Prácticamente toda la opinión pública de EEUU —desde la iglesia evangélica hasta la mismísima primera dama— ha puesto el grito en el cielo por la aplicación de una orden despiadada y vergonzosa del presidente Donald Trump que separa a los menores de edad de sus padres, inmigrantes hispanos, cuando éstos cruzan ilegalmente la frontera desde México.
La propia Melania Trump, una inmigrante en sí misma pues nació en Eslovenia, ha contradicho claramente la política que su marido aplica a los indocumentados.
"La señora Trump odia ver a los hijos separados de sus familias. Cree que debemos ser un país que cumpla todas las leyes, pero también un país que se gobierne con corazón", afirmó su portavoz, Stephanie Grisham.
Melania Trump y Laura Bush están conmovidas por las impactantes imágenes de cientos de menores que esperan su incierto destino en unas instalaciones levantadas por la Patrulla Fronteriza de Estados Unidos en la localidad texana de McAllen. Los críos están encerrados en una serie de cajas creadas con vallas metálicas y carpas que recuerdan a la tristemente famosa prisión de Guantánamo. En algunos de esos recintos viven hacinados hasta 20 niños, la mayoría de ellos muy asustados. "Los niños separados de sus padres ya están traumatizados", aseguraba el senador demócrata por Oregón, Jeff Merkley, tras visitar el horrendo lugar. "No importa si el suelo está barrido o las sábanas bien ajustadas".
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En apenas seis semanas, entre el 19 de abril y el 31 de mayo de este año, 1.995 menores de edad han sido separados de sus familias sin papeles en la frontera con México, según datos aportados por el Departamento de Seguridad Interior estadounidense. Son tantos que las autoridades se están quedando sin sitio donde darles alojamiento.
© AP PHOTO / ROSS D. FRANKLIN
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Ha pasado más de un mes desde que el fiscal general —equivalente a ministro de Justicia—, Jeff Sessions, anunciara con alharaca la nueva política de "tolerancia cero" de la Casa Blanca para combatir la inmigración ilegal. Ha sido una opción nuclear, agresiva, inhumana, que Trump está utilizando para forzar a la oposición demócrata a suscribir con los republicanos una nueva legislación en materia migratoria que incluya la financiación del vergonzoso muro con México.
Desde entonces, el Departamento de Justicia considera que los adultos que intentan penetrar en territorio estadounidense de forma ilegal han cometido un delito por el que deben ser juzgados, lo que implica que pierden automáticamente la custodia de sus hijos. La nueva directiva implica un cambio de timón absoluto pues antes cruzar la frontera se consideraba una simple infracción administrativa.
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Esta "tolerancia cero" ha sido muy criticada no sólo por el Partido Demócrata y los defensores de los derechos humanos, sino también por el papa Francisco, las iglesias evangélicas locales o la Academia Americana de Pediatría, que teme que produzca "daños irreparables" a los menores. Naciones Unidas la calificó como una "grave violación de los derechos del niño".
© REUTERS / JORGE DUENES
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Como siempre hace, Trump se mueve entre dos aguas, diciendo una cosa y más tarde la contraria. Primero declaró que no iba "a ignorar la ley", pero luego manifestó que "detesta" ver niños separados de sus padres. Al final responsabilizó, falsamente, de la situación a los legisladores "débiles e ineficaces" del Partido Demócrata. Todo ello mirando la crisis migratoria en Europa y las elecciones parlamentarias de noviembre.
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