Protesta social y cabildos ciudadanos: antecedentes históricos del levantamiento popular en Chile
© REUTERS / Pablo Sanhueza
El panorama es implacable, el 25 de octubre la población se auto convocó en la movilización más grande en 40 años de historia nacional, con un millón doscientos cincuenta mil personas en las calles de Santiago, además de movilizaciones y disturbios en el resto el país. La reacción del Palacio de la Moneda no se hizo esperar.
El Presidente Sebastián Piñera presentó su disposición a bajar el Estado de Excepción Constitucional y anunció un cambio de gabinete, además de abrir diálogo con diversos actores sociales sin especificar detalles al respecto. En paralelo, se realizan múltiples cabildos autoconvocados en que la población reflexiona y delibera respecto a los objetivos de este levantamiento popular.
Existen varias interpretaciones de lo que hoy cursa en Chile. Conversamos con el Premio Nacional de Historia Gabriel Salazar para identificar algunos antecedentes históricos as de este estallido social.
Hay varias hipótesis para definir la magnitud y el carácter de esta crisis que enfrenta Chile. ¿Frente a qué nos encontramos?
— En términos generales, estamos frente a una crisis del sistema político-económico vigente. Se caracteriza porque hoy revienta y se hace patente el problema en las calles. Es una crisis que se viene incubando desde que se instaló la democracia neoliberal en Chile desde 1990. Ese año, el PNUD realizó una encuesta respecto a la conformidad y credibilidad del modelo político. El resultado arrojó un 54% de chilenos que no creen, no confían y no les gusta el modelo, es decir, partimos esta democracia neoliberal con un 54% de rechazo. Este descontento fue creciendo sostenidamente para culminar entre el 2017 y 2019, con un descontento que fluctúa -según datos de El Mercurio- entre el 85% y 97%. El descontento con el modelo se fue desarrollando e incrementando a un nivel casi absoluto. Estamos frente a una crisis de representatividad en estado grave.
Si este descontento se ha incubado desde 1990 ¿Por qué no estalló antes?
— El descontento ciudadano no tiene válvulas institucionales para que la ciudadanía exprese lo que piensa, lo que no le gusta y discuta propuestas alternativas. En tiempos pasados, durante la década de 1820 se desarrollaron estas válvulas institucionales. Existían los cabildos, lugar donde el pueblo tomaba forma y deliberaba. Fueron finalmente los pueblos lo que mediante esta deliberación, derribaron a O'higgins por traición a la soberanía de los pueblos.
Esto ha generado que la crisis larvada del descontento ciudadano, al no encontrar canales de proyección hacia el estado y control de la clase política desde abajo, produzca una caldera social que revienta. El siglo XX está lleno de reventones sociales. El fenómeno de expresión del descontento en las calles para luego institucionalizarse se ha repetido varias veces durante la historia, llegando a su extremo con la Constitución de 1980, que es la peor y la más ilegítima que hemos tenido en nuestra historia. Ante esta olla de presión, hacía falta cualquier bengala, cualquier señal para que se produjera este reventón.
¿La clase política civil ha tenido la capacidad de anticiparse a este estallido?
— Los hechos han demostrado que no. El Estado ha formado una clase política profesional que aprendió a auto reproducirse dentro del Estado, este proceso lesiona y erosiona los mecanismos de representación popular, la soberanía ciudadana va desapareciendo. La clase política se auto reproduce en el Estado en una posición hegemónica que a ratos puede ser más hegemónica inclusive que la clase empresarial (...) Finalmente la clase política se ha ido convirtiendo en el enemigo del pueblo chileno.
Observamos que la estrategia política del Gobierno y la oposición ha sido errática y hasta la fecha no han estado a la altura para enfrentar esta crisis. ¿Estamos frente a un momento decisivo, un momento constituyente?
— Sí, rotundamente. El descontento de la ciudadanía, como no tenía válvulas de salida, ni líneas políticas que seguir y desarrollar, estalló de una manera similar al estallido del bajo pueblo, simplemente violando la ley, evadiendo el pago del metro y posteriormente siguiendo con la destrucción.
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Me parece extraordinariamente significativo que el Ejército haya actuado en esta oportunidad de forma distinta. Al no existir una masacre, el proceso siguió, y al seguir, se transformó. Lo que inició como un vandalaje se transformó en un movimiento prístinamente ciudadano. Desaparecieron las banderas de partidos políticos, ningún líder se atrevería a dar un discurso en Plaza Italia. La ciudadanía se ha encontrado consigo misma y eso me parece notable.
¿Existen antecedentes históricos que den cuenta de este fenómeno?
— Algo parecido pasó alrededor de 1924. En ese tiempo habían muchas sociedades mutuales, organizaciones sociales y todas tenían sedes. Todo el mundo se metió a las sedes a deliberar, sedes deliberaban noche y día hasta tal punto que los militares, dirigidos por la joven oficialidad, también deliberó junto al pueblo. Esto último es lo único que falta para que estemos en una situación de alcances similares.
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La Secretaría General de la OEA ha planteado que Cuba y Venezuela, a través de un movimiento de “brisas bolivarianas” ha digitado una desestabilización de las democracias en América Latina, por otra parte Michael Kozak, jefe de la diplomacia de EE.UU para América Latina ha señalado que hackers rusos están intentando socavar las instituciones y la sociedad chilena ¿Cuál es su opinión?
— Me parece tirado de las mechas. Si acaso existieron acciones de sabotaje, es un fenómeno aislado. Lo importante es considerar que el pueblo mestizo que salió a las calles, generando diversos brotes de violencia, es un factor interno de larga data en nuestro país, un pueblo que surge en el siglo XVI y que por la forma en que ha sido tratado, no ha hecho otra cosa a lo largo de su historia más que tratar de robar un poco, dada la situación terrible en la que se encuentra.
La élite tiene un gran problema y es que no tiene la capacidad ni la posibilidad de desarrollar una teoría política de alcance nacional con la que puedan interpretar correctamente estos fenómenos sociales ya que históricamente tienden a defender su interés minoritario. Su teoría política es muy pobre, solo hablan de libertad y orden público y cuando algún fenómeno sobrepasa sus mecanismos de defensa, siempre tienden a inventar enemigos demoníacos.
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