EL SALVADOR. Extremas políticas y sociedad civil
jorge Castillo
Politólogo
La tragedia nacional que vive El Salvador tiene responsables directos: las cúpulas en ARENA-FMLN. Ambos, partos de la guerra. Ambos, representantes de los extremos de la acción y reacción viscerales. Ambos, viendo siempre a la ciudadanía en función utilitaria. A los dos se les dio la oportunidad de gobernar y los dos han fallado. De ahí la cosecha de aquel trunco Acuerdo de Paz de 1992: Delincuencia, impunidad y mediocridad en la función pública.
ARENA-FMLN son partidos empresas y maquinarias electorales a la vez. Sus objetivos responden a preservar sus particulares intereses. Ambos actores políticos estan lejos, pero muy lejos, de ser los institutos políticos de los que urge nuestra maltrecha democracia.
Resulta increíble que esas dos maquinarias electorales, que hace 23 años firmaron la falsa paz, no den muestras de una mínima voluntad política para ponerse de acuerdo en el rumbo del país, porque estan más pendientes del error que su adversario comete, para darle volumen y corregirle la plana. No tienen conciencia que su actitud lo único que logra es alimentar el odio en sus creyentes, que por necesidad emocional, conveniencia laboral o por equivocación, aceptan ser reducidos al triste papel de borregos activistas, e incluso, de ingenuos fanáticos.
Las cúpulas partidarias y los mecenas financieros de ambos partidos, lucen ahora como lo que realmente son: adoradores del becerro de oro. Unos, actuando como la rancia oligarquía que busca “rescatar” al país: otros, desempeñando con eficiencia su rol como oligarquía emergente y administradora de la caja chica estatal. Mientras, el pueblo muere a diario en manos de sus verdugos criminales o en el viaje hacia el norte, en busca de trabajo.
La conspiración es consustancial a esas dos maquinarias electorales. Quizás por eso hacen encerronas fuera del país, que por cierto caen como anillo al dedo de quienes gobiernan, pues encuentran la excusa ideal para sacudirle el polvo a sus bases, mandándolas a las calles y creando leyendas urbanas: “Mano negra”, “Grupos oscuros”, “Golpes suaves” y hasta irresponsables afirmaciones de “Golpes de Estado”, que sirven como distractores para hacer que la gente olvide sus problemas cotidianos.
En la sociedad civil, si bien se evidencia cansancio, a ratos disimulado como frustración y apatía, pero cansancio al fin, también hay signos positivos como el surgimiento de la “Coalición por la Democracia Plena”, que aglutina a cuadros del ISD, INCIDE e IEJES. En su conjunto, configura un centro de pensamiento esperanzador. Ojalá que en su accionar muestren independencia, critiquen con respeto y hagan propuestas propositivas, en provecho de nuestra democracia.
Otra magnífica señal, que ha arrancado desde adentro y desde abajo de la sociedad civil, es el “Movimiento Democracia Limpia”, que actualmente impulsa en redes sociales la campaña “Alto a la Impunidad”. A la fecha, parece que la campaña ha llegado a más de 200 mil personas, pretendiendo que Naciones Unidas ayude a fortalecer nuestras instituciones, que teniendo el deber constitucional, legal, técnico y ético de combatir el flagelo de la impunidad, le han fallado al país.
La intolerancia de la clase política gobernante como de la extrema derecha opositora, ha re-creado un escenario propio del siglo pasado, el de supuestos “Golpes de Estado”, tan recurrentes en los gobiernos militares de una época caracterizada por la represión, el fraude electoral y la imposición política, con las inevitables consecuencias para quienes perdían el poder: entierro, encierro o destierro. Esa actitud, además de irresponsable, es absolutamente perjudicial para la imagen del país.
Como vemos, el rol de las extremas políticas (ARENA-FMLN) es simplemente trágico. Lo peor es que los partidos pequeños, con un grave déficit de intelectuales orgánicos, se ven impedidos de ampliar su visión estratégica, decantándose por apoyar alguna de las dos maquinarias electorales, a cambio de lo que todos sabemos.
En un escenario así no se vale callar. La sociedad civil organizada debe actuar solidariamente unida, para salvar una democracia que las mismas extremas políticas han debilitado.
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