El salvador :
Al chucho más seco se le pegan las
pulgas.
Miremos y hagamos
memoria ,2014 UNDP El salvador nos dice lo siguiente. Observemos las grandes
opiniones y del como se piensa y se quiere corregir la desigualdad social.
Algunos, por ejemplo, creen que es prerrequisito que un país sea rico
para que luego pueda invertir masivamente en lo social. Asimismo,
asumen que las estrategias de desarrollo deben estar basadas en un modelo
“líder/seguidor”, donde primero se determina la política económica y
posteriormente se utiliza la política social para abordar sus consecuencias. La
política social, en este caso, es concebida como el conjunto de programas de
atención a los pobres creados con el propósito de aliviarles su situación, mientras
se generan las oportunidades que permitan su adecuada inserción a la vida
económica.
Otros, por el contrario, visualizan a la política social como la principal herramienta para corregir ex post las desigualdades en la distribución del ingreso y de la riqueza, generadas por un modelo económico considerado a priori como injusto y muy difícil de modificar. En congruencia con ello, promueven el establecimiento de “redes residuales de seguridad social” creadas por el Estado para contrarrestar los fracasos de las políticas económicas.
Aunque ambas visiones parten de ideologías distintas, paradójicamente, coinciden en ofrecer respuestas focalizadas dirigidas a los llamados “económicamente frágiles”; esto es, a los que acrediten la falta de medios económicos para subvenir a sus necesidades. Las medidas y programas propuestos en ambos casos también se caracterizan por ser de carácter paliativo, posiblemente con el propósito de mantener cierta estabilidad social, sin que se remuevan las condiciones estructurales que originan y reproducen la pobreza. Finalmente, también coinciden en que el alcance de la política social termina estando en función de la disponibilidad de recursos presupuestarios, los cuales generalmente son escasos e insuficientes para atender a los potenciales beneficiarios.
En un modelo que pone a las personas como fin último, sin embargo, no puede existir jerarquía ni separación entre la política económica y la política social. Mahbub ul Haq, el iniciador de los
Otros, por el contrario, visualizan a la política social como la principal herramienta para corregir ex post las desigualdades en la distribución del ingreso y de la riqueza, generadas por un modelo económico considerado a priori como injusto y muy difícil de modificar. En congruencia con ello, promueven el establecimiento de “redes residuales de seguridad social” creadas por el Estado para contrarrestar los fracasos de las políticas económicas.
Aunque ambas visiones parten de ideologías distintas, paradójicamente, coinciden en ofrecer respuestas focalizadas dirigidas a los llamados “económicamente frágiles”; esto es, a los que acrediten la falta de medios económicos para subvenir a sus necesidades. Las medidas y programas propuestos en ambos casos también se caracterizan por ser de carácter paliativo, posiblemente con el propósito de mantener cierta estabilidad social, sin que se remuevan las condiciones estructurales que originan y reproducen la pobreza. Finalmente, también coinciden en que el alcance de la política social termina estando en función de la disponibilidad de recursos presupuestarios, los cuales generalmente son escasos e insuficientes para atender a los potenciales beneficiarios.
En un modelo que pone a las personas como fin último, sin embargo, no puede existir jerarquía ni separación entre la política económica y la política social. Mahbub ul Haq, el iniciador de los
informes mundiales sobre desarrollo
humano, sostiene al respecto que la tradicional oposición entre lo económico y
lo social debe desecharse para dar lugar al diseño de políticas desde una
concepción distinta, que ponga la expansión de las capacidades de la gente al
centro, y que vincule al unísono estas dos dimensiones. Advierte, además, que a
la hora de diseñar políticas públicas la
vinculación entre las esferas económica y social, no puede ser retórica; es
decir, debe ir más allá de ubicar en una misma casilla ambas áreas de política.
Las
políticas sociales, por ejemplo, deben orientarse a prevenir ciertos riesgos
relacionados con la mayor inestabilidad laboral y familiar de las sociedades
contemporáneas, y a minimizar la transmisión intergeneracional de la pobreza,
más que a ‘reparar’ mediante prestaciones de garantía de ingresos las
consecuencias de esos cambios una vez se han producido. Mientras que la
política económica, además de buscar el crecimiento económico y el empleo,
también deben orientarse a fortalecer las redes de seguridad social.
De hecho, muchas de las intervenciones en los ámbitos que convencionalmente han sido considerados como parte de la política social (salud, nutrición, educación, vivienda, etc.), son críticas para que las personas puedan transformar sus talentos en capacidades para la vida; mientras que las intervenciones en los ámbitos considerados propios de la política económica (política agrícola, política industrial, política salarial, políticas de empleo, etc.) son indispensables para crear un marco propicio para el uso de esas capacidades en sociedad, especialmente en el mundo del trabajo.
No es casual, por lo tanto, que en todos los países que han sido exitosos en lograr un desarrollo humano alto, el logro de este objetivo ha sido posible gracias a un pacto social que les ha permitido dar prioridad a la salud, la educación, la capacitación, la ciencia y la tecnología; así como a la búsqueda permanente de apuestas económicas que han permitido a su población mejorar progresivamente los indicadores de empleo e ingresos.
De hecho, muchas de las intervenciones en los ámbitos que convencionalmente han sido considerados como parte de la política social (salud, nutrición, educación, vivienda, etc.), son críticas para que las personas puedan transformar sus talentos en capacidades para la vida; mientras que las intervenciones en los ámbitos considerados propios de la política económica (política agrícola, política industrial, política salarial, políticas de empleo, etc.) son indispensables para crear un marco propicio para el uso de esas capacidades en sociedad, especialmente en el mundo del trabajo.
No es casual, por lo tanto, que en todos los países que han sido exitosos en lograr un desarrollo humano alto, el logro de este objetivo ha sido posible gracias a un pacto social que les ha permitido dar prioridad a la salud, la educación, la capacitación, la ciencia y la tecnología; así como a la búsqueda permanente de apuestas económicas que han permitido a su población mejorar progresivamente los indicadores de empleo e ingresos.
Banco Mundial 2015 su punto de vista
y del como los protagonistas
politicos derecha he izquierda lo ven.
Este pequeño pero densamente poblado país centroamericano logró
emerger de una cruenta guerra civil en los años 80, que dejó unos 75 mil
muertos, tras firmar un acuerdo de paz en 1992.
A partir del fin
de la guerra El Salvador ha realizado notables avances en pro de la
consolidación de la paz y la democracia. La transformación política del país
conllevó grandes reformas estructurales y políticas macroeconómicas que se
tradujeron en un sólido desempeño económico, con un crecimiento promedio de
alrededor del 6% durante el decenio de 1990, así como una reducción
significativa de la pobreza (cerca de 27 puntos porcentuales) entre 1991 y
2002.
La economía alcanzó
un crecimiento del 4.7% en 2007, pero la crisis financiera global de 2008 implicó consecuencias negativas para
El Salvador: las exportaciones y las remesas cayeron, el desempleo incrementó,
así como los precios de la energía y de los alimentos. Entre 2007 y 2008 el
porcentaje de gente pobre creció del 34.6% hasta el 40% y en 2009 la economía
salvadoreña registró una contracción del PIB del 3.1%.
Si bien en los últimos años ha comenzado
a recuperarse, la economía salvadoreña se ha caracterizado en los últimos años
por su estancamiento. Entre 2011 y 2013 creció a un 1.9% anual, por debajo del
promedio de América Latina y El Caribe (3.7%). En 2014 el crecimiento fue de 2%
y las proyecciones para 2015 son del 2.2%.
Importantes
inversiones en protección social han ayudado en los últimos años a reducir los
índices de pobreza. De una tasa del 34,5% en 2012, el porcentaje de población
viviendo en pobreza disminuyó al 28,9% en 2013, según datos oficiales.
El Salvador tiene además el desafío del
crimen y la violencia, que amenazan el desarrollo social y el crecimiento
económico y afectan negativamente la calidad de vida de sus ciudadanos. Después
de un incremento sostenido en los índices de delitos violentos a partir de
2000, se alcanzó la cifra de 71 homicidios por cada 100 mil habitantes en 2009.
Si bien una tregua establecida entre las pandillas callejeras en 2012
contribuyó a reducir las tasas de violencia en el país a menos de 25 homicidios
por cada 100 mil habitantes, en 2015 se ha reportado un nuevo aumento de la
violencia.
Además de estas problemáticas, la
vulnerabilidad de El Salvador a fenómenos naturales adversos, exacerbada por la
degradación ambiental y la extrema variabilidad del clima, también compromete
el desarrollo sostenible del país y su crecimiento económico a largo plazo. En
2011 la depresión tropical 12E golpeó al país, afectando a más de 1.4 millones
de personas y dejando pérdidas y daños por un valor estimado de US$902
millones.
Última
actualización: Sep 21, 2015
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