segunda parte
Primera Conferencia Comunista Latinoamericana
- 2 El movimiento revolucionario latinoamericano, Versiones de la Primera Conferencia Comunista Latino (...)
6En junio de 1929 se efectuó la I Conferencia Comunista Latino Americana en Buenos Aires. Entre los principales temas se debatieron los referidos a las características que debían tener la revolución, sus fuerzas sociales propulsoras y posibles alianzas. La primera ponencia a cargo del italoargentino Vittorio Codovilla enunció que la verdadera lucha por la independencia nacional debía realizarse contra la gran burguesía nacional y el imperialismo, de ahí su carácter democráticoburgués, cuya fuerza motriz serían las masas obreras y campesinas bajo la hegemonía del proletariado. Creía un error el sobreestimar el papel de la pequeña burguesía y de la burguesía industrial naciente como posibles aliadas.2
- 3 Ibídem, p. 85.
- 4 Ibídem, p. 90.
7Después de oír estas reflexiones, Humbert-Droz analizó que la estructura económica latinoamericana era predominantemente agraria, subyugada por el régimen de la gran propiedad y existían pocos pequeños propietarios, que al final eran sojuzgados por los trusts y las grandes empresas. Llamó la atención sobre la gran variedad de formas de producción que coexistían en el campo y subrayó que las más importantes eran las comunidades aborígenes, ajenas a la “civilización” que, en su estadio más avanzado, se habían convertido en pueblos agrarios y estaban dominadas por medios feudales y semifeudales de explotación. Los terratenientes avasallaban al campesino, al obrero agrícola y a los inmigrantes negros antillanos. La producción industrial con formas más modernas pero disparejas, solo se podía constatar en ramas extractivas y sectores donde se obtenían materias primas. Apenas podía hablarse de una industria pesada y los servicios públicos que estaban en manos de extranjeros. A su entender, las clases netamente revolucionarias eran los proletarios agrícolas y los campesinos, considerando así que el “motor de la revolución” estaba en la cuestión de la tierra. Contradictoriamente, creía que el proletariado de las grandes empresas era uno de los grupos más rebeldes, en oposición a los obreros de las ciudades partidarios del reformismo. La pequeña burguesía, los intelectuales y los estudiantes asumían posiciones variables, por lo cual había que distinguir sus tendencias en el momento de concertar cualquier tipo de coalición.3 La mayoría estuvo de acuerdo con Droz en caracterizar a todo el movimiento revolucionario latinoamericano como democrático-burgués antimperialista. Los comunistas debían participar en las acciones revolucionarias con un programa propio encaminado a establecer el gobierno obrero y campesino (soviets), y si fueran útiles, crear asociaciones militares transitorias con la pequeña burguesía.4
8Los Plenos del Comité Ejecutivo de la IC efectuados entre 1929 y 1932 mantuvieron la tesis de que los socialdemócratas se acercaban cada vez más al fascismo y traicionaban a los trabajadores. Solo al producirse el triunfo del nazismo en Alemania en 1933 fue que comenzó una reevaluación del carácter clasista de dicho fenómeno y de las urgencias combativas para enfrentarlo, pero los verdaderos cambios conceptuales y prácticos no se empezaron a concretar hasta el segundo semestre de 1934. se ubican con el caso salvadoreño
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