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Mbarek Ould Beyrouk: ‘Cuando una sociedad no escucha a sus excluidos, es profundamente injusta y no tiene futuro’

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Mbarek Ould Beyrouk: ‘Cuando una sociedad no escucha a sus excluidos, es profundamente injusta y no tiene futuro’

Entrevistamos al escritor mauritano Mbarek Ould Beyrouk a tenor de la publicación de su segunda novela en español ‘Saara’.

Por David Valiente | 20/06/2025

La obra del escritor y periodista Mbarek Ould Beyrouk (Atar, 1957), uno de los narradores más importantes de su país, es una panorámica imprescindible para comprender Mauritania, esa tierra encajonada entre el desierto Sahara y el océano Atlántico. En Saara (Colección Libro del Baobab), vuelve a centrarse en aquellas personas que tanto la historia como los poderosos han dejado en los márgenes de la sociedad. “Es cierto, siempre me han atraído profundamente los fenómenos de marginación”, afirma el escritor a este medio. “Pero cuando se habla de los marginados, en realidad se hace de toda la sociedad, de sus errores, de lo que no funciona en ella. Y cuando se abordan los problemas de marginalidad en un país, cualquiera que sea, se está abordando la cuestión de la injusticia en todo el mundo.”

Esa es la gran apuesta de Saara: hacer de la literatura un espacio para que los excluidos tengan algo más que voz, se empoderen y muestren su presencia y valor tanto en las sociedades como en la historia. En su segunda novela traducida al español, narra la historia de la joven Saara, abandonada primero por su madre y después por su hermana, soporta los abusos de un padre déspota hasta que la muerte se lo lleva. Entre un grupo de marginados, Saara es feliz, despreocupada del que dirán, simplemente vive su realidad sin mayor queja. Sin embargo, un día recibe una carta anunciándole que su madre está a punto de morir. La hija acude al llamado de la madre, quien vive en una comunidad sufí que trata de resistir los envites de la modernidad.

Saara no es el único personaje que nutre la trama, otro personaje relevante es un mendigo a quien Beyrouk define como “olvidado, rechazado por una sociedad que él odia porque sabe que es hipócrita e injusta con él y su madre”. Para el autor, el tratamiento que se da a los excluidos no es un asunto baladí: “Se puede juzgar a una sociedad analizando la relación que mantiene con sus excluidos. Ninguna sociedad es perfecta, pero cuando una sociedad se niega a escuchar y comprender a sus excluidos, se puede afirmar que es profundamente injusta y que no tiene futuro.”

La injusticia, al igual que el viento del norte, no es estática, sino que atraviesa todas las realidades del país. En Saara, dice Beyrouk, “lo que se manifiesta sobre todo es la ruptura entre los deseos reales de las poblaciones y la voluntad de los poderes”, es una grieta que supera los conflictos políticos y que afecta también a la espiritualidad de la población. “En Mauritania, como en muchos países del Sur, se siente que las fuerzas políticas y económicas dominantes evolucionan en un mundo intelectual y psicológico que no es el de la mayoría del pueblo.”

El desarraigo, por tanto, no solo afecta a las clases populares, sino también a las élites. Su desconexión corroe aún más los cimientos de una sociedad ya de por sí debilitada por la experiencia colonialista y las presiones externas: “Tenemos, diría yo, una vieja tradición de corrupción entre nuestros funcionarios. Ha habido juicios, personas que fueron destituidas de sus cargos, y a veces juzgadas y condenadas, pero el fenómeno persiste. ¿Cómo hacerle frente? Temo no ver una solución. En realidad, la corrupción de las élites arrastra inevitablemente a los pequeños funcionarios.”

Ese desarraigo también se puede apreciar en los aspectos culturales del país: “En nuestra sociedad tradicional, el intelectual era el poeta, el cadí, el marabú, el imán. Era parte integral del orden social. Hoy, el intelectual es un hombre que ha estudiado en el extranjero, que habla una lengua extranjera, que no se interesa ni por su cultura ni por su pueblo, y que vive en un barrio rico y alejado. No siempre es así, claro está, pero suele serlo. Por eso, se lo ve como un extranjero, una especie de nuevo colono.”

Beyrouk forma parte de una generación que proyecta su arte entre dos mundos sin renunciar a sus raíces, a pesar de ser consciente de las dificultades que afrontan las sociedades africanas para encontrar su propia voz cultural: “Escribo en francés, un poco por casualidad, porque mi padre enseñaba en esa lengua, pero sobre todo porque fue en esa lengua que conocí a Víctor Hugo y también a Don Quijote. Sin embargo, escribo desde mi cultura, desde mis propias emociones.” Y continúa el autor: “Justamente, las lenguas tradicionales, a menudo orales, tienen dificultades para adaptarse al nuevo mundo, invadido por lenguas escritas. En África se hacen muchos esfuerzos por escribir y enseñar las lenguas nacionales, aunque lo esencial del patrimonio cultural de nuestros países se expresa oralmente. Nos corresponde a nosotros, especialmente a los escritores, preservarlo e inspirarnos en él.”

En Saara también hay espacio para observar los cambios y los brotes de resistencia, que se manifiestan como luchas por la dignidad. En este sentido, las mujeres mauritanas tienen mucho que decir, ya que su rol social se encuentra en plena transformación. “La mujer mauritana quiere afirmarse cada vez más en el ámbito político, social y económico. Más del 20 % de nuestros diputados son mujeres, casi una cuarta parte del gobierno. Pero lo esencial es que ellas superen todos los obstáculos que buscan confinarlas únicamente al hogar. ¡Una labor colosal!”.

Otro componente de transformación, aunque siempre estuvo presente en la sociedad, es el sufismo, que Beyrouk considera una buena herramienta espiritual para combatir el fanatismo: “A menudo se presentan como el mejor antídoto contra el extremismo y el fanatismo.” El sufismo, explica el autor, “es una filosofía religiosa implantada desde hace mucho tiempo en nuestro país.” Dos cofradías— el tijanismo y el quaderismo— conforman la base principal de la espiritualidad y se oponen a toda forma de violencia.

Como revela la obra literaria de Beyrouk, Mauritania avanza por la ruta del progreso, aunque con las heridas aún sin cicatrizar. Por eso, la literatura mauritana tiene tanta importancia: se escribe para recordar, entender y resistir. Saara es una novela con final abierto. No ofrece grandes respuestas, pero sí una ética de la atención fundamentada en escuchar a los ignorados y observar a quienes no se les permite encontrar su lugar en el mundo. Y en ese gesto, discreto pero implacable, reside la verdadera literatura.

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