La Frontera: experiencias dentro de la crisis migratoria de Tijuana
22/09/2017
Análisis
La ciudad de Tijuana en México se encuentra exactamente en la frontera con los EE.UU., y desde muchos puntos de la ciudad hay una visión clara del muro que se extiende por todo el camino a través de las colinas. Por un lado, una metrópoli urbana densamente poblada llena el espacio hasta donde el ojo puede ver, y en el otro un área relativamente intacta de la pradera intercalada con ocasionales residencias de campo. En el cruce de la frontera se levantan banderas gigantes de cada país sobre los edificios, visibles para que todos las vean mientras esperan en línea para cruzar. En el lado de San Diego, la espera para cruzar rara vez es de más de media hora, mientras que en el lado de Tijuana puede ser de hasta 3 horas para entrar a los EE.UU. ("el otro lado", como Estados Unidos es coloquialmente llamado por todos aquí). Esta es la frontera más cruzada del mundo, y se puede sentir la atmósfera de vida como ciudad fronteriza en las calles de Tijuana, penetrando en negocios, tiendas y mercados.
En el último año, sin embargo, la ciudad ha experimentado un gran cambio, con miles de inmigrantes haitianos llegando, viajando por la promesa de trabajo, sobre la base del estatuto anterior que les ofrecía asilo legal para ingresar a los Estados Unidos. Con este estatuto recientemente cambiado, sin embargo, ahora se encuentran varados en el limbo, viviendo en los refugios que a menudo están sobrepoblados y carentes de recursos.
Muchos de la comunidad haitiana son altamente calificados y educados, a menudo han trabajado en varios países latinoamericanos antes de llegar a México, laborando en diversas profesiones donde sea posible y aprendiendo nuevos idiomas a lo largo del camino. A raíz del huracán de 2010 que destruyó gran parte del país, muchos emigraron a Brasil donde había trabajo fácilmente disponible durante la Copa Mundial y las Olimpiadas de 2012 y 2014. Con una economía en dificultades y el trabajo escaseando allí, muchos no tenían otra elección que salir del país hacia los Estados Unidos.
Con el reciente cambio en el estatus legal de los haitianos y una política cada vez más estricta de deportación tomando forma en los EE.UU., Tijuana es ahora un lugar de limbo para miles de personas haitianas. "La comunidad haitiana está trabajando, pero hay mucho racismo. Mucha gente no les quiere alquilar a ellos" dice Hugo Castro de la organización Border Angels. Por lo tanto, en el futuro previsible, miles de haitianos vivirán indefinidamente aquí, sin señales de una desaceleración de los recién llegados que entran en refugios.
Los grupos de caridad están utilizando el término "crisis humanitaria", donde los funcionarios gubernamentales a menudo parecen no estar dispuestos a hacerlo. Tales grupos están enfatizando sobre la naturaleza permanente del cambio de población dentro de la ciudad, abogando por mayores esfuerzos para incluir a la comunidad haitiana marginada en la sociedad de Tijuana. Acusan al gobierno mexicano de no brindar apoyo adecuado a los que viven en refugios, que a menudo dependen en gran parte de donaciones caritativas o del trabajo temporal no registrado.
‘Los Ángeles de la Frontera’
Una organización que trabaja con los refugios es el grupo Border Angels (Los Ángeles de la Frontera), un esfuerzo transfronterizo con sede en México y San Diego, en el lado estadounidense enfocada principalmente en la recaudación de fondos, y en el lado de Tijuana entregando estas donaciones. Hay tres miembros principales en el equipo de Tijuana, que trabajan con la comunidad haitiana de más de cuatro mil (conocidos) migrantes en la ciudad. El equipo regularmente recorre la extensa zona urbana de Tijuana transportando alimentos y suministros para refugios, incluyendo balones de fútbol, libros para colorear y juguetes para niños. Aunque algunos de los refugios más grandes poseen una infraestructura bien desarrollada, llegar a muchos refugios más pequeños es difícil ya que no cuentan con conexiones de autobús regulares o caminos pavimentados, llegando a ser casi inaccesibles durante períodos de lluvia pesada. En un refugio, el pastor explica cómo construyó las cabañas de madera, una señora de unos 60 años a veces trabaja sola para el funcionamiento del centro.
El equipo de Border Angels camina alrededor de un refugio evaluando algunas de sus necesidades. Hugo Castro menciona el cableado expuesto y múltiples conexiones eléctricas diseminadas alrededor. La conversación con los pastores en torno a las necesidades del refugio es siempre apasionada, con ambas partes muy conscientes de las limitaciones físicas y financieras para el funcionamiento de los refugios.
Durante la reunión de la mañana, en otro refugio, la discusión se centra en cómo deben ser distribuidos los alimentos para las comidas comunitarias. Parece una discusión esencial en la vida de un refugio, que siempre han establecido un conjunto de normas acordadas, que es exhibido audazmente en la pared con respecto a las comidas y muchos otros aspectos del espacio comunitario. En la reunión, tres hombres incluyendo el pastor, se colocan al frente de la iglesia convertida y hablan con una traducción del español al francés criollo.
Funcionamiento de un albergue
La mayoría de los albergues que albergan a la comunidad haitiana son iglesias convertidas, encabezadas por pastores que han respondido a la crisis ofreciendo espacios, tales como vivienda para un gran número de personas. Antes de que la migración a gran escala de la comunidad haitiana comenzara en serio durante 2016, muchos pastores tenían poca o ninguna experiencia en la creación de espacios establecidos de esta manera, generalmente asumiendo estos papeles sin ningún tipo de apoyo formal. Como resultado, la organización interna en los refugios es a veces fragmentada, sin que el gobierno o la red centralizada coordinen las necesidades en toda la ciudad, donde los recursos pueden estar fácilmente disponibles.
Al entregar donaciones, el grupo Border Angels hace uso frecuente de los medios sociales, agradeciendo personalmente a los individuos de los Estados Unidos que han donado recientemente al grupo. Casi todas sus interacciones con los refugios son transmitidas en directo: gran parte de las donaciones que recibe el grupo se sustentan en la conexión con medios sociales de Estados Unidos. Además de los suministros esenciales, estas donaciones se utilizan para financiar nuevos proyectos de construcción y vivienda. La respuesta al grupo es más hostil en un refugio, sin embargo, como un hombre joven manifiesta claramente: "no somos monos aquí para que vengas con un saco de arroz para tomar fotografías. Si quieres saber cómo es, ven aquí y habla con nosotros. Es una crisis, pero hay muchas otras cosas que puedes hacer para ayudar". Es una declaración franca y clara de alguien ahora claramente acostumbrado a la ola de periodistas que acuden actualmente a Tijuana.
Sin lugar a dudas, los grupos de la sociedad civil están sobrecargados y trabajan implacablemente en respuesta a la crisis, sin embargo, a menudo existen muchas barreras para las organizaciones y las comunidades que viven en refugios. La gente está trabajando duro para crear una vida aquí en México, sin embargo, muchos están obstaculizados por la falta de un estatuto legal de trabajo o conexiones adecuadas dentro de la ciudad. Una red de trabajo más amplia con la comunidad mexicana sigue siendo un problema para muchos, ya que la gente cuenta cuentos de sus experiencias positivas trabajando en Brasil, siendo más fácil conectarse con la sociedad trabajadora aquí en México. Las organizaciones benéficas están haciendo todo lo que pueden para proveer a las personas que viven en refugios, pero todavía hay muchas de barreras sociales en la comunidad mexicana que todavía están firmemente arraigadas.
Madres y Familias: Deportados en Acción
La comunidad haitiana no es el único grupo que siente los efectos de las políticas fronterizas aquí en Tijuana, con un creciente número de deportados mexicanos en las calles, a menudo gente levantada en Estados Unidos, encontrándose repentinamente deportados y varados en Tijuana, una ciudad que a menudo puede ser poco amable y tensa, una experiencia muy extranjera para aquellos que no están acostumbrados al bullicio total.
Una organización que trabaja estrechamente con estas comunidades de migrantes es Madres y Familias, Deportados en Acción, literalmente un servicio de primera línea cuya sede es una pequeña oficina casi directamente en el cruce fronterizo. La oficina está abierta cinco días a la semana y ofrece apoyo legal vital para los migrantes, con un suministro constante de café, comida y espacio de carga de teléfono, se la siente que es más un refugio o centro comunitario que oficina. El proyecto fue creado por la infatigable María Gallete, quien trabaja como activista, asesora legal, consejera de orientación a tiempo parcial y madre, todo en uno.
El día de la toma de posesión de Donald Trump está lloviendo, dentro de la oficina dos o tres familias haitianas sentadas usan sus teléfonos, llenándola en un tumultuoso apiñamiento. María está hablando con un mexicano tratando de encontrarle trabajo en Estados Unidos, intenta y no lograr conectase a los dos números de teléfono de Estados Unidos. Ella le dice que la dura realidad es que a sus cuarenta puede ser demasiado viejo para ser llevado a trabajar a Estados Unidos puesto que muchos empleadores optan por trabajadores más jóvenes. María lo anima a quedarse en México, relatando personalmente historias de trabajadores migrantes que no han logrado encontrar un empleo estable durante más de seis años, y que luego de estar separados de las familias finalmente han sido deportados.
Desde los Estados Unidos
Durante la presidencia de Obama, en Estados Unidos se aprobó la ley Daca, permitiendo algunos derechos legales a (sobre todo) los migrantes mexicanos clasificados como "ilegales", habiendo vivido en los Estados Unidos desde su niñez. Casi 1.7 millones fueron "oficialmente" elegibles, con 752.000 solicitantes del programa desde 2012. Más de 100.000 fueron presentados como 'denegado' o 'pendiente'. Antes de su elección, Donald Trump prometió revocar esta ley como una de sus promesas de campaña. En la práctica, esto podría significar la deportación de millones de personas que han trabajado y vivido en los EE.UU. por más de 40 años.
Una semana más o menos después de nuestra primera visita a la oficina de Madres y Familias, un joven se sienta en una silla llorando, acababa de ser deportado, sin tener ningún otro lugar a donde ir. Tiene dieciocho años, habiendo vivido en Estados Unidos casi toda su vida. Todas sus pertenencias están guardadas en una bolsa debajo de la silla, sin dinero para coger el autobús con dirección a donde vive su familia, en otra parte de México. Es muy posible que estuviera en las calles de Tijuana si la oficina de Madres y Familias no existiera.
Mientras todo esto sucede, el equipo también se apresura a asistir a una reunión regional de grupos sociales sobre la estrategia oficial relacionada con los migrantes haitianos. María consuela al muchacho mientras se prepara para la reunión y sale corriendo por la puerta. Es un viaje tenso hacia la reunión, este grupo tiene que atender directamente las necesidades inmediatas de los 'deportados' recientes, mientras que también hace campaña por un cambio más amplio de la política del gobierno.
La respuesta oficial
En la reunión hay casi doscientos asistentes de decenas de grupos de la sociedad civil y autoridades locales. Cabe destacar, sin embargo, que no hay nadie de la propia comunidad haitiana. Mientras que el gobierno de Estados Unidos está presionando cada vez más por un mayor volumen de deportaciones, esta reunión parece ser un esfuerzo concertado con el estado de Baja California para abordar colectivamente el innegable tema que está a sus puertas.
Es un evento muy concurrido, pero la reunión dura poco más de una hora, aparentemente se trata más de un evento de networking que un proceso de retroalimentación formal en la política del gobierno local. María Gallete explica su opinión sobre la acción del gobierno para los migrantes haitianos: "Creo que están tratando de ayudarles, tratando de darles asilo. Pero necesitamos más participación de otras organizaciones para ayudar a los migrantes, porque no sé qué va a pasar con los refugios. Realmente estamos tratando de trabajar con el gobierno, pero a veces siento que no están haciendo todo lo que pueden".
El futuro definitivamente no está escrito para Tijuana y las comunidades migrantes en todo México. Queda por ver cómo el gobierno, las organizaciones de caridad y los grupos de la sociedad civil trabajarán juntos, cómo la red de refugios se adaptará a cada vez más y cómo las nuevas comunidades se conectarán entre sí en Tijuana y en los pueblos fronterizos mexicanos. Parece probable que los cambios dramáticos alrededor de la migración en la frontera continuarán bajo la administración de Trump en los Estados Unidos, mientras que la respuesta de individuos en ambos países ha sido tan fuerte en el apoyo a grupos independientes que buscan cerrar la brecha y apoyar a todos los afectados por la frontera.
Josef Dobraszczyk
Periodista inglés residiendo en México
Fotos: Alexandre Afonso
Link del artículo en inglés:
https://www.alainet.org/es/articulo/188224
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