Al dinero le gusta el silencio, y a grandiosas sumas de dinero, un silencio total. Este es el lema bajo el cual podría regirse la actividad del Banco Vaticano, una de las estructuras financieras más grandes y a la vez herméticas del mundo. Hasta ahora.
Tras haber recibido un fuerte golpe a su reputación, afectado por la bancarrota del Banco Ambrosiano y varios escándalos económicos que le siguieron, en estos momentos se está llevando a cabo un proceso de transparencia en el seno del poder económico de la Iglesia. La iniciativa fue impulsada en 2010 por el papa emérito Benedicto XVI, que promulgó una ley para prevenir el lavado de dinero justo antes de renunciar al papado. Hoy día ese empeño es inducido por su sucesor, el papa Francisco.
En la Edad Media, el Vaticano fue probablemente el Estado más próspero de Europa. La Santa Sede no se avergonzaba en alardear de sus riquezas, recogidas de todos los rincones del mundo cristiano. Así prosiguió al menos hasta la Reforma protestante, que no solo privó a la Iglesia católica romana de propiedades en todo el norte de Europa, sino que también resultó ser un duro golpe a la imagen del propio Pontífice. Desde entonces, los tesoros del Vaticano han estado disponibles solo para un selecto círculo de personas.
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En 1942, el papa Pío XII funda el Instituto para las Obras de Religión —institución conocida popularmente como el Banco Vaticano— que pone bajo su control todas las gestiones dedicadas a "mantener y administrar los bienes activos transferidos o confiados al Instituto por personas físicas o jurídicas, con el fin de destinarlo a obras de religión o de caridad".
Siendo una institución cerrada y al no apegarse a jurisdicciones nacionales e internacionales, el IOR rápidamente toma fama de ser un 'offshore' en medio de Europa. Según datos oficiales, para el 2013 —año en el que por primera vez el banco divulgó públicamente su saldo de cuentas anual— el Vaticano administraba fondos por un valor total de unos 7.000 millones de euros y contaba con cerca de 19.000 clientes entre instituciones y personas.
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Con toma de posición, el papa Francisco creó una comisión especial para que le informe sobre las actividades reales del controvertido Instituto para las Obras de Religión (IOR).
La muerte del banquero de Dios
El 5 de junio de 1982, Roberto Calvi, presidente del Banco Ambrosiano, envió una carta a Juan Pablo II en la que garantizaba al papa que no revelaría ninguno de los secretos "en interés de la Iglesia". 13 días después, la policía de Londres encuentra su cadáver colgado del puente londinense de Blackfriars ('frailes negros') sobre el río Támesis.
La policía británica cerró el caso como suicidio, pero lo reabrió años más tarde y se dictaminó que se trató de un asesinato. Más tarde se daría a conocer que los días previos a su muerte intentó desesperadamente ponerse en contacto con los dirigentes de Propaganda Due (P2), una logia masónica relacionada con la mafia italiana.
Las primeras miradas de sospecha cayeron sobre el director del Banco Vaticano, el arzobispo estadounidense Paul Marcinkus.
Marcinkus y Calvi se conocieron años antes y, desde entonces, el Banco Ambrosiano gestionó muchas de las trasferencias eclesiásticas. Mediante el Ambrosiano, la Iglesia patrocinaba los movimientos anticomunistas en Polonia y América Latina, así como se sospecha que participó en el lavado de dinero de la mafia. Desde entonces, Roberto Calvi recibió el apodo de 'el banquero de Dios'.
Inspirados por su exitosa colaboración, los socios deciden salir a nivel internacional y crean el Banco Ambrosiano Holding, que incluía compañías y organizaciones en varios países. El arzobispo entró entonces al consejo de administración de Ambrosiano Overseas, una filial del holding registrado en las islas Bahamas.
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En octubre del 2013, el Vaticano suspende al obispo de la diócesis alemana de Limburgo, Franz-Peter Tebartz-van Elst, despues de que se hiciera público que gastó 31 millones de euros en la remodelación de su residencia.
En 1978, el Banco Central de Italia, que investigaba la gestión del Banco Ambrosiano, anunció públicamente su inminente quiebra. En 1981, su presidente, Roberto Calvi, fue arrestado justo en la oficina del P2, pero logró evitar la prisión y se refugió en Londres.
Poco después de su asesinato, el Banco Ambrosiano fue declarado en quiebra, a pesar de las numerosas cartas de patrocino. Le faltaban 1.300 millones de dólares, justamente la cantidad que debían las empresas pertenecientes al Vaticano. No obstante, al Instituto para las Obras de Religión le dictaron pagar por daños y perjuicios un monto de solo 240 millones. Todo porque el Banco Vaticano no se rige por las leyes de Italia, y esquiva cualquier jurisdicción. Oficialmente, el máximo jefe del IOC es el propio papa.
Según el publicista Gianluigi Nuzzi, que ha dedicado su vida a estudiar los escándalos en los que ha estado envuelta la Santa Sede, el Banco del Vaticano pudo entonces mantenerse en pie gracias a un poderoso inversionista: la madre Teresa. Gracias a ella, Marcinkus influyó en la opinión de varios cardenales para evitar que la institución bajo su mando fuese reformada.
Paul Marcinkus, arzobispo estadounidense y director del Banco Vaticano entre 1971 y 1981 (archivo)
"El dinero no huele"
En 2010, el Banco Vaticano vuelve a estar involucrado en un escándalo. Esta vez su director, Ettore Gotti Tedeschi, fue puesto bajo arresto por sospechas de lavado de dinero. Tres años más tarde, el papa Francisco da un paso revolucionario para la Santa Sede, imponiendo una auditoria externa al IOC.
El director del Centro de Estudios Religiosos de la Academia de Ciencias de Rusia, Román Lunkin, compartió con Sputnik que la iniciativa del sumo pontífice es hacer la gestión del Banco Vaticano "más transparente para la sociedad y los círculos relacionados con la Iglesia, para evitar las críticas que causan un daño significativo a la autoridad de la Iglesia Católica Romana".
Si bien antes era conocido que los multimillonarios preferían al Vaticano antes que a los bancos de Suiza o Liechtenstein, a día de hoy la Iglesia católica se posiciona como una estructura supranacional y, por lo tanto, depende mucho menos de los intereses individuales de sus integrantes. El papa Francisco ha alejado del mando de la IOC a los cardenales "que molestaban", indica Lunkin.
No obstante, los banqueros han sido apartados, pero no derrotados, advierte. En septiembre, una serie de apoderados conservadores católicos propusieron deponer al papa Francisco, acusándolo de herejía. La misiva Correctio Filialis, de 25 páginas, fue redactada por 40 sacerdotes, entre los que se encontraba Ettore Gotti Tedeschi.
"En el Vaticano existe un partido que se opone a las actividades reformistas del papa Francisco, como sucedió una vez con Benedicto XVI. Es el mismo partido que anteriormente estuvo dirigido por Paul Marcinkus", constata Gianluigi Nuzzi.
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