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Obama en Cuba. Dossier

Obama en Cuba. Dossier

Luego de evaporarse las primeras expectativas que siguieron al júbilo del San Lázaro de 2014, el conocido discurso largoplacista tomó posesión, induciendo, de rebote, una lectura de sentido común equivalente a “la vida sigue igual”
Obama y nosotros
Rafael Hernández
La visita del Presidente de Estados Unidos a Cuba es el objeto del deseo entre los medios de comunicación de todo el mundo. ¿Cuáles han sido las expectativas de los cubanos de a pie? ¿Les importa realmente que Obama venga? ¿Los beneficia, los perjudica o todo lo contrario? ¿Cómo van a cambiar las cosas a partir de su entrada en La Habana, el Domingo de Ramos? ¿Se sentirán más libres? Algunos hasta hablan de “la química entre Obama y el pueblo de la Isla” –extraño fenómeno luminoso que nadie ha podido ver aún, pero que se anticipa, como los que predice la Teoría de la relatividad.
Luego de evaporarse las primeras expectativas que siguieron al júbilo del San Lázaro de 2014, el conocido discurso largoplacista tomó posesión, induciendo, de rebote, una lectura de sentido común equivalente a “la vida sigue igual”. En efecto, durante estos quince meses, se ha repetido que la normalización es “una meta muy remota”, las relaciones siguen siendo “esencialmente iguales”, “son los mismos objetivos, solo han cambiado los medios”, “el bloqueo pica y se extiende”.  De manera que la visita presidencial se había anticipado como “un simple acto simbólico”,  pues “nada cambiará mientras haya bloqueo”, es más, “seguimos en guerra, solo que ahora es cultural”. Etcétera.
Sin embargo, cuando uno mira alrededor, verá que en estos mismos quince meses La Habana se ha desbordado de visitantes, no solo en los hoteles sino en los room for rent, las aduanas no dan abasto, los restaurantes caros, el transporte rentado y los servicios que los suministran hacen su zafra, el flujo hacia EE.UU. por el paso Suramérica-Centroamérica-México ha crecido 60% (“no vaya a ser que quiten la Ley de Ajuste”), las repatriaciones a la Isla de cubanos emigrados de larga data en el Norte han alcanzado récords. Las remesas (oficialmente estimadas en 2014 en 1,7 miles de millones, y cada vez más orientadas a la inversión en el sector no estatal), tienden a reactivarse por la normalización –aunque el dato preciso, como es costumbre, no se haya publicado.
En el proceso de diálogo, negociación y cooperación conocido como la normalización, apenas ha habido semana sin movimiento entre instituciones cubanas y entidades de EEUU, incluso más allá de las cancillerías, en sectores como la cultura, la educación superior, el medio ambiente, la seguridad marítima y aérea, el control del delito, la aplicación de la ley, la salud, y hasta el comercio exterior.
Lo mismo que el bloqueo, la normalización tiene un efecto extraterritorial. Por obra y gracia de las nuevas relaciones, las acciones de la imagen Cuba en la bolsa global se han disparado. Después de haber sido pintada, hace apenas unos meses, como el Gulag del Caribe, La Habana se ha convertido, súbitamente, en “una de las 10 ciudades que hay que visitar”, y particularmente para esos recién llegados, en una especie de parque temático del socialismo. En efecto, a pesar de que, según nuestras agencias turísticas, lo que buscan es sol y playa, los nuevos caminantes de nuestras calles dicen que quieren ver con sus ojos la “Cuba de Castro”, mientras Fidel y Raúl están todavía vivos, y antes de que, según ellos, la marea de MacDonalds la tape, y se convierta en otra islita más del Caribe.
Una pregunta recurrente en todas partes –también en las conversaciones entre nosotros– es si los cubanos estamos preparados para este encuentro cercano con los EE.UU. ¿Qué pasará cuando se desencadene el “tsunami norteamericano”? ¿Cuando desembarquen con sus íconos, sus abrumadores medios de comunicación, sus cruceros, sus premios Grammy, sus seriales adictivos, y sus otras series de adicciones, sobre este país entrenado para el “golpe aéreo masivo sorpresivo” y la “guerra de todo el pueblo”? ¿Cómo será enarbolar la bandera desde nuestra trinchera, si el enemigo no llega en paracaídas, sino por el aeropuerto, y viene a hacernos la visita a la propia trinchera? ¿Lo vamos a esperar “con la guardia en alto” o le vamos a extender la mano? ¿La nueva consigna será “una mano en el escudo y la otra extendida”? ¿Es que todo esto ocurrirá solo en un futuro indefinido, cuando el bloqueo se levante o está pasando ya?
Admitir que los cubanos estamos poco entrenados todavía en esta nueva situación de posguerra con EE.UU., sin embargo, no implica ineptitud o incompetencia para lidiar con la sociedad y la cultura norteamericanas. Entenderlo resulta clave para poder apreciar la huella de esta visita presidencial, con todo lo que ella arrastra y proyecta hacia adelante.
Me pregunto si los asesores de John Kerry y de Ben Rhodes entienden bien, en primer lugar, lo muy norteamericanos, culturalmente hablando, que somos los cubanos, más allá de edades, grupos sociales, géneros, colores y gustos ideológicos.
Quizás le han advertido al Presidente que iba a encontrarse con “el país más desconectado del mundo” en términos de Internet, una isla poblada por nativos del mundo predigital, carentes no solo de una conexión doméstica, sino ajenos a Google, Facebook, el correo electrónico, los teléfonos celulares. O un público sometido a una televisión gubernamental, que nunca ve aparecer en sus pantallas a Leonardo di Caprio, Tom Hanks, Sandra Bullock, Miley Cyrus (“Sí los conocen, pero solo los jóvenes, mediante un servicio underground llamado El Paquete”); y una radio que filtra la música norteamericana, incluido el rock, el jazz, el hip hop, y todo lo que les huela a “imperialismo cultural” (“Los Beatles estuvieron prohibidos hasta hace poco”). Quizás le cuenten al presidente que la iglesia católica, “único actor de la sociedad civil tolerado por el gobierno”, es la voz de la nación cubana; y soslayen no solo a las denominaciones evangélicas, la mayoría oriundas de los EE.UU., al igual que las logias masónicas, sino sobre todo a las religiones cubanas originadas en África, las más extensas y representativas de la sociedad civil real.
Si Obama pudiera caminar por la calle a su aire, como cualquier norteamericano, quizá apreciaría que la capital es una mezcla de arquitecturas, entre las cuales el art deco y el estilo moderno venidos del Norte son muy visibles. Comprobaría que a los cubanos les simpatizan los yumas(término afectuoso, en vez de gringo o yanqui), quienes no se pierden en esta ciudad, porque cualquiera aquí chapurrea el inglés, ni se juegan la vida cuando caminan de noche por un barrio como La Habana Vieja. Al menos sí compartir un juego de pelota –algo que difícilmente lograría en Buenos Aires o en Beijing–, pasión nacional que hace gozar y sufrir a nuestros dos pueblos como ninguna otra.
Un tal Fernando Ortiz lo dijo una vez: “La vecindad de esta poderosa cultura es uno de los más activos factores de la cultura nuestra”. Y agregaba: “No nos ciegue el resquemor que en nosotros ha sido latente por sus invariables egoísmos, por sus frecuentes torpezas, a veces por sus maldades y a menudo por sus desprecios. No es un problema de gratitud, sino de objetividad”. Los asesores, los de allá y los de acá, pueden aprender que este juicio de nuestro antropólogo mayor no tiene que ver con ideologías enfrentadas, sino con culturas afines, cuyas implicaciones para la comunicación política resulta difícil exagerar.
Naturalmente, no hay que confundir esa manera de vivir nuestra identidad con sentirnos norteamericanos. Que la cultura cubana digiera cosas foráneas, y se las apropie, no entraña que nos caiga bien el etnocentrismo del Norte, que ya Ortiz señalaba, y que aceptemos de buena gana sus certificados civilizatorios. Menos aún que nos traten con un rasero diferente a los demás. Algunos juzgan que, cuando Obama se reúne con grupos beligerantes como las Damas de Blanco y otros aliados del lobby conservador cubano-americano, radicalmente opuestos a la normalización y ajenos a cualquier diálogo nacional, se limita a ejercer una política que “refleja sus valores”. ¿Es que responde a lo mismo cuando visita oficialmente China y Vietnam, o se dirige a sus aliados latinoamericanos, como México y Colombia? ¿Se le ocurre incluir en su agenda una reunión con los veteranos de Tianamén, los blogueros vietnamitas presos, las organizaciones de familiares de los actuales desaparecidos, torturados, asesinados, que en América Latina y el Caribe son legión? ¿Las apoya activamente? Si se trata de “valores”, con una aplicación universal, no debería hacerse excepciones con los países grandes o con sus adeptos. Desde aquí abajo, esa diferencia se percibe como lo que allá arriba llaman double standard.  Y ese no es precisamente un rasgo de la cultura democrática que ambos lados dicen defender.
Las lecciones que los cubanos debemos aprender, si de convivencia se trata, son otras. La primera es saber reaccionar al toque de Sadim –Midas al revés– que convierte en una suerte de materia fecal todo lo que toca la política de Washington, según sus intereses y prioridades. Que cuando ellos favorecen al sector privado, internet, los intercambios académicos, o abren programas dirigidos a los jóvenes, los emprendedores, o los artistas, porque imaginan que esa es la manera de atraerlos, nuestro reflejo instantáneo no sea recelar de ellos o impedirlos (“si los americanos lo apoyan, por algo será”). Por esa vía tan simple, pueden llevar la iniciativa en condicionar nuestras políticas internas, y demorar o sesgar los cambios que debemos darnos, en nuestros propios términos.
La segunda es estratégica: tenemos que aprender a explicarles cómo es Cuba. Para lograrlo, hay que entenderlos a ellos. Muchas veces sus actitudes hacia nosotros no responden tanto a una ideología irremisible, sino a una cultura política, incluidas sus creencias sobre lo que es libre y democrático. Lograr que ellos comprendan las nuestras, y la sociedad cubana real, aunque no las compartan, resulta clave, para ir construyendo, desde abajo, esta nueva relación. Sin pretender redimirlos de sus ideas y visiones, nacidas de otra cultura política, basta con que nos conozcan mejor y nos entiendan, para que todo pueda ser distinto.
Ambas lecciones suponen aprender a jugar con las piezas blancas, y hacer uso de las reservas de la inteligencia y la cultura cubanas. Si no existieran esas reservas, ¿cómo explicar, por ejemplo, que, cuando emigran, los jóvenes cubanos, todos nacidos después de 1959, puedan aclimatarse tan rápido a la economía y a la cultura de mercado, hasta el punto de ser más competitivos que otros inmigrantes nativos de aquella cultura, y supuestamente más entrenados? En esta nueva relación, que no se limita al canal mono entre los gobiernos, sino se ha vuelto estéreo, mediante las múltiples pistas de comunicación ya abiertas entre las dos sociedades, a la política le toca facilitar que todos los actores directos e indirectos, adentro y afuera, podamos contribuir a soportar y ensanchar este puente, sobre ese capital cultural nuestro. O para decirlo con las palabras de Lezama, hace ya tres cuartos de siglo: a levantarlo sobre “sus aguas hirvientes, congeladas”, “un puente, un gran puente, que no se le ve”.

¿En qué consiste el nuevo diseño político de Obama hacia Cuba?
Jorge I. Domínguez
La visita del presidente Barack Obama a Cuba refleja y propone una nueva manera de formular y ejecutar la política de los Estados Unidos hacia Cuba, que es diferente de lo observable en el actual debate entre los candidatos presidenciales.
En la contienda presidencial, el principal candidato republicano, Donald Trump, insiste que él habría negociado algo más favorable para los Estados Unidos. Durante su trayectoria como Secretaria de Estado, Hillary Clinton, la principal candidata demócrata, señaló su interés en una negociación de quid pro quo entre Cuba y los Estados Unidos. Por tanto, ambos coinciden en favorecer una nueva relación entre los Estados Unidos y Cuba, y los dos apuntan hacia un mecanismo de negociación condicionado. Más importante, sin embargo, es que, derrotado ya el senador Marco Rubio, Cuba dejó de ser un tema en la campaña presidencial.
La nueva política del presidente Obama hacia Cuba parte de una premisa diferente: los Estados Unidos tomarán decisiones que reflejan sus valores y convienen para sus intereses, independientemente de lo que haga o no el Gobierno de Cuba.
La clave es si el gobierno de Cuba decide, o no, aprovechar las iniciativas del presidente Obama. Por ejemplo, los Estados Unidos han autorizado el envío directo del correo y los vuelos normales de aviación civil entre aeropuertos en Cuba y los Estados Unidos. Cuba ha decidido corresponder, y por tanto ya se aplican estos cambios. En estos casos, la decisión de los Estados Unidos no se condicionó de antemano a que Cuba cambiara su política, pero el cambio es útil para ambas partes solamente si los dos gobiernos concuerdan en él.
Igualmente, los Estados Unidos han autorizado importantes cambios que facilitarían el acceso universal de cubanos al Internet. También ya permite los viajes a Cuba para cualquier propósito de turismo “mental” (educación, arte, religión, periodismo, etc.), es decir, no de playa, que solamente puede ser autorizado por Ley aprobada por el Congreso. Notablemente, los Estados Unidos levantan las sanciones económicas que habían prohibido las relaciones comerciales con el nuevo sector privado en Cuba. Ninguna de estas medidas se condicionó de antemano a que Cuba cambie sus políticas.
Estas otras decisiones de Obama, por supuesto, solamente pueden ser útiles para Cuba y los cubanos si el gobierno cubano, en el pleno ejercicio de su soberanía, decide aprovechar estas oportunidades. ¿Liberará el gobierno de Cuba el acceso a Internet para que pueda acceder cualquier cubano que desea consultar cualquier asunto que le interese? ¿Reconocerá la Organización Nacional de Estadísticas e Información (ONEI) que los Estados Unidos ya es el segundo país que suministra visitantes extranjeros a Cuba, o seguirá ocultándolo, contabilizando a los cubanoamericanos aparte e incluyendo a los demás en el renglón de “Otros”? ¿Por qué es estadísticamente inmencionable que han mejorado las relaciones turísticas Cuba-Estados Unidos? ¿Eliminará el gobierno de Cuba su autobloqueo, que sigue impidiendo al sector cuentapropista y cooperativo que exporte a, e importe de, los Estados Unidos —relación comercial ya autorizada por los Estados Unidos?
Obama ha demostrado una nueva forma de diseñar su política hacia Cuba. ¿Diseña Cuba una nueva política hacia los Estados Unidos?


¿Qué puede hacer Cuba?
Rafael Betancourt
Cuba ha reconocido que el Presidente Barack Obama ha adoptado medidas positivas para modificar algunos aspectos del bloqueo y que altos funcionarios de su gobierno han dicho que otras están en estudio. “Sin embargo, no ha sido posible implementar una buena parte de las medidas, por su alcance limitado, por la persistencia de otras regulaciones y por los efectos intimidatorios del bloqueo en su conjunto…”[1]
El gobierno de Estados Unidos anunció en tres ocasiones desde el 17 de diciembre de 2014 (17D) —enero y septiembre de 2015 y enero de 2016— medidas de flexibilización del bloqueo a Cuba en materia de viajes, comercio, operación de empresas estadunidenses, así como la eliminación de límites a determinados tipos de remesas de dinero.
Sin renunciar a nuestros ideales ni claudicar en nuestros principios, ni dejarnos presionar en nuestros asuntos internos, como señalara el General de Ejército Raúl Castro, los tres conjuntos de medidas decretadas por el gobierno de los Estados Unidos abren posibilidades de intercambios que, independientemente de sus intenciones, pueden ser provechosos para Cuba.  
¿Qué puede hacer Cuba para aprovechar las medidas en beneficio propio?
Una de las intenciones principales de las nuevas medidas fue facilitar la expansión del turismo estadounidense a Cuba a partir de las 12 categorías de viajeros que su gobierno autoriza. En 2015 arribaron 453 925 viajeros, colocando a Estados Unidos como el segundo emisor de visitantes a Cuba, después de Canadá.
Desde 1980 Cuba recibe visitas de norteamericanos de origen cubano a sus familiares pero las medidas de Obama han facilitado su aumento y diversidad —en 2015 alcanzaron la cifra de 292 692—. En tanto exista el interés de enriquecer las relaciones del país con su emigración y aprovechar su desarrollo en tierras extranjeras en bien el país, el gobierno cubano podría promover actividades y planes turísticos dirigidos a unir las familias; así como a jóvenes de origen cubano, con productos como  los campamentos de verano, cursos de español e historia y actividades deportivas; impulsar actividades en las localidades que atraigan a los oriundos de estas y fomenten la identidad nacional y local; propiciar la contribución de técnicos y profesionales a sus antiguos lugares de trabajo y estudio, incluyendo la posibilidad de retorno y reinserción para los que lo deseen; facilitar el retiro en Cuba de ancianos de origen cubano ofreciéndoles servicios especializados como casas de vida asistida —que pueden ser gestionadas por cooperativas o privados— y seguros médicos o tarifas preferenciales para hacer uso de la salud pública cubana, sin tener que extenderles el acceso gratuito de que gozan los residentes.
En cuanto a viajeros estadounidenses que desean realizar actividades comerciales en Cuba, para efectuar gestiones oficiales estos deben entrar con visa de negocio: sin ella no pueden ingresar a una oficina o instalación del Estado o ser recibidos por nuestros funcionarios. Pero para gestionar una visa de negocio la debe solicitar un organismo del Estado a favor del extranjero, por tanto, se produce un círculo vicioso que limita grandemente los contactos iniciales y exploraciones potencialmente positivos para ambas partes. El gobierno debiera facilitar estos encuentros flexibilizando las normas y prácticas, utilizando, por ejemplo, la Cámara de Comercio como espacio de encuentro y exposición, y puerta de entrada a los organismos y empresas, algo así como lo hace el Centro de Prensa Internacional para los periodistas.
El cuello de botella que se está produciendo con el aumento de visitantes norteamericanos sin vínculos familiares – 161 233 en 2015 – se debe en parte a que solo tres agencias receptoras —Amistur (ICAP), Havanatur (MINTUR) y San Cristóbal (OHCH)— están autorizadas a recibir grupos norteamericanos. El MINTUR debiera permitir que todas las agencias nacionales y extranjeras autorizadas en Cuba gestionen servicios turísticos para viajeros norteamericanos, de la misma manera que lo hacen con las otras nacionalidades.
Otro conjunto de medidas está dirigido a ampliar las actividades educativas que se realizan desde los Estados Unidos en Cuba. Este es un campo en el que el sector no estatal pudiera complementar al Estado, organizando y brindando actividades educativas al turismo proveniente de ese y otros países, en áreas como la enseñanza del idioma, cultura —danza, música, teatro, artes, cine— deportes y ecoturismo. En interés de facilitar la gestión de turismo educativo de proveedores no estatales y comunitarios, el Estado pudiera ofrecer espacios en ferias y convenciones, permitir su inclusión dentro de los canales actuales de promoción turística y abrir la posibilidad de crear redes nacionales de comercialización que combinen servicios estatales y no estatales  —hospedaje, alimentación, excursiones y actividades educativas.
Las regulaciones de Obama han ampliado las posibilidades de enviar remesas y donativos por parte de nacionales de Estados Unidos, de origen cubano o no. Mucho se puede hacer para aprovechar el espacio creado en aras de aumentar su monto y ampliar sus beneficios más allá de los familiares directos de los que las envían.
Se puede comenzar por una mayor transparencia en los datos y la información que permita a los investigadores, estudiosos y periodistas analizar los flujos de remesas y donativos, su impacto y potencialidades. Igualmente, valdría reconocer el papel múltiple de las remesas, como aporte al consumo familiar, a la construcción y reparación de viviendas  —contribuyendo al auge de la industria de la construcción— y como capital de inversión privada.
Es conveniente ver en las remesas y en los proyectos “humanitarios” un potencial de apoyo social y comunitario, por ejemplo, creando fondos para el fomento de proyectos y actividades en localidades e instituciones a los que pueden aportar los oriundos de allí. Igual se presta para antiguos alumnos de escuelas y universidades, trabajadores de determinados centros, fanáticos de clubes deportivos, etcétera.
Merece consideración la posibilidad de propiciar proyectos sociales financiados por donaciones privadas norteamericanas. El proceso de aprobación de donaciones y proyectos en Cuba, vengan de donde vengan, sean de instituciones o individuos, es sumamente burocrático y engorroso, como atestiguan tanto donantes como beneficiarios. Frecuentemente vemos a extranjeros que desean hacer un aporte monetario a una institución o proyecto civil que visitan y se ven imposibilitados de hacerlo por las regulaciones de control que en la práctica resultan disuasivas. La mejor respuesta del gobierno cubano al auge de la colaboración internacional de fuentes privadas norteamericanas con contrapartes cubanas que puede suceder como resultado de estas medidas, es que haga más ágil y eficiente el proceso de aprobación y gestión para todos.
Se deben aprovechar proactivamente, en función del desarrollo local, las oportunidades que han abierto las nuevas regulaciones del gobierno de los Estados Unidos para generar proyectos de preservación del patrimonio, al utilizar mecanismos como la Red de ciudades patrimoniales, agrupaciones de descendientes de la localidad, hermanamientos de ciudades, grupos de aficionados a la historia, arquitectura, antigüedades, etcétera, para este fin.
En otra categoría están las medidas dirigidas a fomentar las relaciones entre la sociedad civil norteamericana y la de Cuba. Si nos atrevemos a ver esto como oportunidad y no como amenaza, puede traer dividendos políticos —por el conocimiento positivo de la realidad cubana que se difundiría directa e indirectamente en los Estados Unidos— económicos y sociales  —por los recursos que se puedan ingresar mediante estos contactos y actividades.
Igualmente, constituye una oportunidad permitir una gestión descentralizada por parte de las organizaciones de la sociedad civil cubana y los gobiernos locales en cuanto a gestionar proyectos humanitarios y actividades de fundaciones y ONGs, siempre que el origen de los fondos sea privado. El Estado puede facilitar plataformas de encuentros entre organizaciones civiles de cada país, por rama: educativas, medioambientales, deportivas, cultuales, religiosas, juveniles, comunitarias, de género, etcétera; y aprovechar la posibilidad que abren las regulaciones de enero 2016 de considerar solicitudes de exportación de productos norteamericanos a ONGs cubanas.
En cuanto a las relaciones comerciales, las regulaciones del gobierno estadounidense orientadas a autorizar una expansión de exportaciones e importaciones de productos y servicios pudieran aprovecharse mucho más en función de la economía cubana, en particular de sus consumidores y productores no estatales. Dichas regulaciones pretenden privilegiar al sector privado en los sectores de la construcción, agricultura, pequeña industria y servicios. Las cooperativas, que para Cuba son parte de la economía social, a los efectos del gobierno norteamericano son “negocios privados”, por lo cual estarían incluidas.
El Estado cubano pudiera responder positivamente a estas oportunidades creando mecanismos para la importación y venta mayorista y minorista de los productos y servicios recién autorizados, sin que pierda control, estableciendo, por ejemplo, una importadora/exportadora especializada, una zona franca donde se pueden comercializar, mecanismos financieros que faciliten créditos a los compradores, etcétera.
De igual manera, pudieran fomentarse las exportaciones de bienes y servicios a los estados Unidos producidos por el sector no estatal y su acceso a tecnologías y mercados, que generen ingresos para el país.
Una oportunidad particular que se está desaprovechando es la exportación de software y aplicaciones producidas en Cuba por informáticos cubanos, por carecer de respaldo del Estado. Este pudiera propiciar los contactos, plataformas y mecanismos comerciales descentralizados que permitan la exportación de servicios informáticos por parte de privados y cooperativas —aún en fase de aprobación— en especial a Estados Unidos, y el cobro de ingresos e impuestos por estas exportaciones. Entre otros beneficios estaría el de retener a cientos si no miles de informáticos que están emigrando por falta de empleos suficientemente remunerados y oportunidades en el país. 
A menudo los visitantes norteamericanos dicen que no pueden aprovechar el límite máximo de $400 USD de importaciones de Cuba porque, más allá de los $100 permitidos de alcohol y tabaco, no tienen qué comprar. El Estado, a través de instituciones como el Fondo de Bienes Culturales, la Asociación de Artesanos y Artistas, las Industrias Locales, así como las agencias turísticas y gobiernos locales, pudieran hacer mucho más por promover las producciones artísticas y artesanales de calidad, dirigidas a un turismo de mayor nivel que el que acude a las ferias y mercados callejeros. Ejemplos hay en instituciones como FONACULT en México.
Poco o nada se ha comentado públicamente de la nueva regulación (enero 2016) que permite excepciones “caso a caso” de exportaciones de EU a empresas y otros organismos estatales para la provisión no lucrativa de bienes y servicios en beneficio de la población, por ejemplo, para la producción agropecuaria; creación artística, cultural y patrimonial; educación; producción de alimentos; prevención y manejo de desastres; salud pública y saneamiento; construcción y renovación de viviendas; transporte público; potabilización de agua; suministro de electricidad y otras energías; deporte y recreación; y otras infraestructuras; y exportaciones de productos para el consumo de la población. Esto pudiera aprovecharse para disminuir costos de importación de productos actualmente adquiridos en otros mercados y, combinado con una promoción activa de donativos, aumentar la provisión total de estos bienes y servicios destinados a la población.
Las regulaciones de enero 2016 permiten transacciones relacionadas directamente con producciones profesionales audiovisuales y artísticas norteamericanas en Cuba, dentro de las que también se cuentan filmaciones y producciones de programas de televisión y cine, y productos musicales y artísticos. Esto incluye la posibilidad de contratación de personal cubano y pago de derechos y servicios. Entidades como el ICAIC, RTV Comercial y la Asociación de Productores Audiovisuales pudieran aprovechar esta oportunidad para convertir a Cuba en una atractiva locación para estas producciones, compitiendo favorablemente con otros escenarios como Puerto Rico y República Dominicana, entre otros motivos, por la presencia de competentes profesionales y técnicos audiovisuales y de experimentadas productoras estatales e independientes. Esto se puede combinar con la posibilidad de importar equipos y materiales de uso en dichas producciones, lo cual aumentaría el stock y mejoraría la tecnología existente en el país. En estas circunstancias se pudiera incluso pensar en coproducciones con EU como se hace con otros países.
La actualización del modelo económico cubano comenzó mucho antes de que se iniciara el proceso de normalización de relaciones con Estados Unidos. La aprobación de losLineamientos (2011) relanzó al socialismo cubano sobre nuevas bases. Estos incluyen: “Reconocer y promover el desarrollo de fórmulas no estatales de gestión de la propiedad, y diferentes actores en la economía; Otorgar el papel preponderante a la empresa estatal socialista, fuerte y bien organizada […]. Ampliar el ejercicio del trabajo por cuenta propia y su utilización como una alternativa más de empleo que contribuya a elevar la oferta de bienes y servicios.” [2]
Aprovechar las medidas de flexibilización del bloqueo a Cuba promulgadas por el gobierno de Obama en función de los objetivos trazados por el Partido y la Revolución, para incrementar la eficiencia económica, los ingresos y el desarrollo, es otra expresión de independencia y soberanía nacionales, de fortaleza y de creatividad.
 Notas:
[1] Granma, Editorial, 9 marzo 2016.
[2] Partido Comunista de Cuba (2011) Lineamientos de la política económica y social del Partido y la Revolución


El Platismo continúa
Samuel Farber
La visita de Barack Obama a Cuba es la primera que un presidentre norteamericano hace a la isla desde que Calvin Coolidge la visitó en 1928. Con esta visita, Obama continúa el proceso de reapertura de relaciones diplomáticas con Cuba que comenzó el 17 de diciembre del 2014, y de otras medidas iniciadas con el fin de normalizar la  relación entre ambos países. Esto representa un cambio verdaderamente bienvenido dada la historia de agresión y hostilidad que por décadas los EU auspiciaron contra el gobierno cubano, incluyendo, entre otros, el bloqueo económico, aun en vigor, invasiones y ataques terroristas.   
Hasta la fecha, todo parece indicar que la mayoría de los cubanos en la isla le brindarán  una cálida bienvenida a Obama, en gran parte por haber tomado los primeros pasos para corregir las injusticias de la política extranjera de los EU contra su país.  Pero es muy posible que Obama también se enfrente con una recepcion fría, y hasta hostil,  de la disidencia de derecha en la isla, recelosa de sus intentos de reconciliación con el gobierno cubano.
Orientada desde un principio a incurrir el apoyo y favor de la elites de Washington, esa derecha, tanto dentro como fuera de la isla, desciende de una tradición política denominada Platismo. El término fue acuñado en 1901, cuando el senador norteamericano Orville Platt, respaldado por el Senado, forzó a la primera asamblea constituyente de Cuba a adoptar una enmienda constitucional que le confería a los EU el derecho a intervenir en los asuntos internos de la isla. Avalados por esta enmienda, y con el apoyo explícito de muchos políticos cubanos platistas, los EU intervinieron repetidamente en la política interna de Cuba reforzando su autoridad con la amenaza de una ocupacion militar, amenaza que implementaron en varias ocasiones.
La enmienda Platt fue abrogada en 1934, después de la revolución que derrocó al dictador Gerardo Machado. Pero no afectó el poder y la influencia del gobierno estadounidense en la isla, y siguió contando con el apoyo de los platistas.  En general, el platismo de esa época estaba arraigado en un fatalismo político y económico que daba por sentado que nada podía suceder en Cuba sin el consentimiento de los EU, no porque eso fuera deseable, sino porque era el destino inescapable de un país pequeño cercano al gigante imperial.
El Platismo penetró todas las clases sociales de la Cuba pre-revolucionaria, ya fuera en su versión más suave que predominó entre las clases populares, o en su versión más dura entre las clases media y alta. Entre las elites se expresó culturalmente en una gran admiración por el “American way of life,” el consumo de artículos norteamericanos y viajes a los EU.
También promovió un interés obsesivo en las elecciones presidenciales de los EU, por las consequencias que los resultados implicaban para la isla, lo que reafirmó la idea que el futuro de Cuba dependía más de las decisiones que se tomaban en Washington que las que se tomaban en La Habana. En general, los cubanos, aún los de clase alta, favorecían a  los Demócratas a los que les atribuian una perspectiva más benéfica hacia Cuba que los republicanos (aún después de que el presidente demócrata Harry Truman reconociera oficialmente a Batista después del golpe militar que encabezó en marzo de 1952).
Muchos políticos cubanos de los 40s y 50s, tanto Batistianos como anti-Batistianos, respaldaron, en secreto, la intervención norteamericana en los asuntos de Cuba, e incluso abogaron en secreto con Washington con ese fin. Documentos del Departamento de Estado revelaron que Carlos Márquez Sterling--un político prominente que presidió sobre la Convención Constitucional de 1940, y que se postuló como candidato de la oposición leal en las elecciones presidenciales contra Batista—le recomendó a la embajada norteamericana en La Habana que los EU renovara la venta de armas a Batista aún después de haber sido derrotado por el dictador en lo que Sterling mismo reconoció habían sido elecciones fraudulentas.
El platismo despues de la Revolucion de 1959
Aun antes de que el gobierno revolucionario de Castro se declarara comunista y se aliara con la Union Soviética, emergió una oposición de derecha cada vez más platista cuyos esfuerzos culminaron, en abril de 1961, con la invasión de Bahía de Cochinos auspiciada por los EU.
Muchos cubanos, especialmente los que emigraron de Cuba después de la revolución, apoyaron, basándose en el Platismo, la larga campaña de los EU para desestabilizar y destruir el gobierno de Castro. Y aún cuando con el fin de la Guerra Fría, Cuba pasó a un segundo plano en cuanto a su importancia estratégica para Washington, la influencia de los platistas cubano-americanos en la política doméstica de los EU jugó un papel fundamental para que se aprobaran leyes tales como la Ley Torricelli de 1992, y especialmente la Ley Helms-Burton de 1996, ambas de las cuales reforzaron significativamente e hicieron mas dificil abolir el bloqueo económico contra Cuba.
Para la derecha cubano-americana, la reanudación de relaciones diplomáticas entre Cuba y los EU en diciembre del 2014 ha sido un gran golpe. Además, se está enfrentando a una situación cada vez menos favorable en la Florida con la reciente ola de inmigración de cubanos que no vienen de la misma clase ni comparten la política de los que llegaron en los años sesentas ni la de sus descendientes, y cuya prioridad es ayudar a la familia que dejaron atrás en la isla, y no la política del exilio.
Los EU y el Platismo en Cuba
En la Cuba de hoy, los que se auto-titulan disidentes son o individuos o grupos pequeños no violentos situados a lo largo de un espectro político que va de la derecha dura, a la democracia cristiana  moderada y la social democracia a su izquierda. También ha surgido una corriente de izquierda crítica, aunque sus partidarios no se auto-titulan disidentes,en gran parte para evitar ser asociados con la disidencia de Miami. Los disidentes de derecha se oponen a la reanudación de relaciones diplomáticas con los EU y quieren que continúe el bloqueo económico. Los disidentes a la izquierda de ellos tienden a apoyar la normalizacion de relaciones, aunque frecuentemente demandan que el gobierno cubano haga una serie de concesiones políticas y económicas a cambio de esa normalizacion.
Para la mayoría de estos disidentes, su oposición al bloqueo económico no se fundamenta en un principio—como el antiimperialismo o la autodeterminación nacional--sino en un cálculo de daños y beneficios conforme al cual el bloqueo ha resultado ser contraproducente o una estrategia fallida. Es por eso que estos disidentes liberales y socialdemócratas acaban por caer en el Platismo, aunque generalmente de un tipo más suave que el de su contraparte de derecha. Ven a los EU como una fuente de apoyo que ellos pueden usar o descartar como y cuando les convenga y conforme a sus propios fines.
Desde la revolución, los EU han tratado de encausar el Platismo cubano de diferentes maneras y dentro de diversas organizaciones. Le proveyeron armas y fondos a las organizaciones terroristas anti-castristas, quienes aceptaron la ayuda en términos por lo menos implícitamente platistas. Sus iniciativas abiertas y públicas de oposición al gobierno cubano también han asumido un molde platista. Una de las más recientes fue la serie de audiencias que condujo el senador cubano-americano de la Florida Marco Rubio, en Febrero del 2015, en su capacidad como presidente del Subcomité de Relaciones Exteriores del Senado sobre Asuntos del Hemisferio Occidental, para examinar y oponerse al acuerdo entre los presidentes Obama y Raúl Castro.
El comité de Rubio invitó a atestiguar a una serie de disidentes cubanos de diferentes suaciones políticas: desde derechistas duros como Berta Soler, líder de una facción de las Damas de Blanco (un grupo fundado por los parientes de prisioneros políticos), y Rosa Maria Payá del Movimiento de Liberación Cubano Cristiano; hasta moderados como Miriam Leiva, y social demócratas como Manuel Cuesta Morúa, ambos de los cuales apoyan la reanudación de relaciones diplomáticas.
Disfrazando esta iniciativa como el derecho del Congreso a supervisar la política exterior de los EU, comités como el de Rubio se han abrogado el papel de juez y jurado con respecto a la política interna de Cuba. La colaboración de disidentes como éstos con los intentos de las instituciones gubernamentales de los EU para conferirle al Platismo un carácter oficial, han ayudado a legitimar la intervención de los EU en los asuntos internos de Cuba. Sus comparecencias ante los organismos oficiales estadounidenses también han desacreditado a toda la disidencia cubana ante los cubanos anti-imperialistas nacionalistas cada vez mas críticos de su gobierno.
El gobierno estadounidense también ha tratado de establecer vínculos con varios elementos de la oposición en Cuba. Ese es el caso del conocido disidente socialdemócrata Elizardo Sánchez, como también lo es Vladimiro Roca (hijo de Blas Roca, uno de los líderes del Partido Comunista de Cuba antes de la revolución), un social demócrata que se ha ido hacia la derecha. Conforme a un cable del 2006 de la Sección de Intereses de los EU (USINT), distribuido por Wikileaks, Sánchez y Roca se encontraron con Michael Parmly, el jefe de la USINT, para pedirle que rescindiera su decisión de prohibir el acceso a dos centros de internet de la USINT a diez cubanos, quienes según Sánchez y Roca habían sido injustamente incluidos en la lista negra de la Sección, quizás por instigación de disidentes rivales. El cable no especifica la relación de trabajo de Sánchez y Roca con la misión diplomática norteamericana, pero si muestra la voluntad de esos disidentes socialdemócratas a colaborar con el gobierno norteamericano.
El financiamiento secreto de los EU a un número desconocido de cubanos en la oposición es, no solo una iniciativa más, sino la más grave. En un momento dado, el mismo Elizardo Sánchez señaló que para la disidencia, la ayuda financiera directa del gobierno de los EU podía ser muy dañina, aunque más tarde cambió de opinión. Los disidentes que han aceptado esa ayuda sostienen que, en un país como Cuba, es muy difícil mantenerse en la oposición, y señalan que además de contar con un extenso sistema de vigilancia y de recurrir al encarcelamiento, el gobierno controla el acceso a la educación superior y, hasta recientemente, casi todas las fuentes de empleo en la isla. Aún controla el 75 por ciento de la empleomanía, aunque esta proporción es mucho más alta en la esfera profesional y académica, de la que un gran número de los disidentes dependen para su empleo.
La respuesta del gobierno cubano al Platismo
No es de sorprender que el gobierno cubano haya usado la ayuda, real e imaginaria, del gobierno norteamericano a la disidencia como un ariete para golpear a la oposición. Pero fiel a su costumbre, el gobierno de Cuba sigue respondiendo al desafío de una disidencia pacífica, no violenta con la represión administrativa y/o policiaca. En 1999, el gobierno aprobó la Ley de Protección de la Independencia Nacional y la Economía de Cuba que, entre otras cosas, criminalizó el recibir fondos de países hostiles, aunque esos fondos estén  dedicados a actividades políticas pacíficas, como reuniones y manifestaciones; y escribir artículos para órganos hostiles de la prensa como El Nuevo Herald de Miami.
En el 2003, 75 disidentes fueron sentenciados a un largo término de prisión por haber quebrantado esa ley. Su encarcelamiento provocó un gran furor en el extranjero y la crítica de varios personajes que por mucho tiempo habían sido partidarios del gobierno cubano, como el escritor uruguayo Eduardo Galeano, y el novelista portugués ganador del Premio Nobel José Saramago. El gobierno dejó salir a unos cuantos de esos disidentes varios años después por razón de salud; pero los 50 restantes permanecieron en la cárcel hasta el 2010, cuando a razón de las negociaciones entre el gobierno de Raúl Castro y la jerarquía de la Iglesia Católica fueron puestos en libertad después de que la mayoría  aceptara “voluntariamente” salir deportada de la isla (mayormente rumbo a España).
Aún en el caso que todos los 75 hubieran recibido ayuda material de los EU, el gobierno no debería haber manejado las actividades pacíficas de ese grupo como un asunto criminal, sino como un asunto político sujeto a un debate público. Si todos los cubanos en la isla, incluyendo la oposición pacífica, tuvieran el derecho de libertad de prensa, de palabra y de reunión, y si se les garantizara el acceso a los recursos para ejercer esos derechos de una manera proporcional y justa, solamente entonces sería justo criminalizarlos por recibir ayuda material del gobierno norteamericano. Desafortunadamente, el gobierno no permite ningún acceso a los medios de comunicación a ninguna oposición, no importa de que tipo.
La disidencia cubana y el apoyo de los Estados Unidos
La ayuda financiera del gobierno de los EU y de organizaciones formalmente no gubernamentales pero financiadas por el estado, tales com Freedom House, no sólo ha puesto en entredicho la independencia de los grupos de oposición en Cuba, sino que también los ha distraído de su misión para organizar a los cubanos, y en su lugar ha promovido actividades orientadas al exterior, como dedicarse a rendir declaraciones a la prensa extranjera, y a recibir los cheques de la embajada norteamericana.
El enfoque organizativo con miras a la autosuficiencia, aún en las cirunstancias tan difíciles que predominan en la isla, le permitiría a la disidencia una independencia y fuerza política que jamás podría obtener dependiendo de un gobierno extranjero para sobrevivir política y materialmente. Es precisamente ese modelo organizativo que adoptó el Comité de Defensa de los Trabajadores (KOR), un grupo de oposición de tendencia izquierdista en Polonia que jugó un papel clave en sentar las bases de la insurgencia del movimiento Solidarnosc de 1980. Según lo narra Jan Josef Lipsky, uno de los líderes de ese grupo, en su libro KOR’s Workers’ Defense Committees in Poland, 1976-1981, su grupo implementó un modelo organizativo que, a pesar del despido y encarcelamiento masivo de sus miembros, permitió forjar la alianza entre los trabajadores activistas y los intelectuales que sirvió como preludio a la huelga en el puerto de Gdansk que detonó el movimiento de Solidaranocz en 1980.
Ese modelo no necesariamente excluye el apoyo financiero y político de las organizaciones verdaderamente independientes en el extranjero. Las organizaciones independientes de derechos humanos, tales como Amnesty International, han desempeñado un papel clave para sacar a la luz pública los abusos de los derechos humanos inflingidos por el gobierno cubano. Mientras más sindicatos progresistas, grupos políticos y organizaciones religiosas internacionales apoyen a las organizaciones independientes en Cuba, menos tendrán estos grupos cubanos que depender del apoyo de instituciones imperialistas.
Parte de la disidencia cubana influida  por el platismo sostiene que, en Cuba, la cuestión de la auto-determinación nacional—y por lo tanto la amenaza  que depender de un gobierno extranjero implica para su propia independencia—no tiene base en la realidad de la isla: en una Cuba sin democracia, dicen ellos, no puede haber auto-determinación, y cualquier objeción a la ayuda del gobierno norteamericano obstruye la lucha por la democracia en la isla.
Pero este argumento solo confunde las dos nociones. Históricamente, el derecho a la autodeterminación nacional jamás ha estado supeditado a la condición de la democracia interna. Por ejemplo, la opinión pública internacional, incluyendo la izquierda, enérgicamente protestó la invasión imperialista del dictador fascista Benito Mussolini contra Etiopía en los 1930s.  Esa protesta  ocurrió independientemente del hecho que, en aquel entonces, Etiopía estaba gobernada por el Emperador Haile Selassie a la cabeza de un sistema porfundamente reaccionario caracterizado, entre otras cosas, por la existencia de la esclavitud.
Según otro argumento demagógico que la disidencia ha esgrimido, aunque menos frecuentemente, hasta el mismo gobierno cubano se ha vuelto platista dado los pasos que recientemente ha dado para establecer relaciones económicas con los EU para resolver la crisis económica de la isla. Esta posición fue explícitamente articulada por el socialdemócrata Manuel Cuesta Morúa en su artículo titulado “El Platismo Revolucionario” que apareció en la conocida publicación disidente 14 y Medio.com. Además de proponer el asombroso argumento que el conflicto entre Castro y el gobierno de los EU fue resultado de una decisión “voluntaria” del liderazgo cubano, Morúa afirma en dicho artículo que el modelo económico actual de Cuba es el mejor ejemplo de un Platismo revolucionario porque solamente se puede sostener en relación a la economía de los EU.
Este argumento distorsiona el Platismo a un grado tal que le quita todo el sentido a ese término. El poder económico objetivo que los EU poseen como representante del capital doméstico e internacional ha forzado a muchos países a hacerle concesiones políticas a costa de su soberanía nacional. Pero esto no ha sucedido en Cuba todavía (aunque no es posible eliminar la posibilidad de que suceda en el futuro, especialmente después de que los líderes de la “generación histórica” hayan pasado a mejor vida).
Va sin decir que en las transacciones del gobierno cubano con el capital extranjero tienen aspectos verdaderamente reprensibles. Carecen de transparencia y no las someten a ninguna discusión pública. Mas que nada, sus prácticas laborales—en las que se ha impuesto como intermediario obligatorio—son verdaderamente explotativas. Le paga a los trabajadores cubanos solo una fracción de lo que le cobran a las corporaciones a cuenta de salarios, al mismo tiempo que les niega el derecho a organizarse independientemente para negociar, o con los capitalistas extranjeros o con el gobierno mismo, su compensación y condiciones de trabajo.
Las consequencias del Platismo
Al acogerse al Platismo, los disidentes acaban perjudicando la lucha contra el estado unipartidista y la pelea  por la democratización política y económica de la sociedad cubana. El Platismo es una ideología que sólo debilita la soberanía política de Cuba y amenaza con arrastrar a la isla al pasado neo-colonial pre-revolucionario, una condición que la revolución transcendió, aunque haciendo pagar a los cubanos el costo innecesario de un estado unipartidista.
El compromiso que muchos platistas dicen tener con la democracia  se ha vuelto aún más dudoso por su silencio, y hasta su apoyo, al intento de golpe de estado en Venezuela en el 2002, apoyado por los EU, y el golpe que sí se llevó a cabo en Honduras en el 2009.  El Platismo obsequioso de muchos disidentes también ha causado un gran daño estratégico a la causa anti-castrista, porque le ha abierto las puertas al gobierno cubano para caracterizar a sus críticos como lacayos de los EU ante la opinión internacional.
Hay que defender a los individuos y organizaciones perseguidos por el gobierno cubano por conducir actividades políticas pacíficas, aún a los platistas y a aquellos que abogan por la restauración de una economía de “libre mercado.” La defensa de los derechos democráticos y los derechos humanos contra un sistema que los rechaza es una obligación que va más allá de cualquier desacuerdo político por fundamental que sea. Pero ésto es una cosa muy diferente que darle apoyo político a los platistas.  El Platismo, a fin de cuentas, socava cualquier posibilidad de auto-determinación nacional y de democratización.
La visita del Presidente Obama ha sido un paso en la dirección correcta para normalizar las relaciones de los EU con Cuba. Por eso se merece una bienvenida como reconocimiento de sus esfuerzos para enmendar algunos de los daños que la política extranjera de los EU le ha inflingido a la nación cubana. Pero ese reconocimiento no debe confundirse con la gratitud indigna, y mucho menos con presiones para que utilice el poder del estado imperialista que él preside para presionar por la democratización en Cuba. Esa tarea le incumbe sólo a los cubanos, no a Washington.
Traducido por Selma Marks del artículo original publicado en la revista norteamericana Jacobin.
Analista político. Editor de la revista cubana Temas.
Profesor. Universidad de Harvard. Colaborador y miembro del Consejo Asesor de Temas.
Miembro del equipo editorial de la revista Temas y profesor de Economía en el Colegio Universitario San Gerónimo de La Habana.
nació y se crió en Cuba y ha escrito muchos libros y artículos sobre dicho país. Su último libro, The Politics of Che Guevara:Theory and Practice, saldrá a la luz en abril 2016.
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