Un asunto de economía, que no mejora la vida de la clase trabajadora
(Por: Róger Hernán Gutiérrez*)
La economía desde la visión laboral se mueve bajo criterios y deseos esperanzados y expectantes de que algo vendrá a favorecer y mejorar las condiciones materiales de existencia—no obstante en el horizonte está el recuerdo de la “medicina amarga” que muchas personas trabajadoras ya la sintieron; y van haciendo su pensamiento más crítico a una realidad que sigue impactando los bolsillos de la gente, que vive desencantándose a diario al ver que todo siga igual; que en el mejor de los casos hay favorecimiento hacia los sectores dominantes en detrimento de los empobrecidos.
Y entonces cómo entender el proceso actual que lleve a cambiar la economía de la gente trabajadora, se dice que somos un país muy dependiente, que no logra hacer transformaciones importantes en la manera de producir bienes y servicios, que no vuelve atractivo a inversores internos y externos para una apuesta económica que se traduzca en mejoras sustanciales a los salarios y al empleo; y que ello genere una dinámica de fortalecimiento del mercado interno.
La clase trabajadora sigue esperando un rumbo de la economía que se traduzca en cuestiones concretas a la vida de cada persona—los despidos son cosa cotidiana por diferentes razones y acciones la mayoría dolosas—un sector empresarial que busca favorecerse del Estado; políticos que están en función de esa lógica de mercado; sectores académicos y profesionales confrontados entre unos intereses más socializantes y otros más neoliberales.
Hay pensamientos que están siendo de nuevo puestos en el debate y la agenda política—como el papel del Estado; lo social versus el mercado; el asunto del crecimiento económico y el desarrollo; la situación fiscal cada vez más apremiante para alcanzar un estatus de vida mejor para todos y todas.
Pero el predominio de que todo es responsabilidad de que no se atraen las inversiones directas e indirectas, en tanto el país está polarizado entre una izquierda y/o una derecha; y si acaso entre enfoques socialistas y completamente neoliberales y capitalistas o que no nos alineamos a los EEUU y que hay que hacerlo para que nos tomen en cuenta a la hora de hacer negocios.
En fin son polémicas teóricas que no aguantan el análisis de la realidad, pues cada partido político que ha llegado al poder del Estado (1989-2009/ 2009-2019) ha jugado su papel a cabalidad, pero siempre ello ha significado estar contra los empobrecidos, no tomar posición política por los de abajo, y estar en la disyuntiva de seguir esperando que sea el mismo pueblo quien con su sabiduría haga lo necesario para transformar la realidad.
Hay equivocadas valoraciones de intereses corruptos y oportunistas, que hacen un enfoque errado de la economía echando la culpa a los altos costos en la economía, la violencia criminal, la inseguridad jurídica; la baja productividad laboral.
Ante esta callosidad mal sana de los grandes poderes económicos fácticos que dominan, quienes se han opuesto históricamente a que haya mejoras sustanciales a los salarios de las personas trabajadoras, mejorando su poder adquisitivo que todos saben es el factor más sano para dinamizar la economía de un país.
Por qué nos enfrascamos en que alzas salariales afectarán negativamente la competitividad—a quiénes beneficiarían sostener esta posición—si empezamos a comparar los salarios mínimos regionales, hay diferencia en esto del crecimiento económico y la IED.
Y sabemos que mucha de la oligarquía invierte en estos países, y en donde igual existe violencia criminal mucho mayor; y entonces por qué de mayor inversión extranjera directa en economías como la hondureña y la nicaragüense, y donde hay menos productividad y mayores costos de producción.
La respuesta está sustentada en la evolución del consumo interno y el medio circulante, que en El Salvador crecen menos, ello debido a los bajos salarios, las pensiones y la política monetaria debido a la dolarización; la baja recaudación tributaria debido a la escasa inversión pública mucho menor a la de países de la región.
Y la demanda interna salvadoreña—poder adquisitivo-es mucho menor desde hace años, lo que impide la ampliación del mercado interno; y por consiguiente una expansión de las empresas para elevar sus ventas y su producción.
Al país le ha tocado un historial de 23 años de poco crecimiento económico, con pocas excepciones, lo que se traduce en insuficientes empleos e insustanciales aumentos en los ingresos—tanto de empresarios, de personas trabajadoras y del gobierno.
Un poder adquisitivo mayor a través de la expansión del mercado, de incrementar los salarios y el salario mínimo nos debe llevar a que las empresas vendan más, elevar las utilidades, amplían la demanda y va creando una base sostenible de la inversión, del PIB y del empleo. Esto es una falla en nuestro sistema económico desde hace más de dos décadas.
*Sindicalista salvadoreño
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