«Las enfermedades cardiovasculares impactan en forma diferente según el sexo, aun cuando los individuos tengan la misma prevalencia de factores de riesgo coronario», expone el boletín bibliográfico de la Biblioteca Médica Nacional, Bibliomed, en su volumen 24, número 1, de enero del 2017, titulado Cardiopatías y Género.
El texto pone sobre relieve un importante debate, esencial en un contexto donde las enfermedades crónicas no transmisibles ocupan las principales causas de muerte en el mundo, contexto al cual Cuba no está ajena.
De hecho, justamente las enfermedades cardiovasculares (ECV) constituyen la principal causa de defunción en todo el mundo. Cifras de la Organización Mundial de la Salud (OMS) dan cuenta de que cada año mueren más personas por ECV que por cualquier otra causa. Esta epidemia, junto a los accidentes cerebrovasculares, cobra anualmente la vida de 17 millones de personas en el mundo.
Sin embargo, la paradoja, según los expertos, es que la mayoría son evitables; de ahí que conocer las particularidades de las ECV es más que provechoso en este empeño.
«Existen diferencias tanto sexuales (biológicas) como de género (socioculturales) en las ECV, y las diferencias en cuanto a pronóstico entre mujeres y hombres se deben a diversas variables, entre las que se encuentran factores de riesgo de ECV específicos en mujeres, diferencias en las estrategias de tratamiento y manejo de las mujeres en cuanto a la prevención primaria y secundaria de las ECV, así como diferencias fisiopatológicas de las ECV», asegura la citada publicación, disponible en la Red de Salud de Cuba, Infomed.
Sucede que «una importante limitación a la hora de identificar el riesgo cardiovascular real asociado en la mujer, es el hecho de que la mayor parte de los datos que han sustentado la evidencia para la elaboración, tanto de guías de prevención de los pacientes con ECV como las diferentes tablas de estratificación de riesgo cardiovascular (RCV), se han extrapolado de estudios realizados con una población mayoritariamente masculina».
El hecho es que en el desarrollo de las ECV, los factores de riesgo tradicional juegan un papel muy relevante, tanto en varones como en mujeres, sostiene el texto.
«Sin embargo, aunque existen complejas diferencias en la fisiopatología del riesgo cardiovascular entre varones y mujeres en las fases tempranas de la vida, tales diferencias se minimizan con el paso de los años y la mujer iguala, e incluso supera el riesgo cardiovascular respecto al varón tras la menopausia».
En ese sentido, el boletín menciona entre los factores de riesgo más importantes la edad, «dado que la prevalencia de ECV aumenta con los años tanto entre los hombres como entre las mujeres, aunque los episodios de enfermedad arterial coronaria (EAC) entre las mujeres aparecen en promedio aproximadamente diez años antes que entre los hombres».
Del mismo modo entre esos factores está la hipertensión, «ya que desde los 65 años en adelante, las mujeres muestran una mayor prevalencia de hipertensión que los hombres. Por otra parte, en las mujeres que toman anticonceptivos orales, la hipertensión es de dos a tres veces más frecuente que en las mujeres que no los toman».
La diabetes se erige también como un factor de riesgo de enfermedad arterial coronaria, relativamente mayor para mujeres que para hombres, pues aumenta el riesgo de la mujer para EAC de tres a siete veces, mientras que el aumento es solo de dos a tres veces en los hombres diabéticos. «La dislipidemia es también más frecuente en las mujeres, dado que de manera notable cambios adversos del perfil lipídico acompañan la menopausia».
Asimismo, «el tabaquismo igualmente puede resultar más nocivo en las mujeres que en los hombres, pues las mujeres fumadoras fallecen 14,5 años antes que las no fumadoras, en tanto los hombres fumadores mueren 13,2 años antes que los no fumadores», refiere el documento.
Según la publicación, la inactividad física es también un factor de riesgo habitual para EAC, «dada su asociación con presión sanguínea elevada, así como incremento del nivel de colesterol y deficiente metabolismo de la glucosa; en este sentido, el comportamiento sedentario es también más habitual en las mujeres que en los hombres».
«Resulta imprescindible entonces que los facultativos y profesionales sanitarios estén conscientes de tales disparidades e intenten superarlas, a fin de lograr el diagnóstico de ECV en las mujeres de forma más efectiva y aportarles estrategias de tratamiento basadas en la evidencia para ambos sexos», concluye el texto.
«La tasa de mortalidad por enfermedades crónicas no transmisibles es la más elevada, con 731,4 defunciones por cada 100 000 habitantes», afirma el Anuario Estadístico de Salud, en su 45 edición, con información actualizada hasta el año 2016, y publicado por la Dirección de Registros Médicos y Estadísticas de Salud del Ministerio de Salud Pública de Cuba.
El documento ratifica lo que es ya desde hace años una tendencia en el cuadro de morbilidad y mortalidad del país, donde a la cabeza de las primeras diez causas de muerte se sitúan las enfermedades del corazón, con una tasa de 217,7 por 100 000 habitantes. «El 66,0 % de las muertes por enfermedades del corazón ocurre por enfermedades isquémicas, de ellas, el 44,4 % por infarto agudo del miocardio. Se presenta sobremortalidad femenina, para la insuficiencia cardíaca y para las enfermedades reumáticas crónicas del corazón», alerta el texto.
Prestar particular atención a las ECV con un enfoque de género es una estrategia más que prudente y necesaria. Las estadísticas son precisas.
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