jóvenes como Beatriz Yarza, entonces estudiante de medicina, que se integró en la guerrilla salvadoreña del FMLN, para sentir en su piel “la ternura de los pueblos”.
Varias décadas después de esta experiencia, aquella joven vasca, recupera sus vivencias revolucionarias en un relato -”Guerrillas para la vida”, publicado por Txalaparta- a la vez intimo y colectivo, tierno y dramático, en el que recorre la geografía emocional de un pueblo y de sus gentes, que ahora lleva tatuados en su corazón rebelde.
Han pasado muchos años desde que viviste esa experiencia, el mundo ha cambiado, y hasta parece que aquellas utopías han desaparecido del horizonte, ¿por qué te decidiste a bucear en tus recuerdos y a contar tu paso por la guerrilla salvadoreña?
Quizás precisamente por eso. Porque el mundo ha cambiado mucho, el individualismo es lo que más impera hoy en día. Es muy difícil escuchar hablar sobre el internacionalismo, cuando esto nos movió a muchos jóvenes en el mundo, a finales de los setenta, y en los ochenta. También el otro motivo es la manipulación del pensamiento, incluso me atrevería a decir la ausencia de pensamiento crítico, hoy en día, por efecto de las redes sociales. Es muy difícil hoy en día lograr que los jóvenes lean algo medianamente complejo, y son muy manipulados por los podcast, y pueden creer cualquier cosa insólita, inaudita. Esto es lo que vivimos, el neonazismo campeando y subiendo en todos los países del mundo.
Viviste tu infancia y adolescencia en plena dictadura, en Euskalherria, donde la represión estaba al orden del día, ¿este entorno contribuyó a fomentar tu rebeldía, y a que tomaras el camino de luchar contra la injusticia al otro lado del Atlántico? ¿el período histórico en el que viviste tu juventud, fue el caldo de cultivo de tu compromiso para cambiar, en la medida de tus posibilidades, el mundo?
Por supuesto que si. Yo siempre digo que si hubiera nacido en los años 40, hubiera vivido el miedo atroz que había en Euskadi, incluso de hablar, y hubiera sido una persona miedosa que hubiera dado la espalda a la historia de mis padres, y no hubiera sido una rebelde. Sin embargo, en mi adolescencia, en los años 70, contribuyó a que nuestra rebeldía fuera realmente impresionante, yo creo que a nivel de todo el estado español. Cuando yo llegué a estudiar a la Universidad de Valladolid -porque Franco prohibía la universidad pública en Euskadi- no había joven que no estuviera organizado clandestinamente en algo. Había de todo: troskistas, maoístas, leninistas, libertarios, era una lucha y una rebeldía antifranquista imparable.
Con el triunfo de la revolución sandinista, en 1979, fueron muchos los brigadistas del estado español los que fueron a poner su granito de arena a Nicaragua, sin embargo tú, como Begoña García Arandigoyen o como Miren Odriozola, decides ir a El Salvador, ¿por qué tomaste esa decisión, y cual era el contexto político en que te encontraste ese país?
La decisión vino porque en la facultad, igual que en toda la universidad, teníamos un Comité de Solidaridad con Nicaragua. Precisamente, yo termino la carrera en junio del 79, y me reúno con dos contactos que teníamos, dos chicas nicaragüenses, que con un entusiasmo feroz dijeron “Si Nicaragua venció, El Salvador vencerá”, y dije ¿cómo es esto?. Me recomendaron un libro de Marta Harnecker, el primer libro escrito sobre el proceso de El Salvador, y ahí fue que me empecé a interesar por la historia del país. Para entonces, para mí, en Centroamérica solo existía Nicaragua. Y a raíz de esto, empecé a interesarme e incluso nos dieron un contacto salvadoreño que estaba haciendo “trabajo diplomático” por el Estado Español, para montar Comités de Solidaridad con El Salvador. Casi fue un casualidad.
En El Salvador ya había habido lucha armada, que comenzó en los años 70, pero a raíz de los asesinatos de Monseñor Romero, de sindicalistas, de campesinos, se crearon primero grupos armados urbanos, y para el 81 se montañaron, y montaron la primera ofensiva, atacando pequeños municipios rurales del norte del país, fundamentalmente Chalatenango y Morazán, y a crear zonas bajo el control de la guerrilla, pero había represión contra la población civil, empezó a haber cada ver más masacres contra el pueblo, y cada vez había más refugiados que huían a Honduras, y se empezaron a crear campamentos para acogerlos.
En un primer momento trabajaste con Médicos Sin Fronteras, pero después te integraste en la estructura sanitaria del FMLN, ¿cuál era la diferencia de trabajar bajo el amparo de una ONG en un campamento de refugiados a hacerlo en primera línea del frente, con la guerrilla?
No tiene nada que ver. Primero, los medios con los que disponía Médicos Sin Fronteras, no tenían limitaciones para conseguir instrumental, médicos, medicamentos, etc., y además, los campamentos de refugiados estaban bajo la tutela del Alto Comisionado de las Naciones Unidas (ACNUR). Médicos Sin Fronteras era el encargado del aspecto sanitario, de la alimentación y de la construcción de viviendas.
En el frente de guerra lo que nos tocó fue improvisar, poder transformar en realidad aquella vieja consigna de mayo del 68 que decía “la imaginación al poder”. Con muy pocos medios teníamos que resolver situaciones complejas, que en una guerra, principalmente, vienen de las heridas de arma de fuego, y la mayor parte de ellas requieren intervención quirúrgica.

Entonces el FMLN era un frente guerrillero compuesto por cinco organizaciones, después se transformó, tras los acuerdos de paz, en un partido político, y en 2009, con Mauricio Funes, y en 2014, con Salvador Sánchez Cerén, consiguieron la presidencia de El Salvador. Sin embargo ahora, la relevancia política del FMLN es mínima, con un voto en torno al 6%. ¿Cómo ha sido la evolución del Frente en estas cuatro décadas, y a que achaca el que la sociedad salvadoreña les haya dado la espalda?
Esto tiene mucho que ver con varios factores. Porque mientras gobernó el FMLN son indiscutibles los avances sociales que se dieron, y los programas tan exitosos que ellos hicieron, pero, sobretodo, el presidente Sánchez Cerén se negaba a invertir en publicidad, aduciendo que el país necesitaba muchas escuelas, muchos ambulatorios, y no se podía permitir el lujo de gastar ni un solo céntimo en publicidad. Esto fue algo que repitió y de hecho creo que fue uno de los primeros comunicados que envió a todos sus ministros cuando llegó a la presidencia. En una era como la actual, tan mediatizada y manipulada por las redes sociales, esa no fue, quizás, la mejor decisión.
Otro factor importante, que creo que influye es que cuando un partido, por mucho que venga de una revolución, entra en el juego de la democracia representativa, pierde, o dedica demasiado tiempo a negociar con otros partidos oponentes para tratar de aprobar leyes que favorezcan al pueblo. Eso es indiscutible, y una lección que a mí, al menos, me quedaría para un futuro que hay que transmitir.
Si hay que gobernar en una democracia representativa, y hay que entrar en el juego, los militantes no se pueden dedicar exclusivamente a esto. Tendrá que haber gente dedicada al trabajo de base, y otra gente dedicada a ese aspecto, pero no dedicarse al cien por cien.
Y el tercer factor que creo que fue determinante, fue el tema de la violencia generada por las pandillas. Las pandillas era un fenómeno que nació en los años 90, recuerdo que entonces trabajamos con una antropóloga que venía de Los Ángeles, la ciudad de EEUU donde surgieron, y que lo explicaba muy bien, donde y como surgían, a que respondían y lo que había que hacer realmente, que era insertar a todos esos deportados salvadoreños pro-pandilleros, dándoles oportunidades de formación profesional, facilitar la vida en sus comunidades, en los barrios obreros empobrecidos, etc.
Sin embargo, como gobernaba el partido de la derecha, ARENA, el presidente Francisco Flores puso el Plan Mano Dura contra las pandillas, y presidente de ARENA que le siguió, Tony Saca, lanzó el Plan Súper Mano Dura, y en lugar de comprender ese fenómeno sociológico, antropológico, se le reprimió. Con lo cual, las pandillas pasaron de ejercer un pequeño control territorial, y de hacer cuatro tonterías, a tener cada vez más poder, a empezar a ejercer el sicariato, a entrar en contacto con los cárteles de México, hasta convertirse en una estructura muy poderosa.
Esos tres factores que te he tratado de explicar creo que calaron en la población, para creerse ese discurso tan mediático de Nayib Bukele, que además es experto en este tema, de hecho el tenía una agencia publicitaria.
En el FMLN de los años de la guerra, también, como señalas en el libro, había mucho machismo, y un militarismo exacerbado en algunos jefes guerrilleros, y aquí no olvidamos al Comandante X de tu libro, ni a personajes como, por ejemplo, el dirigente del ERP, Joaquín Villalobos, culpable del asesinato de Roque Dalton. ¿Cómo llevaba ese exceso de testosterona en la guerrilla?
La verdad es que con dificultad. Pero, por suerte, nosotras en la estructura sanitaria podíamos evadir muchísimo más esta situación, porque éramos todas mujeres, y nuestros pacientes, en su mayoría, eran hombres, entonces podíamos tratar de educarlos en este sentido. Y si, hacíamos cosas que en otras estructuras era imposible, trabajábamos en común. Recuerdo que alguna vez nos regañaron diciendo “es que ustedes trabajan en equipo, y la consigna en la guerrilla es mando único centralizado”. Agachamos la cabeza, volvimos al hospital, y no teníamos mando único, intercambiábamos opiniones, lo hacíamos todo en equipo. Pero es cierto que cualquier estructura guerrillera no deja de ser una estructura militar, e impera el autoritarismo y el machismo.
Entonces intentamos, con una amiga médica mexicana y yo, hacer un plan de educación sexual, a meter un poco el tema de género, pero bueno, por circunstancias de que la guerra se puso muy dura, no tuvimos más que la aceptación de la comandancia que dijo que si, que eso era un paso favorable, significaba que eran conscientes de la temática, pero no logramos llegar a implementarla.
Volvamos a principios de los años ochenta, cuando entras en El Salvador, imagino que tenías una visión un poco romántica de la guerrilla, y que lo que te encontraste con una realidad algo distinta a lo que te habías imaginado, ¿qué fue lo que más te impactó cuando te integraste en la estructura sanitaria del FMLN?
Primero, las pésimas condiciones. Que una casa medio derruida, hecha de adobe, le llamaran hospital, que una intervención quirúrgica se pudiera hacer con dos sacos de maíz y una tabla en medio como mesa de operaciones, todo eso me impactó mucho. Pero también me impactó la solidaridad, la hermandad, y el ansia de justicia de todos esos guerrilleros que, en su mayor parte, eran campesinos. Esa sed de justicia, con esa dignidad con la que se levantaron. Realmente me impresionó muy favorablemente.
En un momento dado, además de tus funciones sanitarias, te asignan la dirección de la fabricación de explosivos de tu unidad, ¿sentiste alguna contradicción entre estas dos tareas que te encomendaba la guerrilla?
Eso hay que enmarcarlo en el contexto. Porque eso fue en mi segunda incorporación al frente, a finales del 88, principios del 89, y ya no fue al frente de Chalatenango, sino al frente Occidental. El de Chalatenango era tan grande y tan consolidado que tu únicamente te dedicabas a tus tareas asignadas. En el frente Occidental éramos muy poca tropa, creo que solo había un pelotón, 40 combatientes, y la estructura de talleres de explosivos si era potente, porque la misión fundamental de este frente era lograr el sabotaje económico a San Salvador, dejarlo sin luz, para que las pequeñas fábricas de la oligarquía, firmemente aliada con la dictadura y la estructura militar, se vieran obligadas a parar.
También estuviste una etapa en Cuba, donde pudiste sentir la solidaridad de este pueblo que lleva sufriendo más de sesenta años de bloqueo económico. ¿Cuál fue tu impresión de Cuba en aquellos años?
Fueron maravillosos. Los dos mejores años de mi vida, sin ninguna duda. Claro, todavía no había periodo especial, no había caído la unión Soviética. Tenías la alimentación garantizada, aunque no podías elegir, te tocaba siempre la misma pasta de dientes, sin marca, pero todo lo elemental, educación, sanidad, cultura, estaba más que garantizado. A mí me parecía un auténtico paraíso. Si me hubiera tocado periodo especial, igual no hubiera tenido esos maravillosos recuerdos. Pero para mí son los mejores años de mi vida.
Los Acuerdos de Paz de Chapultepec, en 1992, pusieron fin al conflicto armado en El Salvador, sin embargo, tu decidiste continuar en ese país, colaborando en proyectos de salud, agua, saneamiento y empoderamiento de mujeres, ¿Cómo fueron los años posteriores al final de la guerra, y cuanto ha cambiado la sociedad salvadoreña desde entonces? Y ¿en que proyectos te has involucrado en todos estos años?
Me involucré en un montón de proyectos. Los que eran de salud, fundamentalmente, mientras gobernó ARENA, en proyectos de salud comunitaria. Empoderar a los campesinos en áreas rurales, hacer prevención de salud. Luego en agua y saneamiento, porque el agua es un determinante fundamental de la salud. Cualquier niño en el área rural, si está tomando un agua contaminada con heces, sufrirá un montón de diarreas, y es seguro que caiga en la desnutrición. Y por mucho sistema de salud que haya va a quedar desnutrido.
A partir de 1996, al ver la realidad de violaciones, incestos, etc, creamos el primer Centro de Atención a la Mujer, en San Vicente, en un área rural, para atender a un montón de repoblaciones de guerrilleros. Ahí trabajamos con equipos disciplinarios, yo hacía de ginecóloga, había una psicóloga, una abogada y una especialista en educación sexual. Era un poco tratar de eliminar el incesto, las violaciones, y casi la que tenia más trabajo era la abogada, por la cantidad de demandas que había.
En el 98 creamos en la periferia de la ciudad, un centro similar, y ahí empezamos en la lucha por el empoderamiento de mujeres, continuando con la lucha contra las violaciones y los incestos, que eran tan frecuentes. También trabajé en la lucha para la aprobación del aborto, y en proyectos de agua, saneamiento y salud comunitaria.
Regresas en 2023 definitivamente a Euskalherria, ¿Cómo ha sido la vuelta a tu tierra, después de tanto tiempo? ¿qué ha sido a lo que más te ha costado acostumbrarte, y lo que más echas de menos de El Salvador?
Como ya me costó mucho en el 96, ya venía mentalizada de lo que me iba a encontrar, creo que era mucho más objetiva. Y, por otro lado, en Euskadi se vive muy bien, hay también cosas que hacer, hay luchas en las que intervenir. Realmente no me puedo quejar, colaboro con una asociación de ayuda a los migrantes, con la lucha de los jubilados por unas pensiones dignas, siempre hay algo en lo que meterte y colaborar.
¿Ha sido la llegada al poder de Nayib Bukele una de las causas para que decidiera, después de tantos años, abandonar el país?
Por supuesto, porque, además, yo tuve un encontronazo en una ocasión un poco fuerte con él, y conociendo su mente podrida, dictatorial y yo creo que enferma, sabía que en algún momento dado se vengaría, y aunque tiene gente más conocida que yo a la que perseguir, seguro que se acordaba, porque lo fastidié bastante. En el segundo gobierno del FMLN fui la directora ejecutiva de la Empresa Nacional de Agua potable y saneamiento, cuando él era alcalde de San Salvador, y mantenía los jardines de maravilla, todos regaditos, pero no pagaba el agua, así que le amenacé con cortarle el agua, así que no soy santo de su devoción. Sabía que me iba a perseguir en la medida en que pudiera, y con este estado de excepción permanente, que mantiene a lo largo de estos tres años, no necesita acusación ni ningún tipo de pruebas para encarcelarte.
Y para terminar, ¿Cómo ves el papel de internacionalismo hoy en día?
Creo que está de capa caída. Con Palestina es verdad que está habiendo una toma de conciencia, porque este genocidio es atroz, las últimas manifestaciones han sido masivas, incluso ahora se está preparando una entrada desde Egipto a Gaza de internacionalistas, como medida de presión. Pero, al mismo tiempo, ves que hay otro montón de luchas que permanecen olvidadas, y que el individualismo hace que la gente diga “pobrecitos, pero yo no puedo hacer nada”. Ver lo que está haciendo Israel en Palestina, que es un genocidio absoluto, y que no va a acabar, porque su único objetivo es el exterminio, a mí me hace gritar ¿cuándo vamos a reaccionar?. Creo que nuestro futuro como civilización va por muy mal camino si no lo hacemos.
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