La diplomacia miope de Bukele
Está claro que en la mente de muchos de los estrategas del Ejecutivo salvadoreño los que toman las decisiones en Washington son hombres blancos y de avanzada edad. Esa es la imagen del liderazgo estadounidense que muchos en el gobierno salvadoreño respetan y admiran. Tal vez por eso nunca hubo reclamos al presidente Donald Trump cuando suspendió la cooperación a Centroamérica en septiembre de 2019, ni cuando la diplomacia salvadoreña aceptó sin rechistar la eliminación del TPS. Tampoco fue problemático enviar cartas de felicitaciones al presidente Joe Biden - otro hombre blanco- después de su victoria. Aunque, la relación con Biden ha sido más fría y menos personal que con Trump.
Esto puede pasar desapercibido en San Salvador, pero no en Washington, donde las dinámicas de género y raza están a flor de piel, y en donde los intensos intercambios del presidente en las redes sociales cobran vida propia. Eso fue lo que sucedió el pasado 1 de abril, cuando el presidente Nayib Bukele entró en una escaramuza vía Twitter con la congresista Norma Torres. La legisladora estadounidense pidió a Bukele que tomara responsabilidad de la migración de menores en la frontera citando una noticia de dos niñas ecuatorianas abandonadas en la frontera sur de Estados Unidos. El mandatario respondió pidiéndole que rectificara. Ella, en cambio, lo llamó “dictador narcisista” y fue entonces que él pidió a la comunidad latina del distrito de Torres que la derrotara en las urnas.
Torres es una congresista poderosa en el tema de Centroamérica no sólo por su voto en los comités de apropiaciones –responsable de repartir los fondos federales– y de relaciones exteriores, sino por su cercanía con la líder del congreso Nancy Pelosi y la vicepresidenta Kamala Harris. Desde el pasado 25 de marzo, Harris es la responsable del tema migratorio con Centroamérica y México. Torres también es una voz relevante para la administración Biden-Harris y capaz de influenciar el tono de cualquier negociación con el Triángulo Norte.
Mientras ocurría el intercambio en redes sociales, se desató una ola de fanáticos de Bukele y de cuentas anónimas que tildaban de “india”, entre otros apelativos, a la congresista de origen guatemalteco. La misoginia ha sido un lugar común en el entorno del mandatario. Hace unas semanas, un youtuber oficialista fue arrestado por acosar a candidatas del FMLN durante el recuento de votos de las elecciones legislativas y municipales, y la Sala de lo Constitucional de la Corte Suprema de Justicia inhabilitó a uno de sus candidatos a diputado por sus continuos ataques a mujeres. En similares circunstancias, Bukele fue expulsado del FMLN luego de que una de sus concejalas en la alcaldía de San Salvador lo acusara por expresiones de violencia contra las mujeres, delito por el cual el mandatario fue sobreseído en un tribunal. Hace un año, de hecho, en abril de 2020, el mandatario sugirió que algunos de sus críticos son como gatas en celo.
El desconocimiento del presidente sobre el peso de sus palabras en Estados Unidos evidenció el arquetipo de un Estados Unidos que solo vive en su memoria. Para 2045, las minorías serán mayoría en la nación norteamericana, algo que sucedió en California, Nuevo México y Texas. California, además de ser un estado con alta concentración de latinos, es uno donde las mujeres se encuentran en posiciones de liderazgo. Además de Torres, es el estado de Kamala Harris, la primera vicepresidenta de Estados Unidos, y de tres de las cuatro mujeres que ocupan un asiento en la Corte Suprema de Justicia.
En los últimos años ha habido una lucha de las mujeres estadounidenses por desterrar la violencia laboral y sexual de los entornos productivos y del hogar. Y ha sido en esta lucha, precisamente, en la que más mujeres latinas, mestizas, asiáticas, afrodescendientes e indígenas -como Torres y Harris- han encontrado plataformas para influir en la política de un país que por siglos ha privilegiado a los descendientes de inmigrantes europeos.
La bancada hispana del Congreso de Estado Unidos –conformado por 38 representantes y senadores demócratas de origen latino– defendió a Torres de “los ataques” del presidente que, para ellos, “son indicativos de lo que demasiadas mujeres y, en particular mujeres defensoras, experimentan habitualmente cuando desafían a quienes están en el poder”.
Bukele ha entrado en terrenos inhóspitos en la relación con Estados Unidos. Si bien es cierto que el presidente decidió no reunirse con Ricardo Zúñiga, el enviado de Estados Unidos, durante su visita a San Salvador, la retórica del mandatario nunca ha sido tan violenta y personal con los hombres de la administración Biden, a pesar de que no fue recibido por ellos cuando viajó a la capital estadounidense de manera exprés en febrero de 2021.
En el intercambio con Torres, el presidente revela que no solo tiene diferencias de enfoque con Washington, sino que se declara enemigo de una congresista con la amenaza de interferir en elecciones ajenas. Dudo de que el mandatario entienda los lentes a través de los que Washington ve sus pleitos en Twitter con mujeres de color. Sin embargo, está claro que este nivel de desagrado que causa Bukele en el congreso y la administración es inédito. Pocos representantes extranjeros han amarrado tan sutilmente cuatro aspectos que aquejan a las audiencias estadounidenses como Bukele: género, raza, interferencia extranjera y redes sociales. El salvadoreño lo ha logrado sin saberlo.
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