RELATOS DESDE LA IZQUIERDA
Entre law fare, fake news y otras tantas agresiones en América Latina, el comunicador ecuatoriano Amauri Chamorro nos habla de nuevos códigos y de una juventud comprometida con causas justas a la que hay que emocionar
Por: Marylín Luis Griollo
Un día antes había inundado el aula de Instituto Internacional de Periodismo José Martí con lecciones sobre América Latina. Habló del progresismo y de las revoluciones. Dijo también que las izquierdas de la región habían creado una burguesía y destacó el error comunicacional en los reveses de las campañas políticas, pero —afirmó— no fue el único.
Amauri Chamorro se define a sí mismo en Twitter, donde tiene casi 15 000 seguidores, como un «soldado de la segunda independencia de América Latina. Ms. en Comunicación política, estratega, consultor, analista, escribo en “portuñol”». Lo último se entiende por los tantos años que ha vivido en Brasil (allí incluso se formó profesionalmente y trabaja ahora) y por su origen ecuatoriano. Fue, durante muchos años, parte del equipo de trabajo del expresidente Rafael Correa. Cuando lo entrevisto viste informal, escribe en su laptop mientras toma café y fuma un tabaco, recibe numerosas llamadas y usa un pulóver de «Zapata vive».
—¿Cómo se entiende que la izquierda latinoamericana haya reafirmado el capitalismo?
—Económicamente lo que hizo el progresismo latinoamericano a través de la llegada de estos presidentes fue insertar a la gente a la sociedad de consumo. El primer paso fue entregarle a la ciudadanía más capacidad de endeudarse: tuvieron más acceso a los bancos, a comprar a crédito su casa, aumentaron su sueldo, comenzaron a tener más trabajo, mejores condiciones laborales. También llegaron, obviamente, los procesos de justicia social, los derechos al acceso a más educación, salud, a la vivienda… Pero el gran avance fue material.
—Económicamente lo que hizo el progresismo latinoamericano a través de la llegada de estos presidentes fue insertar a la gente a la sociedad de consumo. El primer paso fue entregarle a la ciudadanía más capacidad de endeudarse: tuvieron más acceso a los bancos, a comprar a crédito su casa, aumentaron su sueldo, comenzaron a tener más trabajo, mejores condiciones laborales. También llegaron, obviamente, los procesos de justicia social, los derechos al acceso a más educación, salud, a la vivienda… Pero el gran avance fue material.
«Eso permitió que a lo largo de diez años, cuando surge una nueva generación que no pudo ser acompañada con una transformación cultural de la percepción de su sujeto histórico sobre los factores que posibilitaron que tuviera una mejor calidad de vida, no le permitieron entender que había mucho que avanzar y que su avance material era apenas uno de los pasos a lograr.
«Si vemos eso desde un punto de vista sociológico, filosófico, económico, lo que hicimos fue reafirmar el capitalismo. Si las personas no tuvieron una condición de percibir que el progresismo les había dado muchas más cosas que apenas una mayor capacidad de consumo, entonces reafirmamos ese capitalismo, esos valores capitalistas en el que yo construyo la percepción de lo que soy, de mi entorno y de mi familia a partir de la capacidad que tengo de comprar cosas».
ASIMETRÍAS Y NUEVAS GUERRAS
El 6 de diciembre de 1998, Hugo Rafael Chávez Frías gana las elecciones presidenciales de Venezuela con el 56,2 por ciento de los votos. Ese fue un punto neurálgico en el cambio que Latinoamérica viviría en los 2000. Luego llegaría Lula en Brasil, Néstor y Cristina Kirchner en Argentina, Evo Morales en Bolivia, Rafael Correa en Ecuador, Daniel Ortega vuelve en Nicaragua y Pepe Mujica en Uruguay.
«Cuando el progresismo llegó a las presidencias, cuando se convirtió en una opción política real de sustituir por vías democráticas el neoliberalismo que se instauró en América Latina durante los años 90 del pasado siglo, en aquel entonces dialogaba con un gran grupo de electores pero que en su mayoría eran pobres, eran los que no tenían acceso a ese consumo, no tenían acceso a los hospitales, a la educación», prosigue Chamorro.
«Al llegar el progresismo hablaba de la conquista de esos derechos, sobre un mundo mejor, sobre una mejor vida, sobre superar esa pobreza; solo que cuando eso cambia la gente ya no está preocupada por si iba a tener trabajo o no. El progresismo continuó hablando a esas mismas personas como les hablaba anteriormente; no renovó sus códigos, no habló más sobre el futuro, hablaba sobre el pasado: “Mira lo que yo he logrado, mira los hospitales, mira lo que yo he hecho”, y en un país que tiene una sociedad capitalista, como la nuestra, tienes que, continuamente estarles hablando sobre el futuro, sobre las nuevas conquistas.
«Por lo que en un momento electoral, cuando se despliegan las grandes campañas comunicacionales, ya no había tanta identificación con ese movimiento progresista que hacía más de diez años les mejoró la vida a sus papás y a sus abuelos. Ahora para ese joven de 20 o 25 años eso es normal. Ellos piensan: ¿qué me están ofreciendo? ¿qué es lo nuevo? ¿cuál es ese mañana? Eso es muy importante en un mundo capitalista como en el que están insertadas las sociedades latinoamericanas fuera de Cuba. Y seguimos hablando del hospital que hicimos hace cinco años.
«No hubo esa renovación de los códigos, hubo una reafirmación del modelo capitalista y a la vez que nosotros no hablábamos del capitalismo, hablábamos del socialismo, que nuestra referencia es otra, que queremos acabar con la pobreza, con la injusticia social, acabar con el analfabetismo, que los niños no mueran. Hablamos de esos niños, cuando gran parte de los votantes ya no viven eso, no lo sienten, entonces se distancian: surge lo que yo llamo una asimetría entre lo que digo y lo que es percibido como verdad, y ahí las redes actúan efectivamente, reforzando la idea de que la izquierda no es más esa opción de un mañana para esos jóvenes».
«No hubo esa renovación de los códigos, hubo una reafirmación del modelo capitalista y a la vez que nosotros no hablábamos del capitalismo, hablábamos del socialismo, que nuestra referencia es otra, que queremos acabar con la pobreza, con la injusticia social, acabar con el analfabetismo, que los niños no mueran. Hablamos de esos niños, cuando gran parte de los votantes ya no viven eso, no lo sienten, entonces se distancian: surge lo que yo llamo una asimetría entre lo que digo y lo que es percibido como verdad, y ahí las redes actúan efectivamente, reforzando la idea de que la izquierda no es más esa opción de un mañana para esos jóvenes».
—Existe la teoría de que tras un periodo de izquierdas, es momento ahora del retroceso hacia las derechas. ¿Usted comparte esa hipótesis?
—No— responde de inmediato.
—No— responde de inmediato.
«No, porque la izquierda llegó en los años 60 y 70 a América Latina, y nos mataron: Allende en Chile, João Goulart en Brasil, las dictaduras, los golpes. Se generó más de un millón de muertos, torturados, desaparecidos, y eso impidió que el progresismo, la izquierda, el campo popular llegara a la presidencia de las repúblicas, como había llegado, y diera continuidad a la implementación de políticas públicas.
«Nos matan durante más de 30 años, nos implementan un modelo neoliberal, la respuesta del pueblo cuando regresa la democracia es que vuelva la izquierda por el voto hacia la presidencia de la república para guiar un proceso político que nos vuelva a poner en el sendero del desarrollo de la equidad. ¿Y qué hace la derecha? Implementa otra estrategia: la guerra judicial, el law fare. En Venezuela se habla mucho de guerra de cuarta generación.
«Este nuevo ataque impide, tanto legalmente como políticamente, que nuestros líderes, nuestros partidos, nuestros Gobiernos tengan continuidad. Así destituyeron a Dilma Rousseff con una mentira; así persiguen al expresidente Rafael Correa; así detuvieron al vicepresidente Jorge Glass en Ecuador; así está preso el expresidente Lula; así está siendo perseguida la expresidenta Cristina Kirchner. Si no hubiera ese mecanismo de ataque, que pasa por encima de las leyes y que no respeta las constituciones, estuviera el expresidente Lula en este momento como presidente de Brasil, Correa si quisiera lanzarse de aquí a dos años como presidente de la República ganaría en primera vuelta, Gustavo Petro sería presidente en Colombia. Esa es la realidad.«No es un ciclo natural, sino que ha habido una interrupción en América Latina de manera considerable por mecanismos ilegales, ilegítimos, inmorales».
—¿A qué se refiere cuando dice que debemos resignificar las revoluciones?
—Tenemos que resignificar las revoluciones en el sentido discursivo de relato.
—Tenemos que resignificar las revoluciones en el sentido discursivo de relato.
Entre el law fare, las fake news y otras tantas agresiones cuyas terminologías no son en vano en inglés (al mayor estilo made in USA), el comunicador ecuatoriano nos habla de códigos nuevos y de una juventud comprometida con causas justas a la que todavía hay que emocionar.
«Las revoluciones no solo son el resultado del proceso revolucionario, no es solo el hecho de haber construido y dado acceso a la educación y la salud a todos. Es también su defensa. Y para ello tenemos que reutilizar, reinventar códigos, significarnos de manera distinta como proceso histórico para las nuevas generaciones y ese universo hiperconectado de sociedades ambiguas, donde las redes sociales nos hacen ver que el mundo es un poco más allá de aquello que habíamos determinado en otros ciclos históricos, en los cuales, estabas de un lado o estabas del otro; esa frontera ya no es tan definitiva, esos valores se mezclan.
«Hoy día existen jóvenes superambientalistas, que defienden el medio ambiente, que se amarrarían a una ballena para que no la cacen, pero están a favor del libre comercio y votarían por Bolsonaro… y votaron por Bolsonaro ¿Por qué? Porque el relato, las disputas políticas van mucho más allá de socialismo y capitalismo, van más allá de la lucha de clases.
«Ellos no entienden que la ballena es cazada por el capitalismo, que la destrucción del medio ambiente tiene que ver con la tentativa de cúmulo del capital. No lo entienden. Pero sí entienden esas otras causas, porque se emocionan con ellas, y ahí está el proceso de construcción de la posverdad, que toca mucho más las emociones que el hecho concreto, que el análisis.
«Tenemos que intentar dominar esos códigos, por eso la resignificación. Las revoluciones deben emocionar más con estos nuevos códigos comunicacionales. Si yo no construyo mi percepción junto a la de los jóvenes, va a ser muy difícil que ellos se identifiquen conmigo».
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