El mal ejemplo de Bukele
El domingo 9 de enero, el presidente planificó darles un “susto” a los diputados, a modo de escarmiento pedagógico por no aprobarle el crédito de los $109 millones. Previamente, el viernes 7 de febrero, el director de la PNC retiró los agentes PPI a los legisladores como una señal; luego, mientras armaban la tarima, militarizó el edificio del congreso con soldados de la Brigada Especial de Seguridad Militar (BESM) y de Comandos de Artillería, vulnerando la seguridad propia de la Asamblea Legislativa y establecieron puntos para francotiradores. Al filo de las 4:00 p.m., comenzó con un discurso incendiario insultando a los diputados con todos los epítetos posibles y hasta se tomó una selfie; luego, se dirigió al Salón Azul, el cual estaba repleto de soldados y policías con armas largas, se sentó en la silla del Presidente de la Asamblea y sonó el gong de apertura; paradójicamente, entre los asistentes no estaba el Consejo de Ministros, quien convocaba a la sesión extraordinaria. A la cabecera del pleno, el presidente oró con las manos sobre su rostro, se levantó y regresó a la tarima, donde informó a sus seguidores que en su oración Dios le pidió “paciencia” para que si, en una semana los diputados no aprobaban el préstamo, se repetiría el acto con otras consecuencias.
Hasta una diputada leal al Presidente se asustó y se fue… En realidad, todo estuvo de pánico y por momentos hubo un ambiente de pre insurrección, haciendo eco del artículo 87 de la Constitución.
Frente a este paisaje, la mayoría de instituciones privadas –por no decir todas- condenaron el hecho. A nivel internacional se mandó un mensaje sobre un posible “Golpe de Estado”. Mientras tanto, los funcionarios de Gobierno intentaron minimizar el exabrupto manifestando que no había golpe ni nada por el estilo, sino que fue un procedimiento rutinario de la seguridad presidencial. Luego, la Sala de lo Constitucional dio por recibida una demanda de inconstitucionalidad. Más tarde, los diputados sesionaron y condenaron el hecho, mientras que el presidente de la Asamblea mandó un mensaje simbólico retirando la silla y el gong.
El punto central de este episodio se basa en los resultados del Plan Control Territorial y la sensible baja de homicidios versus las nuevas necesidades de equipamiento de las fuerzas del orden. En el subsuelo de este hecho está el resonado caso del viaje de Osiris Luna en un jet privado, del cual se ocultó la información y su relación con una empresa de dudosa reputación que participaría en la ejecución de estos fondos, así como otras discusiones sobre la adquisición de un buque para resguardar las costas (y para que el vicealmirante tenga algo de flota); la compra de helicópteros, chalecos, etcétera.
Un aspecto que reclaman los diputados es el desconocimiento del “Plan Control Territorial”, sobre todo porque las estadísticas señalan que la baja de homicidios es en municipios en dónde no se han hecho intervenciones. Otros más acuciosos indican que hay una especie de “tregua”, habiendo negociado una baja de homicidios a cambio de “respetar” otras operaciones menos violentas de los pandilleros.
El estilo de Nayib Bukele, como ya sabemos, es disruptivo y esto implica ver con cierto desdén el orden político institucional. Muestra de ello, fue el obviar la relevancia del aniversario de los Acuerdos de Paz el 16 de enero. Se trata de un relevo político generacional poco inteligible. Sus métodos de ordenar por Twitter, la creación de un equipo de Ministros con limitada personalidad, y mucho activismo, que constantemente hacen referencia al Presidente, etiquetándolo o haciendo tags en todas sus publicaciones en redes sociales; y el propio uso de las redes sociales como principal plataforma de comunicación.
La pregunta es ¿qué sigue?, y si todo este hecho representa un nuevo estilo de gobernar. Todo parece apuntar a la campaña electoral para las elecciones a Alcaldes y Diputados de 2021; pese a la devoción y a la alta popularidad a enero de 2020 ¿habrá tenido un costo para personas más independientes?, ¿ha ayudado este hecho a levantar la imagen de ARENA y del FMLN?, o ¿a pesar de todo, la imagen del Presidente seguirá intacta porque se justifica lo que ha hecho?
La imagen de la Asamblea Legislativa no está en su mejor momento; también los hechos de negociaciones electorales con pandilleros, por funcionarios de ARENA y el FMLN, están a boca de jarro; en este “licuado” debemos considerar, además, que funcionarios del actual gobierno también hayan participado en negociaciones ilícitas, y quedan pendientes algunas interpelaciones por el problema del agua y otros temas.
El futuro es muy incierto, hay más preguntas que respuestas; la luna de miel se interrumpió y lo que prima es la incertidumbre y el temor razonable a que se repliquen experiencias como las de Fujimori, en Perú, o Chávez, en Venezuela. Efectivamente, no nos olvidemos, estamos en Latinoamérica, un lugar de alta volatilidad, inmadurez política, corrupción y limitada institucionalidad.
Desde 1992 a la fecha, El Salvador venía siendo un ejemplo democrático; hubo alternabilidad, respeto a los resultados electorales, diálogo, administración de disensos y limitadas tensiones ideológicas. Se cometieron muchos errores políticos: se dolarizó la economía sin consulta; se privatizaron servicios públicos para alimentar el modelo neoliberal; se robó descaradamente, y se fue ajustando el aparato fiscal de forma limitada. Producto de ello es que la mayoría de nudos gordianos ahí están latentes: migración, violencia, pobreza, falta de crecimiento económico, desempleo, deterioro medioambiental, corrupción, servicios de salud y educativos ineficientes; y todo parecía que iba a cambiar de rumbo con Nayib Bukele.
Los presidentes son parte de la “sociedad educadora”, son referentes, ya que están en la palestra nacional, aparecen en los diversos medios de comunicación; sobre todo Nayib Bukele por su alta popularidad. Lo que él haga o diga se repite y, por tanto, posee un alto contenido pedagógico. En este hecho educativo que lo podríamos llamar “la toma de la Asamblea Legislativa” lo que se enseñó –y lo que los seguidores de Nuevas Ideas aprendieron- es que el valor institucional de la Asamblea Legislativa es poco importante y vulnerable. Hasta el viceministro de Educación Ricardo Cardona afirmó en un tuit: “Este día será histórico. ¿Cuánto nos cuesta la Asamblea para lo que produce? En realidad, disolverla no sería tan mala idea. Y que se lleve cada uno su silla” (el tuit fue borrado minutos después). Si un viceministro opina así, ¿qué podemos esperar de la opinión de otros funcionarios del MINED? Y si en un futuro la Asamblea es copada por Nuevas Ideas, ¿se pensará igual?
Los presidentes educan y deben tener sumo cuidado en no trivializar o subestimar sus opiniones, ya que para bien o para mal son pedagógicas. El presidente y sus ministros y viceministros son educadores, deben dar el ejemplo y ser didácticos en su accionar.
Al final, el “susto pedagógico” no salió tan bien, hubo mucha crítica nacional e internacional, no creo que se le haya salido de las manos, fue pensado para intimidar a los diputados, pero hubo un error de cálculo, ya que las fotografías evocaron los golpes de Estado del pasado. Además, muchos de los diputados actuales vienen de dónde asustan, no son tan susceptibles a estos dramas, excepto los más jóvenes, que sí se afligieron.
El presidente debe ser un maestro, un docente de la concordia, la paz y la armonía; es obvio que la politiquería saca de quicio, pero se debe planificar mejor qué hacer y cómo hacerlo, existen otras formas de comunicación más profundas y sutiles para señalar la inmundicia partidaria y las mañas de algunos diputados, que están ahí porque han hecho de la política una lucrativa forma de vida.
Dice un gran maestro: “Hay que enseñar desde la mente de quien aprende”; pero hay que tener cuidado cuando las ideas del maestro pretenden ser depositadas de modo forzado en sus alumnos, eso es adoctrinamiento o educación bancaria, como bien reitera Paulo Freire.
Presidente, es momento de revisar, corregir, replantear e intentar volver a enseñar. Usted tiene esa oportunidad y posibilidad constructiva, tiene ese atril privilegiado, un lugar desde dónde dar cátedra; o puede insistir en ese método lancasteriano basado en el principio “que la letra a sangre entra”.
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