La absurda dependencia de las remesas en El Salvador
La lógica del modelo económico centroamericano, particularmente en El Salvador, se sustenta en la necesidad de expulsar más mano de obra para aumentar las remesas
¿Por qué El Salvador es un país dependiente de las remesas?
¿Como lo es y qué es lo que significa serlo?
¿Qué son las remesas?
El economista Carlos J. Glower, en articulo para ContraPunto, explica y critica algunos aspectos de esa dependencia.
Para
los lectores que no están familiarizados con temas centroamericanos, un
aviso: la economía salvadoreña está dolarizada desde 2001. Si, los
dólares americanos son la moneda oficial del país. La moneda nacional solía ser el Colón, y el cambio era de 1: 7.5.
Otras
naciones, además de Estados Unidos utilizan el dólar de EE. UU. como
moneda oficial, un proceso conocido como dolarización oficial. Pero son
apenas tres países en el mundo que lo han adoptado de manera
independiente: Timor Oriental (2000), Ecuador(2000) y El Salvador
(2001).
Panamá,
en nivel latinoamericano, conforma el tercer país del continente que
utiliza el dólar estadounidense oficialmente, sin embargo lo hace junto
con el balboa panameño desde 1904. Ecuador ha creado su propia moneda
fraccionarias de dólar después de la adopción oficial, asi como Timor
Oriental.
Luego,
El Salvador es el único país del planeta que ha adoptado oficial y
enteramente el dólar estadounidense, por propia decisión independiente,
como moneda nacional.
REMESAS Y DOLARIZACIÓN EN EL SALVADOR
El
modelo neoliberal puesto en práctica por cuatro gobiernos de ARENA y
consolidado por el Presidente Funes se afinca exclusivamente en las
remesas. Mucha verborrea se ha utilizado para justificar y engrandecer
la descabellada dolarización pero después de todo lo dicho y hecho, la realidad es que son las remesas el único motor endeble que posee la economía salvadoreña.
Como
el granjero que va al mercado a vender su leche pensando que algún día
va a tener varias vacas, los brujos de la dolarización cifraron sus
esperanzas en auges inusitados en la inversión extranjera, en las
exportaciones no tradicionales y en el desarrollo de la supuesta
economía de servicios como la banca comercial y de inversiones. Después
de 20 años de esperanzas delusorias, ninguna de esas esperanzas se ha
plasmado. El Salvador continua en el limbo del estancamiento económico,
sin inversión domestica ni extranjera, un gobierno quebrado y dentro de un
espiral de endeudamiento interno y externo. Los rezos de los
salvadoreños y de su gobierno van para solicitar un flujo milagroso y
permanente de remesas.
Cabe
enfatizar que las remesas que recibe El Salvador no responden a una
economía sana, más bien obedecen a una economía desequilibrada e
incompetente que se ve forzada a expulsar a su mano de obra a otros
mercados más eficientes. Las remesas son, en esencia, el bíblico maná
del cielo. La
lógica del modelo se sustenta en la necesidad de expulsar más mano de
obra para aumentar las remesas. A su vez, la cantidad y aceleramiento de
la expulsión de mano de obra determina, en última instancia, el nivel
en el cual se agota el modelo mismo.
El dogma del modelo implantado en El Salvador, también, se nutre de la falaz ilusión que los mercados internacionales no podían entrar en crisis. Pero,
es la existencia de la sorpresiva y profunda crisis económica
internacional la que ha expuesto las vulnerabilidades inherentes al
modelo económico en vigencia en El Salvador, causando crisis fiscal,
crisis de inversión y crisis en el sector externo.
En
la época de las vacas gordas las remesas aumentaban a un 10% y hasta a
un increíble 18% anual (dando indicios que algo se estaba midiendo
deficientemente en la balanza de pagos). Recientemente, el gobierno
alardeó que un aumento del 2% de un bajísimo nivel en 2009, es un logro.
No obstante, el flujo de remesas en las últimas dos décadas casi se ha duplicado, llegando a $3,700 millones en el 2008. Esa
cifra es superior al 16% del PIB. Bajo cualquier ángulo, ningún
economista se atrevería a decir que El Salvador no depende de las
remesas.
Si las remesas se han constituido en piedra angular de la economía salvadoreña, ¿Qué pasa con las remesas? ¿A dónde van? ¿Quién las recauda?
Las remesas no van dirigidas a las mejores colonias residenciales de la capital. Las
remesas van enviadas a los sectores más pobres de nuestra sociedad para
tratar de llenar sus necesidades más primordiales: comprar tortillas,
frijoles o una lámina para el techo y, con suerte, para un vaso de leche
de algún niño desnutrido o anémico. El año pasado un estudio estableció
que el 50% de los infantes en la zona rural padecen de anemia en
nuestro empobrecido país.
Antes
de la dolarización ese flujo de remesas se recaudaba en el banco
central, constituyéndose en reservas internacionales propias del país.
Ahora, ese flujo de remesas las recauda la banca privada, que como
sabemos es controlada por la banca extranjera. Cuando hablamos de las
remesas salvadoreñas, no estamos hablando de frijolitos, estamos
hablando de miles de millones de dólares al año. Esta
cantidad fabulosa anual es más del doble de lo que pago la banca
extranjera para comprar los tres bancos más grandes del país en 2007.
Por su parte, los bancos extranjeros no contrajeron deuda, ni emitieron
acciones, ni subieron su patrimonio para comprar los bancos
salvadoreños. Más bien, usaron el dinero de sus propios depositantes
para comprarlos.
Solamente
con el flujo de remesas del primer semestre de 2008, recuperaron la
inversión, y no es exagerado aseverar que dicha compra, pues, fue casi
gratis. Este es uno de los beneficios de la dolarización para un grupo minúsculo de la población.
A
su vez, los bancos comerciales utilizaron las remesas del resto de 2008
y de 2009 en parte para financiar jugosamente al corto plazo al mismo
gobierno salvadoreño en bancarrota, el cual se aferra por mantener la
dolarización y en facilitarle las remesas a los bancos extranjeros que
redujeron sus créditos al sector privado por más de 600 millones de
dólares en el 2009. Con los problemas financieros que enfrentaron en sus
casas matrices, no se puede descartar que buena parte de las remesas
fueran recicladas al exterior.
Las
remesas también contribuyen a mantener un nivel y aumento de
importaciones, particularmente de bienes de consumo, que cada año supera
al crecimiento de las exportaciones. El
creciente aumento de las exportaciones netas negativas es solo un hito
de una posible y seria crisis externa., la cual aunada a la crisis
fiscal, solo puede concluir con un inevitable colapso del rígido sistema
cambiario como es la dolarización. El
flujo de remesas es tan alto con relación al PIB que ha contribuido a
burbujas financieras, en bienes raíces y a adaptar el mal Holandés en El
Salvador. Desde otro ángulo, las remesas han desequilibrado las
variaciones en el tipo de cambio real en la economía nacional, sesgando
las actividades productivas y propulsando las especulativas y de
servicios.
Este
año las remesas se mantienen estancadas y las perspectivas de una
recuperación en Estados Unidos, país en donde se origina el grueso de
las remesas, se ven cada día más lejanas. En
la medida que la economía de Estados Unidos no despegue, más profundo
es el atolladero en la economía salvadoreña. Esa es nuestra realidad.
El
Gobierno salvadoreño ha usado de mantra que los costos de desdolarizar
son muy altos. Aunque nunca ha especificado cuáles son esos costos,
debería de considerar los beneficios de desdolarizar en la ecuación del
cálculo. En un principio, los miles de millones de dólares anuales en
remesas irían a un restituido banco central para ser usadas
productivamente en fondos de reactivación económica para superar la
recesión critica que vive el país; se podría recapitalizar la banca de
desarrollo nacional y establecer un programa y política crediticia con
fondos propios para propulsar el agro, la industria, el turismo y la
pequeña y mediana industria. También,
el banco central recuperaría la capacidad cambiaria y monetaria para
aminorar los crecientes desajustes en las cuentas fiscales y externas,
para el bien de toda la población.
No
existe razón para que los bancos privados extranjeros reciclen las
remesas a sus casas matrices en otros países cuando aquí se tiene la
jurisdicción y el poder para recaudarlas. Lo que hace falta es voluntad y
decisión política de parte del Gobierno, lo que es obvio
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