jueves, 24 de mayo de 2018
El realismo socialista como método creador de la época del socialismo
«El conocimiento romperá las cadenas de la esclavitud» |
«La premisa filosófica del realismo socialista está contenida en la tesis de Lenin de que:
«La conciencia humana constituye un reflejo de la realidad circundante».
Al referirse a esta tesis Stalin dice:
«Es necesario buscar las fuentes de la configuración espiritual de la vida de la sociedad, el origen de las ideas sociales, las teorías sociales, las concepciones políticas e instituciones políticas, no en las mismas ideas, teorías, convicciones o instituciones políticas, sino en las condiciones materiales de vida de la sociedad, en la existencia social, cuyo reflejo son estas ideas, teorías y concepciones».
El arte del realismo socialista es pues un método creador, que basándose en la actitud cognoscente hacia los fenómenos del mundo, encuentra en la tesis de Stalin antes mencionada, la premisa fundamental de todo proceso de configuración artística.
El objeto de la creación artística es el mundo real y la existencia social. El sujeto es el hombre, que se distingue no sólo por su capacidad de reproducir en su cerebro la realidad existente real y objetivamente, sino también de dar forma a las síntesis del fenómeno investigado y vivido artísticamente.
De esta manera, el realismo socialista, contrariamente al realismo crítico, no sólo investiga el fenómeno y lo asimila, no sólo reproduce lo conocido y lleva a cabo un análisis crítico, no sólo interpreta el mundo, sino que yendo a las observaciones sintetizadas que analizan los fenómenos en su transformación y desarrollo, confiere al fenómeno artístico un sentido ideológico.
El realismo socialista parte pues del principio de la unidad dialéctica del contenido y la forma. Dialéctica quiere decir que la unidad del contenido y la forma es una unidad ideológica, una unidad de la idea y de la capacidad creadora del artista al servicio de una idea determinada, pero no es una identificación en el sentido de la influencia ejercida en el espectador, puesto que esta identificación casi nunca se presenta en forma acabada, sino que es la finalidad, la meta perseguida.
En estas condiciones es evidente que la concepción materialista del mundo parte del principio de los medios de expresión realistas. Al basarse en la cognoscibilidad objetiva de la verdad del fenómeno, no es posible interpretar el mundo existente realmente en forma irracional y abstracta, sino única y exclusivamente conviertiendo nuestra vivencia artística en forma acorde con un mundo configurado real y objetivamente. Repito que no se trata aquí de una copia naturalista surgida de la observación superficial de un detalle, sino de una imagen vivida individualmente y meditada ideológicamente, gracias a la cual deducimos las características típicas y por lo tanto universales del fenómeno.
Por eso el realismo socialista, al revalorizar en forma creadora toda la gran herencia de las escuelas realistas del pasado, hace suyos asimismo, los principios básicos del idioma artístico realista, enriqueciéndolo y dando por este camino un nuevo paso hacia adelante.
Este paso hacia adelante lo constituye ante todo el principio de percibir los fenómenos en su desarrollo, en su transformación, desde la observación cuantitativa hasta la cualitativa, desde la fragmentaria hasta la sintetizada, desde la observación analítica, hasta la síntesis ideológica del fenómeno. Por Lo tanto, el realismo socialista arma al artista con el método de pensamiento del sector más avanzado del pueblo: la clase obrera; le brinda una perspectiva de percepción, inaccesible hasta ahora a artista alguno de épocas pasadas.
Al plantear de esta manera el problema del método creador del realismo socialista, debemos responder a las objeciones que formulan tan a menudo, tanto los formalistas, como Los marxistas que siguen viviendo aún en la neblina mental del Prolekult [1] y la Rapp [2].
Si aceptáis, declaraban esos pseudomarxistas, el principio de la unidad de contenido y forma, ¿cómo podéis expresar las nuevas concepciones artísticas con ayuda de las viejas formas, aun de las realistas? Eso equivale a pretender solucionar las necesidades contemporáneas de locomoción por medio de la diligencia, o las necesidades urbanísticas modernas por medio de las clásicas construcciones de la antigua Grecia. Por eso, sostienen, el idioma artístico del Renacimiento no es útil para nosotros, al igual que los trajes de las damas de la corte de aquel entonces son inútiles para la mujer contemporánea que trabaja. Debemos aprender a reproducir el nuevo contenido con ayuda de un idoma moderno, que hoy expresa ideas hostiles, pero que en cuanto a medios formales, es un paso indiscutible hacia adelante y si no hoy, mañana se convertirá en comprensible para las amplias masas.
¿En qué consiste el error básico de este razonamiento? Ante todo en la confusión de los conceptos fundamentales: los principios básicos del idioma artístico, que de un modo universal y realista al máximo aproximan la impresión de la imagen a una obra de arte configurada artísticamente; principios que constituyen esa parte de la conciencia social que no se transforma cada vez en el sentido cualitativo, junto con la transformación de la subestructura, y el problema de las concepciones artísticas que aparecen como parte integrante de la superstructura en la unidad dialéctica con la estructuración formal del idioma artístico, con su estilo que cambia y se diferencia, no sólo a través del las épocas, sino que lo estructura individualmente todo gran artista.
«El idioma –dice Stalin– es un medio, un instrumento, con cuya ayuda los hombres se comunican entre sí, intercambian ideas y logran el entendimiento mutuo».
En este sentido:«El primer error, –dice Stalin–, consiste en que nuestros compañeros confunden el idioma con la superestructura».
Stalin se refiere, por supuesto, al idioma en el sentido literal de la palabra. Es indudable, sin embargo, que los principios básicos del idioma artístico —su sintaxis peculiar, su construcción y gramática— sirven al hombre como instrumento para los mismos procesos del pensamiento, en el conocimiento de los fenómenos del mundo circundante, que el idioma hablado.
Además Stalin, al referirse a los errores de Marr en lingüística, dice textualmente que Marr [3] fue acaso solamente un simplificador y un vulgarizador del marxismo del tipo de las gentes del Proleíkult o la Rapp. De este modo fueron colocados en el mismo plano los discípulos de Marr y los de la Rapp, quienes sostenían, y siguen sosteniendo aún hoy, que cada época destruye, no sólo los viejos contenidos y concepciones ideológicas, sino también los principios básicos del idioma artístico, y de esa manera llegan a la tesis antes mencionada, que niega la posibilidad de aprendizaje de la tradición progresista del pasado y de aprovechamiento de los principios del idioma realista en la época del socialismo.
Zhdánov, en su artículo acerca de la música, dice claramente que no se trata, ni mucho menos, de imitar el estilo a la melodía de Chaikovski, Rimski Korsakov o Musorkski:
«Sino de volver a los principios de los grandes realistas en música, que son el punto de partida de todo idioma realista. El realismo socialista debe enriquecer e intensificar estos principios vertiendo en ellos un nuevo contenido y creando un estilo propio, rasgos propios de la época, más espléndidos y perfectos que todas las conquistas de las épocas anteriores; pero esto en nada afecta la necesidad de revalorizar y asimilar los principios básicos del idioma artístico de los grandes realistas».
Por eso, agregaremos por nuestra parte, no es posible crear un arte socialista rechazando los principios básicos del idioma artístico realista que se hallan en la raíz de toda creación artística –la perspectiva y la simetría en la plástica, la escala en la música, etc.–. Semejante teoría nihilista es extraña a toda época de progreso y tanto más extraña a la época del socialismo.
En contraposición a los principios del idioma artístico, el del estilo es un problema de expresión artística, condicionado no sólo por la ideología, sino también por los rasgos individuales de cada autor. Fue distinto el estilo de la armonía de Chaikovski y distinto el de Chopin, pese a que operaban con los mismos principios del idioma realista de la música.
Por eso el problema de la lucha por el arte del realismo socialista es un problema de lucha por un nuevo contenido, expresado por medio del idioma artístico realista, cuyos principios básicos alcanzaron magnífico desarrollo en la época del Renacimiento, se perfeccionaron en la de la Ilustración y en el siglo XIX, y siguen perfeccionándose hoy en la época del socialismo, sirviendo los fines de una época nueva, basándose en un nuevo y más perfecto método creador.
De ahí que aun cuando la unidad dialéctica de contenido y forma plantea, sin duda, el surgimiento del arte socialista –nuevo no sólo ideológicamente, sino también en cuanto a su expresión formal–, ello no significa por supuesto la aceptación por nuestra parte de la falsa teoría de los epígonos de la burguesía sobre nuevos principios del idioma artístico de cada época –los intentos cubistas de destruir los principios de la perspectiva, o los de Hindemith de destruir los principios de la tonalidad en la música–. Por el contrario, el nuevo estilo de nuestra época surge de las experiencias y de los principios del idioma artístico estructurado de manera más perfecta por la corriente realista en el arte. Ahora, partiendo de esta premisa, podemos referirnos a la función de la forma en el arte socialista, que será, cuanto más perfecta y precisa, tanto más comunicativa; tanto mejor permitirá a los artistas realizar las tareas de ingenieros de almas humanas y educadores ideológicos y artísticos del pueblo.
Así como el materialismo dialéctico constituyó un nuevo e importante paso hacia adelante, un salto cualitativo en relación con el materialismo de la Ilustración, así el realismo socialista es a su vez un salto cualitativo hacia adelante en relación con el realismo crítico, y constituye no sólo su revelación y superación clasista, sino que enseña al mismo tiempo a los artistas a percibir los fenómenos en su desarrollo, en movimiento y permite lograr la síntesis típica de la corriente del desarrollo de nuestra época.
El aceptar los principios del método creador del realismo socialista no nos libera sin embargo del deber de definir la relación de la forma con el contenido, que constituyendo con la forma una unidad ideológica dialéctica, no es una identificación ni en el sentido conceptual, ni en el funcional. Al contrario, podemos y debemos hablar de la función propia de la forma en el arte del realismo socialista. Porque una obra de arte no existe sin hallar para el verdadero contenido material la configuración ideológica y formal que le es propia. La perfección de la expresión formal es pues la condición necesaria para que una idea, un pensamiento, una vivencia artística, se conviertan en obra de arte. Y viceversa, la forma, o un conjunto de formas, no puede de por sí constituir una obra de arte si no expresa una idea determinada. Por encima de la fuerza, la verdad emocional de una obra de arte decide la verdad de las ideas materializadas en su configuración formal, que aproxima al máximo al receptor al contenido de la idea.
Por eso, al recordar la función de la forma como conductora del contenido ideológico, se puede y se debe hablar de la investigación y perfeccionamiento de la forma, sin olvidar, por supuesto, los principios del idioma artístico, sin cuyo dominio ninguna idea puede materializarse en obra de arte. De este modo, sin negar ni por un instante el significado de la forma como configuración ideológica y artística para el contenido de la imagen, y definiendo el contenido de la imagen por condiciones históricas de la época debemos definir los objetivos del arte en la etapa actual de nuestra desarrollo». (Wlodzimierz Sokorski; Problemas del realismo socialista, 1952)
Por eso el realismo socialista, al revalorizar en forma creadora toda la gran herencia de las escuelas realistas del pasado, hace suyos asimismo, los principios básicos del idioma artístico realista, enriqueciéndolo y dando por este camino un nuevo paso hacia adelante.
Este paso hacia adelante lo constituye ante todo el principio de percibir los fenómenos en su desarrollo, en su transformación, desde la observación cuantitativa hasta la cualitativa, desde la fragmentaria hasta la sintetizada, desde la observación analítica, hasta la síntesis ideológica del fenómeno. Por Lo tanto, el realismo socialista arma al artista con el método de pensamiento del sector más avanzado del pueblo: la clase obrera; le brinda una perspectiva de percepción, inaccesible hasta ahora a artista alguno de épocas pasadas.
Al plantear de esta manera el problema del método creador del realismo socialista, debemos responder a las objeciones que formulan tan a menudo, tanto los formalistas, como Los marxistas que siguen viviendo aún en la neblina mental del Prolekult [1] y la Rapp [2].
Si aceptáis, declaraban esos pseudomarxistas, el principio de la unidad de contenido y forma, ¿cómo podéis expresar las nuevas concepciones artísticas con ayuda de las viejas formas, aun de las realistas? Eso equivale a pretender solucionar las necesidades contemporáneas de locomoción por medio de la diligencia, o las necesidades urbanísticas modernas por medio de las clásicas construcciones de la antigua Grecia. Por eso, sostienen, el idioma artístico del Renacimiento no es útil para nosotros, al igual que los trajes de las damas de la corte de aquel entonces son inútiles para la mujer contemporánea que trabaja. Debemos aprender a reproducir el nuevo contenido con ayuda de un idoma moderno, que hoy expresa ideas hostiles, pero que en cuanto a medios formales, es un paso indiscutible hacia adelante y si no hoy, mañana se convertirá en comprensible para las amplias masas.
¿En qué consiste el error básico de este razonamiento? Ante todo en la confusión de los conceptos fundamentales: los principios básicos del idioma artístico, que de un modo universal y realista al máximo aproximan la impresión de la imagen a una obra de arte configurada artísticamente; principios que constituyen esa parte de la conciencia social que no se transforma cada vez en el sentido cualitativo, junto con la transformación de la subestructura, y el problema de las concepciones artísticas que aparecen como parte integrante de la superstructura en la unidad dialéctica con la estructuración formal del idioma artístico, con su estilo que cambia y se diferencia, no sólo a través del las épocas, sino que lo estructura individualmente todo gran artista.
«El idioma –dice Stalin– es un medio, un instrumento, con cuya ayuda los hombres se comunican entre sí, intercambian ideas y logran el entendimiento mutuo».
En este sentido:«El primer error, –dice Stalin–, consiste en que nuestros compañeros confunden el idioma con la superestructura».
Stalin se refiere, por supuesto, al idioma en el sentido literal de la palabra. Es indudable, sin embargo, que los principios básicos del idioma artístico —su sintaxis peculiar, su construcción y gramática— sirven al hombre como instrumento para los mismos procesos del pensamiento, en el conocimiento de los fenómenos del mundo circundante, que el idioma hablado.
Además Stalin, al referirse a los errores de Marr en lingüística, dice textualmente que Marr [3] fue acaso solamente un simplificador y un vulgarizador del marxismo del tipo de las gentes del Proleíkult o la Rapp. De este modo fueron colocados en el mismo plano los discípulos de Marr y los de la Rapp, quienes sostenían, y siguen sosteniendo aún hoy, que cada época destruye, no sólo los viejos contenidos y concepciones ideológicas, sino también los principios básicos del idioma artístico, y de esa manera llegan a la tesis antes mencionada, que niega la posibilidad de aprendizaje de la tradición progresista del pasado y de aprovechamiento de los principios del idioma realista en la época del socialismo.
Zhdánov, en su artículo acerca de la música, dice claramente que no se trata, ni mucho menos, de imitar el estilo a la melodía de Chaikovski, Rimski Korsakov o Musorkski:
«Sino de volver a los principios de los grandes realistas en música, que son el punto de partida de todo idioma realista. El realismo socialista debe enriquecer e intensificar estos principios vertiendo en ellos un nuevo contenido y creando un estilo propio, rasgos propios de la época, más espléndidos y perfectos que todas las conquistas de las épocas anteriores; pero esto en nada afecta la necesidad de revalorizar y asimilar los principios básicos del idioma artístico de los grandes realistas».
Por eso, agregaremos por nuestra parte, no es posible crear un arte socialista rechazando los principios básicos del idioma artístico realista que se hallan en la raíz de toda creación artística –la perspectiva y la simetría en la plástica, la escala en la música, etc.–. Semejante teoría nihilista es extraña a toda época de progreso y tanto más extraña a la época del socialismo.
En contraposición a los principios del idioma artístico, el del estilo es un problema de expresión artística, condicionado no sólo por la ideología, sino también por los rasgos individuales de cada autor. Fue distinto el estilo de la armonía de Chaikovski y distinto el de Chopin, pese a que operaban con los mismos principios del idioma realista de la música.
Por eso el problema de la lucha por el arte del realismo socialista es un problema de lucha por un nuevo contenido, expresado por medio del idioma artístico realista, cuyos principios básicos alcanzaron magnífico desarrollo en la época del Renacimiento, se perfeccionaron en la de la Ilustración y en el siglo XIX, y siguen perfeccionándose hoy en la época del socialismo, sirviendo los fines de una época nueva, basándose en un nuevo y más perfecto método creador.
De ahí que aun cuando la unidad dialéctica de contenido y forma plantea, sin duda, el surgimiento del arte socialista –nuevo no sólo ideológicamente, sino también en cuanto a su expresión formal–, ello no significa por supuesto la aceptación por nuestra parte de la falsa teoría de los epígonos de la burguesía sobre nuevos principios del idioma artístico de cada época –los intentos cubistas de destruir los principios de la perspectiva, o los de Hindemith de destruir los principios de la tonalidad en la música–. Por el contrario, el nuevo estilo de nuestra época surge de las experiencias y de los principios del idioma artístico estructurado de manera más perfecta por la corriente realista en el arte. Ahora, partiendo de esta premisa, podemos referirnos a la función de la forma en el arte socialista, que será, cuanto más perfecta y precisa, tanto más comunicativa; tanto mejor permitirá a los artistas realizar las tareas de ingenieros de almas humanas y educadores ideológicos y artísticos del pueblo.
Así como el materialismo dialéctico constituyó un nuevo e importante paso hacia adelante, un salto cualitativo en relación con el materialismo de la Ilustración, así el realismo socialista es a su vez un salto cualitativo hacia adelante en relación con el realismo crítico, y constituye no sólo su revelación y superación clasista, sino que enseña al mismo tiempo a los artistas a percibir los fenómenos en su desarrollo, en movimiento y permite lograr la síntesis típica de la corriente del desarrollo de nuestra época.
El aceptar los principios del método creador del realismo socialista no nos libera sin embargo del deber de definir la relación de la forma con el contenido, que constituyendo con la forma una unidad ideológica dialéctica, no es una identificación ni en el sentido conceptual, ni en el funcional. Al contrario, podemos y debemos hablar de la función propia de la forma en el arte del realismo socialista. Porque una obra de arte no existe sin hallar para el verdadero contenido material la configuración ideológica y formal que le es propia. La perfección de la expresión formal es pues la condición necesaria para que una idea, un pensamiento, una vivencia artística, se conviertan en obra de arte. Y viceversa, la forma, o un conjunto de formas, no puede de por sí constituir una obra de arte si no expresa una idea determinada. Por encima de la fuerza, la verdad emocional de una obra de arte decide la verdad de las ideas materializadas en su configuración formal, que aproxima al máximo al receptor al contenido de la idea.
Por eso, al recordar la función de la forma como conductora del contenido ideológico, se puede y se debe hablar de la investigación y perfeccionamiento de la forma, sin olvidar, por supuesto, los principios del idioma artístico, sin cuyo dominio ninguna idea puede materializarse en obra de arte. De este modo, sin negar ni por un instante el significado de la forma como configuración ideológica y artística para el contenido de la imagen, y definiendo el contenido de la imagen por condiciones históricas de la época debemos definir los objetivos del arte en la etapa actual de nuestra desarrollo». (Wlodzimierz Sokorski; Problemas del realismo socialista, 1952)
Anotaciones de la edición:
[1] Proletkult: Cultura Proletaria, movimiento literario surgido en la U.R.S.S. en 1918, que trabajó en favor de una Cultura espiritual independiente.
[2] Rapp: Asociación Rusa de Escritores Proletarios (1923), cuya revista En el puesto, mantenía una posición despectiva hacia la herencia cultural y propugnaba el rompimiento con la cultura del pasado.
[3] Marr: Especialista soviético en lingüística.
[1] Proletkult: Cultura Proletaria, movimiento literario surgido en la U.R.S.S. en 1918, que trabajó en favor de una Cultura espiritual independiente.
[2] Rapp: Asociación Rusa de Escritores Proletarios (1923), cuya revista En el puesto, mantenía una posición despectiva hacia la herencia cultural y propugnaba el rompimiento con la cultura del pasado.
[3] Marr: Especialista soviético en lingüística.
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