Written by Alan Woods
Wednesday, 07 January 2015
Mientras despedían con bailes el Viejo Año y daban la
bienvenida al Nuevo con cantidades copiosas del mejor champán, como es su
costumbre; los burgueses, desde Nueva York hasta Londres, deben haber sentido
un brillo reconfortante de confianza. Cinco años después de la catástrofe de
2008, ¿no están todavía firmemente al mando del timón? Los temores iniciales de
que la crisis debía conducir a un terrible apocalipsis social y político se han
disipado. El capitalismo está vivo y coleando. Los beneficios están fluyendo
alegremente y los ricos son cada vez más ricos. En resumen, todo va bien en el
mejor de los mundos capitalistas.
Todo esto nos
recuerda el ambiente de falsa confianza que debe haber existido en el salón de
baile del Titanic justo antes de que alguien en la cubierta apreciara la tenue
silueta de un iceberg. Al pasar por encima de este alegre carnaval de hacer
dinero, los que tienen ojos para ver ya podrían detectar los nubarrones de
tormenta. Hace doce meses, los
economistas predecían que 2014 sería el año de la recuperación. Un año más
tarde nadie mantiene seriamente esa vana ilusión. La economía mundial se
encuentra en el mejor de los casos estancada, y un número creciente de
economistas están prediciendo una nueva recesión.
El marxismo explica que en última instancia la
viabilidad de cualquier sistema socioeconómico está determinada por su
capacidad para desarrollar las fuerzas productivas. Esa es la razón fundamental
de la crisis actual. La sociedad burguesa se encuentra en un callejón sin
salida del que no hay escape. Los economistas burgueses no comprenden la crisis
y no tienen ninguna solución. Se trata de un caso de un ciego guiando a otro
ciego.
La crisis de 2008 fue un punto de inflexión histórico.
Antes de ella, los economistas y políticos coincidían en que el Estado no debería
desempeñar ningún papel en la economía. Pero desde entonces, todos los grandes
bancos han tenido que apoyarse en el Estado como en unas muletas. La
generosidad del Estado hacia los bancos se ha transformado ahora en una tacaña
mezquindad hacia el resto de la población. De repente no hay dinero para las
escuelas y los hospitales, para los pobres y enfermos, las jubilaciones y las
becas para los estudiantes. Pero para los parásitos ricos hay dinero sin
límite.
Esta generosidad sin precedentes hacia los banqueros
tenía la intención de estimular el crédito y, con él, una recuperación
económica. Pero los miles de millones de generosidad pública no han conducido a
una recuperación digna de ese nombre. Los banqueros se embolsaron el dinero y
lo utilizaron para especular en bolsa para obtener beneficios aún mayores. La
desigualdad ha crecido a niveles sin precedentes. Al igual que un gigantesco
gusano parásito chupando la sangre vital de la sociedad, los ricos se hacen
cada vez más ricos, mientras que millones de personas están sumidas en la
pobreza y la desesperación.
La verdadera perspectiva se demostró el año pasado en
un informe de la OCDE que concluía que no habría ningún crecimiento de la
economía mundial durante los próximos cincuenta años. ¿Qué significa eso?
Significa décadas de austeridad, recortes y ataques a los niveles de vida. Esa
es una receta acabada para una explosión de la lucha de clases en todas partes.
El intento de resolver la crisis a través de la flexibilización cuantitativa en
los EE.UU. era una medida dictada por la desesperación. Ahora se han visto
obligados a retroceder. El ejemplo de Japón es aún más elocuente. El intento
del primer ministro Abe de hacer lo mismo, también ha terminado en una derrota
ignominiosa. Mientras tanto, el descontento crece.
Esta crisis afecta a todos los países del mundo. La
globalización se manifiesta como una crisis global del capitalismo. China se
suponía que actuaba como la fuerza motriz de la recuperación. Pero el
crecimiento en China se está desacelerando. Los llamados BRICs están en crisis.
Brasil está en recesión; India está en crisis, como se revela en una fuerte
caída en el valor de la rupia. La economía rusa se ha visto afectada por la
caída del precio del petróleo (en sí misma un reflejo del estancamiento y de la
caída de la demanda), agravada por las sanciones, y se enfrenta a una grave
recesión.
Uno podría haber pensado que los saudíes disminuirían
la producción de petróleo para apuntalar la caída del precio del crudo. Por el
contrario, los saudíes continúan impulsando la producción de petróleo con el
fin de destruir la rentabilidad del creciente sector de producción de petróleo
en los EE.UU. a través del "fracking". Pero la caída del precio del
petróleo significa un desastre para otras naciones productoras de petróleo como
Irán, Irak y Venezuela.
La crisis de Europa
Hace dos años, Mario Draghi, declaró que la UE
gastaría todo lo que hiciera falta para defender el euro. Pero, ¿quién tiene
las sumas necesarias? Los alemanes, y los alemanes no tienen ningún deseo
especial en financiar las deudas de los países del sur de Europa. El desempleo
en Europa se encuentra oficialmente en alrededor del 11%, lo que subestima la
realidad. En España es alrededor del 25% y en Grecia es aún peor. De cada tres
jóvenes griegos, dos no tienen trabajo. Nada se ha resuelto en Grecia.
La crisis del euro se inició hace cinco años en
Grecia, y ahora ha entrado en una nueva etapa en este país. Después de cinco
años de recortes, austeridad y sufrimientos, la deuda pública ha pasado del
125% del PIB al 175%. Todos los sufrimientos de la gente han sido en vano.
Grecia se cierne sobre el borde de una nueva y aún más terrible crisis. El
colapso de la coalición burguesa de derechas liderada por Adonis Samaras ha
abierto un período nuevo y tormentoso. Todos los sondeos de opinión indican que
Syriza ganará las elecciones a finales de enero.
Samaras pensaba que Bruselas le daría un margen de
maniobra, pero este no fue el caso. Merkel y los otros amos de Europa fueron
implacables. Exigieron nuevos y aún más profundos recortes en las pensiones y
los niveles de vida. Por tanto, el primer ministro griego intentó hacer una
jugada desesperada para la elección de un nuevo presidente. Debido a que este
puesto tiene un carácter más o menos ceremonial, tal elección normalmente
despertaría una indiferencia total. Pero esta vez dio lugar a una crisis
inmediata. Las fuertes caídas en la bolsa de Atenas revelaron el extremo
nerviosismo de la burguesía.
La burguesía está aterrorizada por la perspectiva de
un gobierno de Syriza en Grecia. Lo que les da miedo no es tanto los dirigentes
de Syriza, que ahora están tratando de tranquilizar a la troika de que son
políticos responsables, sino las fuerzas de clase que están detrás de Syriza.
Los trabajadores griegos han demostrado una combatividad colosal. Han
participado en más de treinta huelgas generales en los últimos cuatro años.
Pero esto tiene sus límites. En el pasado, las manifestaciones y huelgas a
veces podían obligar al gobierno a cambiar sus políticas. Pero ese ya no es el
caso. La crisis es demasiado profunda para hacer concesiones serias. En Grecia
ha habido más de treinta huelgas generales. El arma de la huelga de 24 hs, por
lo tanto, pierde cualquier poder que podría haber tenido. Se convierte en un
ritual sin sentido que la burguesía y el gobierno pueden ignorar.
Bloqueados en el frente industrial, los trabajadores
se dirigen naturalmente hacia el frente político en busca de una solución a sus
problemas más acuciantes. Votarán a Syriza, pero la experiencia les ha hecho
desconfiar de todos los políticos. Tsipras promete reformas: un aumento del
salario mínimo, comida y electricidad gratis para las familias pobres, aumento
del empleo en el sector público. El problema es que sobre bases capitalistas,
estas medidas no pueden funcionar. Un gobierno de Syriza se encontrará
inmediatamente con el sabotaje de los banqueros y capitalistas. Incluso antes
del anuncio de las elecciones la prensa ya estaba informando de una salida
masiva de capital. Esto ya es una advertencia de la huelga de capital que
golpearía a un gobierno de izquierdas en Grecia.
Inestabilidad en todo el mundo
Donde quiera que se mire hay inestabilidad: económica,
financiera, social, política y diplomática. La situación actual del mundo no
tiene precedentes en la historia. En el pasado, siempre había tres o cuatro
grandes potencias que se equilibraban mutuamente. Pero desde la caída de la
URSS sólo hay una superpotencia, los Estados Unidos. EE.UU. gasta 640 mil
millones de dólares cada año en armas. Ningún otro país puede compararse con
este vasto poder militar. Y sin embargo, el poder del imperialismo
estadounidense tiene límites y estos límites fueron expuestos en Irak y
Afganistán.
Como un elefante en una cacharrería, los miopes
imperialistas norteamericanos han desestabilizado todo Oriente Medio y el Norte
de África, así como Pakistán. Ahora, están obligados a enviar la fuerza aérea
de Estados Unidos para bombardear a los mismos yihadistas que ellos y sus
aliados de Qatar y Arabia Saudí organizaron, armaron y financiaron en un
fallido intento de derrocar al régimen de Assad en Siria. Este vuelco repentino
de la política estadounidense en la región ha tenido una consecuencia que no
fue prevista por las damas y caballeros de Washington, ni deseada por ellos. Se
ha inclinado la balanza fuertemente en favor de Irán, que ahora tiene el
control efectivo sobre grandes partes de Irak, así como una influencia
creciente en Siria y el Líbano.
Debido al 100º aniversario de la Primera Guerra
Mundial, muchas personas han tratado de establecer analogías con la situación
actual. Pero tales analogías carecen de todo sentido. La situación actual es
muy diferente a la de agosto de 1914. El asesinato de Francisco Fernando fue
seguido inmediatamente por un ultimátum de los austriacos. Ahora, con Rusia
interviniendo en Ucrania, los estadounidenses hacen mucho ruido y en la
práctica no hacen nada - al menos en términos militares. La impotencia de
Europa ha sido aún más cruelmente expuesta por la crisis ucraniana. Han
introducido sanciones, pero esto resultó contraproducente inmediatamente para
Europa, especialmente para Alemania. El colapso del rublo significa que las
exportaciones alemanas a Rusia están bloqueadas.
La propia Rusia está ahora en crisis. Esto marcará un
giro en la situación. Los trabajadores rusos estaban dispuestos a tolerar a
Putin, siempre y cuando garantizara la estabilidad y el crecimiento económico.
Pero ahora la situación está cambiando en su contrario. La crisis ucraniana le
permitió a Putin envolverse en la bandera del nacionalismo ruso, apelando al instinto
natural de los obreros rusos de expresar su simpatía y solidaridad con sus
hermanos y hermanas ucranianos. Pero las acciones de Putin están exponiendo su
actitud cínica hacia el pueblo de Ucrania. Su retórica nacionalista puede
servir para engañar a las masas por un tiempo, pero tarde o temprano la niebla
nacionalista se disipará y habrá una fuerte reacción contra el régimen actual.
Con un retraso inevitable los obreros rusos sacarán las conclusiones necesarias
y pasarán a la acción.
Perspectivas revolucionarias
Lejos de haber logrado estabilizar la situación, el
capitalismo mundial se hunde más y más en la crisis. Como dijimos hace mucho,
todos los intentos de la burguesía de restablecer el equilibrio económico sólo
sirven para destruir el equilibrio social y político. Ahora vemos esto en un
país tras otro. La llamada recuperación es la más débil de la historia y la
única solución que se les ocurre a la clase dominante y a sus agentes políticos
es más recortes y más austeridad, a pesar de que la experiencia ha demostrado
que el único resultado es profundizar la crisis y aumentar los déficits,
mientras que provoca la polarización social que amenaza con ir más allá de los
límites de la legalidad y amenaza con derrocar el orden existente.
El crecimiento sin precedentes de la desigualdad está
destrozando el tejido mismo de la cohesión social. Marx predijo que el
capitalismo conduciría inevitablemente a la concentración del capital y a una
polarización entre ricos y pobres. Hoy en día esta predicción de Marx, que
provocó la indignación de los sociólogos burgueses universitarios, ahora se ha
demostrado en condiciones de laboratorio. En todas partes hay un profundo odio
a los banqueros y a los ricos, y también una profunda desconfianza hacia todos
los partidos políticos existentes, no sólo a los partidos burgueses, sino
también a los llamados partidos de izquierda.
En todas partes vemos un creciente malestar social, a
pesar de que aún carece del necesario objetivo, organización y dirección. En
Gran Bretaña, hace tres años hubo disturbios de los jóvenes desempleados, que
pilló a todo el mundo por sorpresa. En Italia, no hace mucho, los dirigentes
sindicales levantaron su dedo meñique y un millón de trabajadores se
manifestaron en las calles de Roma. En Grecia, los trabajadores han
protagonizado más de treinta huelgas generales. Hemos visto explosiones
sociales en Portugal, Brasil, Turquía, e incluso antes en Túnez y Egipto.
Frente a estos hechos, ¿quién puede atreverse a decir que las masas están
pasivas y apáticas?
Una y otra vez las masas han demostrado su voluntad de
luchar. Pero cuando se mueven a la acción para tratar de cambiar la sociedad,
no encuentran la organización y la dirección que pueda proporcionarles la
cohesión y la claridad necesaria que solo puede garantizar el éxito. Por el
contrario, se encuentran con que las organizaciones reformistas existentes
actúan como un freno colosal sobre el movimiento, y una barrera en su camino.
Los dirigentes reformistas se consideran a sí mismos
como grandes realistas pero de hecho son el peor tipo de utópicos. Arropados en
sus oficinas confortables y en la atmósfera enrarecida de las cámaras de
debates parlamentarios, están completamente fuera de contacto con la realidad.
Ellos no ven el estado de ánimo de ira en ebullición que existe en las
profundidades de la sociedad. Al carecer de confianza en la clase obrera, ven
todo a través de las gafas reformistas que les ciegan ante la realidad.
Es la falta del factor subjetivo - el partido
revolucionario y la dirección - la razón principal del carácter prolongado de
la crisis. Es esto también lo que le da un carácter tan convulso. La
contradicción central de la época es el enorme contraste entre la madurez de la
situación objetiva para la revolución y la bancarrota de las organizaciones
existentes. Como Trotsky planteó en 1938, la crisis de la humanidad se reduce a
la crisis de la dirección de la clase obrera. La pregunta más importante es:
¿cómo va a resolverse esta contradicción?
Los sectarios se deshacen fácilmente de este problema.
Dicen: los dirigentes reformistas han traicionado y siempre traicionarán. Y
hacen un llamamiento a los trabajadores a unírseles en la construcción de un
nuevo partido - una apelación que siempre cae en saco roto porque los
trabajadores no entienden de organizaciones pequeñas. La vida les ha enseñado
que incluso para ganar una huelga se necesita una organización de masas.
¿Cuánto más es el caso cuando se trata de cambiar la sociedad?
Sin embargo, es un grave error hacer un fetiche de
cualquier organización existente. "Todo lo que existe merece perecer"
fue una máxima de Heráclito que Marx citaba a menudo. El hecho de que un
partido (o incluso un sindicato) fuera una vez una fuerza de masas no significa
en absoluto que siempre debe seguir siéndolo. Los partidos, como las personas,
pueden nacer y florecer durante un tiempo, y luego dejar de existir. Tales
transformaciones son relativamente raras en períodos "normales", pero
no son nada extrañas durante los períodos de grandes conmociones sociales. De
hecho, son muy comunes.
Degeneración sin paralelo
Hay muchos paralelismos entre esta situación y la
situación de antes de 1914. Entonces, un largo período de auge capitalista condujo
a la degeneración nacional-reformista de la socialdemocracia. Eso fue expuesto
cruelmente en agosto de 1914. El largo período de auge capitalista que siguió a
la Segunda Guerra Mundial llevó a una degeneración sin precedentes de todos los
partidos de la clase obrera - no sólo los partidos socialdemócratas, sino
también de los antiguos partidos comunistas.
En un período revolucionario, los partidos y sus
dirigentes están sujetos a un estrecho control por las masas que están buscando
una manera de salir de la crisis. Éstas, desarrollan una sensibilidad muy aguda
y una actitud crítica que estaba ausente o poco desarrollada antes. En períodos
"normales", las personas tienden a no involucrarse en la política,
que se les aparece como algo ajeno, misterioso, e incomprensible. Dicen:
"Dejemos la política a los políticos. No entiendo de estas cosas". De
la misma manera en el sindicato, dejan hacer a los dirigentes oficiales.
Pero en un período revolucionario, esta actitud
comienza a cambiar. Las masas tienen un creciente interés por los asuntos
políticos que afectan a sus vidas de manera muy directa. En su búsqueda de
soluciones miran primero a un partido, y luego a otro. Los gobiernos, los
programas y los dirigentes son puestos a prueba, y, si son considerados
deficientes, las masas pueden descartarlos para buscar en otro sitio. Los
partidos que parecían ser invulnerables y fijos para todos los tiempos pueden
decrecer e incluso desaparecer. En tales situaciones, se producirá todo tipo de
crisis, rupturas y reagrupamientos.
Podemos ver que esto ya está sucediendo. En Italia,
durante décadas el Partido Comunista (PCI) fue el más fuerte fuera del bloque
soviético. Pero la degeneración sin precedentes de estos partidos llevó al
colapso del PCI. Incluso antes vimos la desaparición del Partido Socialista
Italiano, que en el pasado también tenía una base considerable. Ahora no queda
nada de ninguno de estos partidos que una vez fueron vistos como los partidos
tradicionales de la clase obrera italiana.
He oído decir por ahí que el Pasok era el partido
tradicional de la clase obrera griega, pero esto es falso, o en todo caso
requiere algunas matizaciones serias. De hecho, el Pasok era un partido
relativamente nuevo, que data de 1974. Antes de eso, el Partido Comunista de
Grecia (KKE) era el partido de la clase obrera griega. El Pasok surgió
precisamente en una situación revolucionaria que siguió a la caída de la Junta
Militar. Su fundador, Andreas Papandreu, hijo de George Papandreu, un liberal
burgués que jugó un papel traidor como títere del imperialismo británico
después de la Segunda Guerra Mundial, levantó un programa que estaba (al menos
de palabra) a la izquierda del KKE .
Como resultado, el Pasok atrajo a un gran número de
trabajadores y jóvenes radicalizados que habían sido repelidos por el
estalinismo burocrático del KKE. Durante algunos años el Pasok podía ser
considerado el principal partido de la clase obrera griega, con fuertes
vínculos con los sindicatos. Pero el KKE hasta este día todavía mantiene la
lealtad de muchos trabajadores griegos políticamente conscientes y tiene muchos
seguidores en los sindicatos. Mientras tanto, ¿qué ha pasado con el PASOK? Su
participación en el gobierno durante la actual crisis significó que sus
dirigentes asumieron la plena responsabilidad por los recortes y la austeridad
que han asolado a la sociedad griega. Como resultado, su apoyo ha derrumbado. Y
quedará aún más reducido en las elecciones de este mes. De hecho, algunos
observadores han especulado que podría perder todos sus miembros en el
parlamento y quedar reducido a un grupo extraparlamentario. El rápido ascenso
de Syriza en Grecia es una indicación de procesos que pueden tener lugar en
todas partes.
El surgimiento explosivo de PODEMOS en España revela
el alcance y la profundidad del descontento popular que existe en todas partes.
En España, como en Italia, el Partido Comunista era una fuerza de masas, pero
como resultado de décadas de degeneración y traiciones ha quedado reducido a
una sombra débil de lo que fue. Para comprender la rapidez con la que los
acontecimientos se están moviendo, recordemos que hace sólo un año, PODEMOS
apenas existía como fuerza política. Sin embargo, ahora las encuestas de
opinión en España lo han aupado como primera opción política para los votantes,
por delante del Partido Socialista (PSOE) y muy por delante del derechista PP,
que se dirige a una severa derrota.
En Gran Bretaña hemos visto el extraordinario éxito
del "Sí" en el referéndum de Escocia, lo que sin duda representa un
cambio fundamental en la situación. No hay duda alguna de que se trataba de un
voto de izquierdas, un voto en contra de los Conservadores y los Liberales (voy
a tratar esto en un artículo aparte), pero al mismo tiempo, el Partido
Laborista (que tenía una base muy potente en Escocia ) también sufrió un
rechazo. En el momento de escribir este artículo, por increíble que pueda
parecer, el líder laborista Ed Miliband es menos popular en Escocia que incluso
el líder conservador David Cameron. Como resultado de años de la dirección
derechista de Blair, el Laborismo es visto por muchos como otro partido del
Establishment.
Por supuesto, no hay que caer en el impresionismo.
Partidos como el Partido Laborista británico todavía tienen grandes reservas de
apoyo en las masas. Pero es igualmente cierto que el escenario político es
mucho más volátil, turbulento e impredecible de lo que lo era en el pasado. Uno
por uno, todos los partidos políticos serán puestos a prueba y entrarán en
crisis. Habrá cambios violentos a la izquierda y a la derecha. Los cambios
agudos y repentinos están en el orden del día. Tenemos que estar preparados
para ellos.
No hace falta decir que los acontecimientos no
ocurrirán en una línea recta. Es una tontería en extremo imaginar que los
trabajadores están siempre dispuestos a montar barricadas. La historia misma
nos enseña que las revoluciones son acontecimientos raros. Al igual que las
guerras, no son el estado normal de las cosas, sino una ruptura de la
"normalidad". Siempre hay una tendencia a aferrarse al estado de
cosas existente. Ese es el camino más fácil, cómodo y natural para las masas.
Sin embargo, en un período de convulsiones violentas, las masas aprenden a
cuestionar esta "normalidad" y a buscar una salida, explorando una
avenida tras otra.
La crisis se desarrollará en todas partes, a ritmos
diferentes y con diferente intensidad durante años y décadas. Durante un
período todo el péndulo continuará moviéndose hacia la izquierda. Por supuesto,
la revolución no avanzará en línea recta. Los períodos de gran avance se
alternarán con momentos de cansancio, desilusión y desesperación; grandes
avances serán seguidos por momentos de calma, derrotas e incluso de reacción.
Esta inevitable retraso - en sí una expresión de la debilidad del factor
subjetivo - no es una mala cosa, desde nuestro punto de vista.
Hay muchos paralelismos entre la guerra entre las
clases y las guerras entre naciones. Una guerra no es una batalla continua,
sino una serie de escaramuzas, en las que los ejércitos contendientes aprenden
a medir la fuerza relativa de cada lado; los avances son seguidos por
retrocesos, y períodos de esfuerzo violento son interrumpidos por largos
períodos de inactividad, observando y esperando. Estas pausas inevitables entre
batallas, se utilizan para cavar trincheras, limpiar los equipos, y para
movilizar, ejercitar y entrenar a nuevos reclutas.
Para los marxistas el estudio de las perspectivas no
es un ejercicio académico, sino una forma de preparar a los cuadros para las
próximas batallas. Trotsky dijo que la teoría es la superioridad de la
previsión sobre la sorpresa. Los empíricos superficiales, que se imaginan a sí
mismos como gente muy sabia, porque se limitan a los "hechos
inmediatos" son siempre tomados por sorpresa cuando la marcha de los
acontecimientos sigue un camino que nunca previeron y nunca soñaron que podría
existir. Los marxistas, por el contrario, miran más allá de los
"hechos" y penetran debajo de la superficie para exponer el proceso
subterráneo que opera en las profundidades de la sociedad.
Este año es el 100º aniversario de la Conferencia de
Zimmerwald, cuando un puñado de internacionalistas revolucionarios se reunieron
en la oscura aldea suiza de Zimmerwald en un intento de organizar y coordinar
las fuerzas que todavía estaban por el socialismo internacional. Cuando Lenin
miró a su alrededor y vio cuán pocos eran, comentó: "¡Parece que podemos
juntar a todos los internacionalistas del mundo en dos diligencias!"
Cuando Lenin pronunció esas palabras, la tarea a la
que enfrentaban los revolucionarios parecía casi sin esperanza. Eran grupos muy
pequeños, en su mayoría aislados de las masas y que trabajaban en condiciones
de una dificultad inimaginable. Sin embargo, sólo dos años después la
revolución rusa había estallado y la inmensa marea de la revolución llevaría a
Lenin y a los bolcheviques al poder. Sí, en efecto, cambios bruscos y
repentinos en la situación. Y
la historia tiene la costumbre de repetirse.
Dejemos el pesimismo para los burgueses y sus
parásitos reformistas. ¡Tienen toda la razón para ser pesimistas! Pero nosotros
tenemos todo el derecho a ser optimistas. Damos la bienvenida al Año Nuevo con
el espíritu que nuestra Época requiere: un espíritu de entusiasmo por la
batalla que es inminente, la batalla entre un Orden desgastado, en
descomposición y degenerado, que ha dejado de ser útil y se encuentra listo
para ser derrocado; la batalla del futuro contra el pasado, la batalla por un
mundo nuevo y mejor: la batalla por el socialismo.
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