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Pensar el devenir de nuestros pueblos es también reconocer lo especifico, lo particular de la realidad en la geografía latinoamericana muestra un sinfín de variantes en cada país o región, en términos culturales y naturales, construir los caminos de liberación tiene entre otra misiones aprender del pasado y evitar los errores cometidos, reconocer los avances y cuestionar los pasos dados para poder ir diseñando o reestructurando el proyecto emancipador, esto, sin hacer eco de las posturas posmodernas infiltradas con el afán de desvirtuar la utopía y la posibilidad de edificar el socialismo, pues la crítica al capitalismo ya de por sí se ha visto tergiversada o relativizada en un grado tan agudo que la propia naturaleza del sistema es estudiada desde puntos de vista ajenos a su lógica, la necesidad de reconocer lo particular de las realidades locales o regionales, no significa la renuncia a la comprensión global de los procesos, los hechos económicos, sociales, culturales y políticos están ligados y responde a causas generales producidas por la naturaleza del capitalismo, y si bien, como se ha dicho se reflejan en especificidades, eso nunca eliminará que el análisis deba seguir siendo global o total, simplemente lo complejiza. La fragmentación ultra-especifica que relativiza todo y niega lógicas generales, es un truco más del pensamiento débil posmoderno que divide el todo para sustraer del imaginario social y político la idea de un proyecto libertador que aglutine la totalidad de los aspectos, esa tan cantada aseveración del fin de la ideologías y las utopías hasta la fecha repercute a la hora de trazar el camino a seguir en los procesos de lucha, su efecto sigue generando dudas cuando se habla del porvenir de la humanidad, el truco del sistema fue ese, sembrar la duda y relativizar las interpretaciones para frenar la emancipación total, por eso proyectar la liberación de nuestros pueblos requiere la reformulación del proyecto socialista para conducirnos a ese mundo mejor tan añorado en donde cada uno de los males que hoy nos siguen aquejando sean superados para al fin dignificar realmente a toda la humanidad.
Las protestas recientes en América Latina dan y darán luz a una amplia gama de variables para analizar por lo particular de cada país, sujetos sociales, demandas, formas de resistencia, estructuras organizativas, tipos de movilización y autogestión al interior de las luchas, vanguardias sociales aunque no se asuman así, también, las respuestas represivas de los estados capitalistas, sus discursos, la contraofensiva conservadora que pretende frenar el reclamo social, el neofascismo, la injerencia e intervencionismo del imperialismo que se muestra a veces de manera velada y otras abierta y descarada, las estructuras económicas del capitalismo latinoamericano preso en contradicciones de dependencia y por la presencia de formas modernas y otras aún antiguas. Si bien los grados cambian y pueden incluso parecer contraponerse, la raíz que les da naturaleza se mantiene, la política del neoliberalismo comparte su lógica en todos los países donde se ha implando o donde se quiere reimplantar, el capitalismo es el sistema depredador de siempre, las oligarquías latinoamericanas lo defienden, sea con golpes de estado, represiones brutales, cercos mediáticos, persecución, censura, cárcel, genocidio, bloqueos económicos, acciones ejecutadas con el consentimiento y apoyo de los organizamos internacionales dedicados a velar por el interés del imperialismo y de los proyectos neocoloniales. Ante todo esto, los pueblos y sus luchas requieren retornar al camino de las grandes utopías y proyectos emancipatorios, el marxismo sigue vigente como teoría social para el estudio del capitalismo y como base científica de la edificación del socialismo como sociedad futura requerida para la sobrevivencia humana.
En las últimas décadas para el caso latinoamericano, la emergencia de la propuesta bolivariano ha permitido recuperar esa proyección emancipadora que se había perdido en muchos sentidos después de la caída del bloque socialista, vino a acompañar nuevas propuestas de liberación como ha sido también la lucha zapatista que desde finales del siglo XX inyectó aires de renovación a la esperanza humana. Ahora entrando a la tercera década del siglo XXI, las condiciones coyunturales avalan seguir hablando de unidad e integración latinoamericana, el proyecto bolivariano-socialista es vigente, por su raíz autóctona de ideas independentistas y por su carácter anticapitalista cimentado en el pensamiento socialista-marxista comprendido sin dogmas ni esquemas forzados, la liberación de nuestros pueblos amerita proyectar nuevamente la libertad latinoamericana.
* Cristóbal León Campos. Integrante del Colectivo Disyuntivas
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