Sin agua, ni casa: trabajadores migrantes, capitalismo y esclavitud en tiempos de coronavirus
Por Cecilia Zamudio
Los trabajadores más esclavizados, mujeres y hombres migrantes que trabajan en el agroindustrial para una patronal esclavista, esos seres humanos que trabajan para alimentarnos, no tienen ni casas, ni agua. Y el supuesto «plan» gubernamental para los sectores más precarios en época de pandemia, consiste únicamente en enviar militares a las chabolas improvisadas, a ordenarles que se «queden en casa». Los trabajadores les dicen que no tienen agua y que temen por su salud, pero la respuesta es únicamente la coerción: lo que empeora la situación, ya que se complica incluso la gestión de residuos en lugares sin sistema de saneamiento[1]. «Hay mujeres y niños en los asentamientos… A las personas que viven en chabolas les resulta muy difícil quedarse en “casa” sin comida. No pueden quedarse sin trabajar, han sido multados camino del trabajo. Reclamamos agua. Seguimos como siempre, siendo los invisibles, los que a nadie le importan mas allá de lo que es el trabajo, es decir, gente que va a trabajar y luego como si no existiera»[2].
Los trabajadores más esclavizados, mujeres y hombres migrantes que trabajan en el agroindustrial para una patronal esclavista, esos seres humanos que trabajan para alimentarnos, no tienen ni casas, ni agua. Y el supuesto «plan» gubernamental para los sectores más precarios en época de pandemia, consiste únicamente en enviar militares a las chabolas improvisadas, a ordenarles que se «queden en casa». Los trabajadores les dicen que no tienen agua y que temen por su salud, pero la respuesta es únicamente la coerción: lo que empeora la situación, ya que se complica incluso la gestión de residuos en lugares sin sistema de saneamiento[1]. «Hay mujeres y niños en los asentamientos… A las personas que viven en chabolas les resulta muy difícil quedarse en “casa” sin comida. No pueden quedarse sin trabajar, han sido multados camino del trabajo. Reclamamos agua. Seguimos como siempre, siendo los invisibles, los que a nadie le importan mas allá de lo que es el trabajo, es decir, gente que va a trabajar y luego como si no existiera»[2].
La mitad del presupuesto público destinado supuestamente a «la crisis del Coronavirus», va directo a la banca privada, otra gran tajada a la gran industria, otra tajada al ejército (para beneficio del complejo militar-industrial), y las migajas que quedan van a pequeñas empresas, a sanidad y servicios sociales. Por causa de esa repartición del presupuesto de emergencia y por causa de la privatización de la sanidad de las últimas décadas, el personal sanitario trabaja sin los suficientes equipos de protección, lo que contribuye a la expansión del virus, los ancianos mueren en cantidades aberrantes en residencias sin suficiente personal médico, y la parte más esclavizada de la clase explotada es dejada de lado… Mientras tanto, la banca siempre gana.
Para el capitalismo, los trabajadores (y más aún los trabajadores más esclavizados) son vidas «desechables», mano de obra usada por su «fuerza de tracción». Los trabajadores en semi esclavitud en el agro industrial, son considerados «desechables-reemplazables» por la patronal, porque el saqueo brutal que perpetra el imperialismo europeo y estadounidense en África, Asia y América Latina, provoca un empobrecimiento letal y la devastación de la naturaleza, lo que obviamente causa éxodo poblacional… lo que les suple, a los explotadores de toda laya, una «cantera de esclavizables» constantemente renovada.
Millones de personas se ven forzadas a emprender trayectos migratorios dantescos por causa del saqueo capitalista de sus países, y si logran sobrevivir al viaje, se ven relegadas a una especie de Apartheid por las leyes de inmigración lesivas de la Unión Europea y de Estados Unidos. Mujeres y hombres son arrinconados, por causa de unas leyes que vulneran sus derechos, a padecer las peores explotaciones, como trabajar a destajo en el agro industrial en condiciones laborales y de vivienda infrahumanas, o como verse abocadas (en el caso de las mujeres) a la explotación aberrante que es la prostitución. Es el saqueo de los cuerpos humanos, concatenado al saqueo capitalista de los territorios. Es el funcionamiento de un sistema criminal heredero de una historia colonial y cuyo presente es la continuidad sangrante de un sistema de clases, en el que un puñado de multimillonarios agigantan sus fortunas en base a la explotación de las y los trabajadores y en base al saqueo de la naturaleza. El imperialismo europeo y estadounidense quiere succionar las inmensas riquezas de África, Asia y América Latina, pero rechaza a las personas así desposeídas. La voracidad imperial construye una gigantesca fortaleza entorno al botín saqueado a punta de guerras de invasión, de deudas espurias y de una constante injerencia responsable del exterminio de generaciones enteras de revolucionarias y revolucionarios en todos los continentes (Golpes de Estado, planes de exterminio, apuntalamiento de regímenes favorables al saqueo transnacional y contrainsurgencia, son constantemente implementados). El capitalismo es Barbarie.
Pero somos seres humanos y nos negamos a ser reducidos a mera fuerza productiva a merced de la clase explotadora: sentimos, amamos, tenemos familias, cerebro y creatividad… Y algún día la rabia se juntará en el preciso horizonte rojo con la consciencia: ese día tumbaremos este sistema criminal, tumbaremos a la clase explotadora, a todos los esclavistas con su hiel supremacista, a todos los que erigen fortunas sobre nuestros pueblos y vidas trituradas.
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