Que Casa Presidencial haya impedido el acceso de El Faro y Factum a una conferencia de prensa ha puesto sobre la mesa la necesidad de salvaguardar la libertad de prensa en El Salvador. Varios informes señalan que este elemento central del derecho a la libertad de expresión está en riesgo en el país y que ha disminuido en los últimos años, especialmente con los Gobiernos del FMLN, haciendo que El Salvador pasara del puesto 38 entre los países con mayor libertad de prensa en 2013 al 81 en la actualidad, según el índice elaborado por Reporteros sin Fronteras. Esta drástica caída debería preocuparnos a todos, pues la instauración de un sistema democrático costó demasiada sangre y sufrimiento como para permitir que se debilite a conveniencia del poder.
Es grave la decisión de excluir de una conferencia del Ejecutivo a dos medios de comunicación. Es grave que Presidencia justifique el hecho en el “mal comportamiento” de ambos medios en eventos similares y afirme que mantendrá la restricción hasta que no exista un “compromiso serio” por parte de ellos de “respetar la labor de los demás periodistas y de la institución". Es grave, y debe considerarse como una limitación real a la libertad de prensa, que en las ruedas del presidente solo se permita formular un número muy reducido de preguntas a un número muy reducido de periodistas; una restricción que impide aclarar las muchas dudas que generan algunos de los mensajes del mandatario.
Es fácil afirmar en un comunicado que se respeta a los medios de comunicación y a la labor periodística, que se han realizado dos decenas de ruedas de prensa y que en las mismas participan 60 medios. Los hechos dicen otra cosa. Una rueda de prensa no debería ser un monólogo presidencial. El valor de una rueda de prensa es que en ella se dé un intercambio: el mandatario brinda declaraciones y luego los periodistas preguntan, piden aclaraciones. En una rueda de prensa el presidente debe someterse al escrutinio de los medios, pues de ese modo los ciudadanos pueden tener una mayor y más profunda información. Esto no se ha visto con Bukele. El mandatario ha comunicado en abundancia, pero de manera unidireccional, sin dar pie a réplicas o consultas.
En la rueda de prensa a la que se impidió el acceso a los dos medios digitales, quedaron muchas dudas sobre el papel de la Cicies. Eso no habría sucedido si se les hubiera permitido a los periodistas formular todas las preguntas pertinentes. Lo mismo ocurrió en la conferencia de presentación del Plan Nacional de Salud; un plan del que en realidad apenas se habló. Bukele no definió sus líneas principales ni aclaró cuáles serán los cambios más significativos en beneficio de la población. Se limitó a anunciar la creación de una Dirección de Prevención y la realización de un diagnóstico de necesidades. Un libre cuestionamiento de la prensa al menos hubiera aminorado ese vacío informativo.
Para distanciarse de sus predecesores, el presidente debería aprender de estos 100 primeros días de gobierno y escuchar lo que dicen sus críticos, no solo los aplausos de sus seguidores y aduladores. Si en verdad le interesa informar a la población sobre su gestión, no puede seguir limitando la participación de los medios de comunicación en las ruedas de prensa, no puede abstraerse a las preguntas incómodas o los señalamientos, no puede pretender que solamente se le escuche a él.
A la fecha, los principales anuncios realizados, como la puesta en marcha del Plan Control Territorial, el Plan Nacional de Salud, el establecimiento de la Cicies, han sido solo eso, anuncios. Ninguno de estos tres importantes temas ha sido tratado a profundidad. De ellos solo se conocen unas pocas actividades; por tanto, no se sabe a ciencia cierta en qué consistirán ni se puede hacer un análisis profundo sobre sus bondades o debilidades. Pero quizás ese sea el objetivo último: que la falta de información dificulte la crítica. De ser así, empieza a quedar claro el carácter absolutista del presidente y su Gobierno.
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