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Mayo Sibrián y los mil muertos olvidados de las FPL


Mayo Sibrián y los mil muertos olvidados de las FPL










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Mayo Sibrián y los mil muertos olvidados de las FPL







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Mayo Sibrián fue un importante comandante de las FPL -una de las cinco organizaciones que conformaban el FMLN– quién a sangre fría ordenó la muerte de más de mil de sus propios compañeros, con la plena complicidad de la comandancia de las FPL, ahora parte de la Cúpula del FMLN, en la región del frente Paracentral de El Salvador, que estuvo bajo su cargo entre 1986 y 1989. Luego de salir de presión luego de caer en una emboscada -donde fue torturado, la paranoia lo llevó a la locura, ycomenzó a ver “infiltrados” del Ejército en sus filas, y desde que la “comandanteRebeca” le dejó el control absoluto de ese frente, tuvo absoluta libertad para llevar a cabo las más crueles torturas para “depurar” su frente de cientos de “orejas”…
La comandancia de las FPL, -integrada entre otros por el “comandante Leonel” y y la “comandante Rebeca“- luego de ser cómplices de sus crímenes durante todos esos años, finalmente se vieron obligados por su propia militancia a enjuiciarlo, y lo fusilaron en alguna montaña perdida poco antes de los Acuerdos de Paz: así dieron por cerrado ellos el caso.
Sus miles de crímenes no figuran en el informe de la Comisión de la Verdad. Mayo Sibrián es un nombre que la actual Cúpula del FMLN prefiere no mencionar cuando hablan de “memoria histórica”.
Los comandantes “Leonel” y “Rebeca” no son ni más ni menos que nuestro actual Presidente Salvador Sánchez Cerén, y la diputada del FMLN, Lorena Peña. Mayo Sibrián y esos mil muertos quedarán enterrados eternamente en el olvido junto a los otros miles de combatientes que ahora descansan entre las montañas y quebradas del territorio nacional, si no honramos su memora y hablamos de lo que les sucedió.
Estos son los relatos de los testigos de la locura, las víctimas de la tortura y asesinatos que cometieron junto a Mayo Sibrián la comandancia de las FPL, incluidos nuestro actual Presidente Cerén y la diputada Lorena Peña contra su propia militancia.
No debemos permitirnos olvidar!
En 1981, al inicio del conflicto, Mayo Sibrián era un comandante con mucho poder, venerado por sus compañeros de armas, cercano al “comandante Marcial“, Salvador Cayetano Carpio, entonces máximo líder de las Fuerzas Populares de Liberación (FPL), y al “comandante Leonel González“, segundo al mando. En enero de ese año, Mayo sobrevivió una emboscada. Esperaba, junto con el mando estratégico militar de las FPL, una avioneta con armas. El Ejército los rodeó y mató a la mayoría del mando. Cayó preso en 1984, cuando Duarte era presidente -el primero elegido de forma democrática en cuatro décadas. Mayo era un hombre duro, y al salir de la cárcel lo mandaron para el frente Paracentral como castigo por haber caído preso. Regresó furioso, pues se dio cuenta de la tremenda cantidad de información que tenía la inteligencia de las fuerzas del Gobierno sobre la guerrilla. En prisión fue torturado, y de su cautiverio salió desequilibrado mentalmente. Era octubre de 1985.
Goyo, excombatiente de las FPL, compañero de armas de Mayo y el principal asesor militar del “comandante Leonel González” (Salvador Sánchez Cerén), cuenta que conoció a Mayo a principios de los ochenta, cuando Sibrián comenzaba a forjarse su historia, y él era un joven de 18 años a cargo de las milicias de San Vicente. Entraron en colficto desde el principio: Mayo ataba su fusil con una pita vieja; Goyo se esmeraba en que el suyo luciera nuevo. Mayo no se rasuraba y detestaba andar limpio; Goyo, procuraba bañarse todos los días, se peinaba y usaba un sombrero de medio lado. Él piensa que su gusto por matar era anterior a la tortura que sufrió en prisión. Recuerda un episodio a finales de 1981: “Había un combatiente herido, luego de un combate. El instinto de cualquiera era ayudarle, pero Mayo sacó su pistola y dijo que era perder el tiempo. Le dio dos tiros en la cabeza”. Un año después, en un campamento en Usulután, un guerrillero decidió que la mejor forma para celebrar la Navidad era disparar al aire. Mayo supuso que era contrario, y lo ejecutó. “Mayo desarrolló un instinto de irrespeto a los derechos humanos”, afirma Goyo…
Hasta entonces, Mayo era jefe pero no aún de todo el frente Paracentral. Así fue hasta mayo de 1986, cuando la “comandante Rebeca” (la actual diputada del FMLN Lorena Peña), le dejó el control del frente a Mayo al trasladarse al cerro de Guazapa. Fue entonces que Mayo se convirtió en una especie de semidiós en el frente Paracentral, y comenzó sus ajusticiamientos en masa…
Cuenta un excombatiente y excompañero de Mayo, que este armó una escuadra especial para tratar los casos de la infiltración. “A nosotros nos llegaba el mensaje, “mándame a zutano, a fulano y a mengano pero amarrado”, tenía que ir ya preso y así hacíamos, atábamos a los compañeros y los mandábamos. Mayo creía que la gente de nosotros que capturaba las radios del enemigo se comunicaba con la Fuerza Armada. Mayo llegó a un grado de desconfianza enfermiza…”
Un compañero que nos acompañaría un día no apareció; pasaron horas y no llegaba, lo mandé a buscar y no lo encontraron, supusimos que había desertado. Pero apareció poco después, y comenzó el interrogatorio. “¿Y vos dónde has estado?, “¿y por qué no te encontramos?”. “Ah, es que estaba encaramado en un palo de mango, yo oí cuando me andaban gritando, ya sabía que iban ir a una operación militar pero como no quería ir, por eso no les contesté…”.
Me lo mandaron amarrado con una nota, sólo me decía que él no se había presentado a la hora y que por eso, que lo tuvieramos amarrado por si acaso pensaba desertar, y ahí lo tuvimos por varias horas. La operación militar iba empezar el día siguiente en la mañana, pero antes de la hora comenzó el bombardeo. Llamé por radio pero nadie me contestó; a las dos horas me contestó un radista, le pregunté: “¿Y qué pasó?”. “Nos acabaron”, dijo. “¿Qué?”, pregunté. “Corrimos y nos alcanzaron”. Solo eso alcanzó a informarme -se cortó la comunicación. Entonces le dije a los compañeros: “vayan a darle verga a ese hijueputa que él es el traidor!”, porque fue una emboscada, y fueron a darle verga y confesó todo, todo…
“Eran como ochenta compañeros y al final, ahí si lo ajusticiaron a todos… Sólo quince compañeros habían caído en el combate contra las fuerzas del Gobierno…”
“Recuerdo a un compañero que era un gran hombre, pero para Mayo era un enemigo, me dio la orden tres veces que lo ajusticiara y no lo hice, y como no le obedecía me dijo que yo también era parte de la red de infiltrados, y para que no me involucrara, con todo el dolor de mi alma, sabiendo que era un combatiente aguerrido y de extrema confianza, tuve que mandarlo a ejecutar…” afirma.
Ese proceso de “purgas” que Mayo ejecutó, no fue él el único. No debemos de permitirnos olvidar el cobarde asesinato clandestino del poeta Roque Dalton a manos de Joaquín Villalobos y Jorge Meléndez -actualmente protegido del FMLN como Director de Protección Civil-, y el de varios miles de compañeros más.
Este fue un procedimiento que se vino dando durante todo el conflicto armado, a manos de los comandantes quienes actualmente forman La Cúpula del FMLN. Mayo lo que único que hizo diferente fue hacerlo abiertamente, a la luz del día.
A Fermín, un campesino excombatiente de las FPL que actualmente vive en Zacatecoluca, se le vuelven vidriosos los ojos al recordar los terribles momentos cuando, al llegar Mayo al control del frente Paracentral, comenzó la cacería: “Comenzaron a matar compañeros, decían que eran infiltrados”, relata. “Yo decía ‘bueno, algo habrán hecho’. Pero la cosa cambió cuando mataron a un compañero del pelotón y luego nos llamaron a nosotros…” : Un teniente llamado Carlos me dijo un día ‘mirá Fermín, la situación está complicada, los estamos investigando así que desequípense y pongan aquí los fusiles’. ‘Bueno, ni modo’, pensé. Pero luego sentí feo porque nos amarraron por detrás, con las manos detrás de la espalda, con los pulgares atados con una soga. Nos llevaron a un sito apartado, en el monte… Ahí estaba el capitán Élmer, cercano a Mayo. Torturaban a una señora de unos 40 años. ‘¿¡Cómo van a creer que por 200 colones me voy a vender!?’, les decía ella, ‘¡si no he venido aquí por dinero!’.
Esa mujer era una doctora llamada Isis Dagman, “Sonia” , y a su hermana, una psicóloga de la UCA llamada Ethel Pocasangre Campos (“Crucita”) , ya la habían torturado y matado. Ambas hermanas se integraron a las FPL en los años setentas…
A Ethel Pocasangre Campos (“Crucita“), sus alumnos y compañeros la recuerdan por su delicada belleza, su dulzura y su entrega a la lucha revolucionaria. Era chelita, zarca y rubia, y era muy católica. “Era como un angelito”, dice Miguel, quién fue su excompañero.“Cuando termine la guerra vamos a necesitar miles de psicólogos por tanto trauma que deja la violencia, ahí voy a tener otra trinchera de lucha”, dicen que dijo una vez. Entonces, en una ocasión, fueron convocados a una charla por los comandantes del FPL, y uno de ellos le dijo: “Hasta esta Crucita cuando la careamos se convirtió en una fiera y se lanzó contra nosotros…” Algo no le cuadró a Miguel en ese momento: Ella debió estar llena de coraje por una situación que le pareció injusta”, dice.
Ethel fue acusada de traición por Mayo Sibrián y el mando de las FPL, y en septiembre de 1986, en algún lugar perdido del cantón San Bartolo, cerca del cerro Buena Vista en San Vicente y bajo órdenes de sus comandantes, sus propios compañeros, la amarraron y la tumbaron semidesnuda sobre un lodazal, ycomenzaron a golpearla con un garrote de guayabo mientras le exigían que confesara y entregara a sus presuntos cómplices. Siguieron torturándola salvajemente durante varias largas horas. Después la ejecutaron y la enterraron en una fosa común, junto a otros quince de sus compañeros asesinados de la misma manera ese mismo día…
La Chabela era una mujer que colaboraba pero nunca agarró un fusil. A ella también la habían torturado, y la tenían amarrada a un palo. Llamaron al primer compañero y le dijeron “así que andás con el enemigo, la Chabela dijo que te habían dado dinero“. Lo amarraron a un árbol y le dijeron que se iba a morir si no decía la verdad. “De eso yo no me puedo hacer cargo”, decía él. Y con un garrote de guayabo, y comenzaron a golpearlo hasta partirle las piernas a garrotazos… luego le pusieron una capucha en la cabeza y le socaron el cuello con una pita: cada vez que se la quitaban, salía con la cara morada por falta de aire. Siguieron torturándolo y luego le amarraron los pulgares con los tobillos para colgarlo de un amate. Ahí terminó sus días sufriendo durante varias largas horas, clamando a su madre antes de morir…
A Foxy, un radista, lo mataron saltándole encima… Raúl fue el siguiente, y lo que le dijeron fue “que no le fuera a pasar lo mismo que al Foxy“. “La Chabela dice que te han dado 300 colones…” Raúl, luego de sufrir las peores torturas durante varias horas, les dijo lo que querían escuchar. Igual lo mataron, como varios cientos más de sus compañeros…
En octubre de 1987, los ajusticiamientos en masa de Mayo llegaron a oídos de la Comandancia General de las FPL, que en ese momento, tras el supuesto suicidio de Salvador Cayetano Carpio, eran dirigidas ya por el “comandante Leonel González” (Sánchez Cerén, actual Presidente). “Leonel” le pidió a Goyo que encabezara una misión a la zona Paracentral para verificar lo que estaba ocurriendo. Pero aquello era un secreto a voces…
La radio Venceremos tenía entre sus deberes informar las bajas de la guerra, las suyas y las del Ejército. Miguel dice no saber si las bajas por torturas figuraban en los partes que llegaban desde San Vicente…pues la orden girada por la comandancia del ERP (Ejército Revolucionario del Pueblo, comandado entre otros, por el actual Director de Protección Civil Jórge Meléndez) fue de no transmitir los reportes de bajas de la Paracentral…

Volcán de San Vicente y el valle de Jiboa, escenario de las matanzas de Mayo Sibrián

En ese año, la noticia de lo que ocurría en San Vicente corría como pólvora en los demás frentes de guerra. Miguel se desenvolvía en ese entonces como uno de los encargados de la radio clandestina de la guerrilla en Chalatenango. Su base estaba en los Naranjos. Miguel recuerda que en 1987, dos comandantes del frente Paracentral visitaron el campamento de la radio para dictar un curso de seguridad. La charla fue para alertarlos para evitar a los infiltrados. Los lugartenientes de Mayo Sibrián usaron como ejemplo lo que sucedía en San Vicente. Dijeron que “había habido un proceso de infiltración promovido por la inteligencia del Ejército” y que eso lo debían tomar en cuenta. Ellos, dice Miguel, estaban plenamente convencidos de que lo que habían hecho era un proceso de depuración. Después se enteró de un caso que le tocó personalmente: el de Ethel…
“Cuando me dirigía a San Vicente pasé antes por San Salvador. En el Centro, me encontré con varia gente, civiles pues, que me contaron lo que estaba pasando. Fueron al menos tres o cuatro casos muy parecidos… Hablé con 50 personas y todo mundo contaba detalles. Te aseguro: no había indicio alguno de que fueran enemigos. Luego de irme me di cuenta que a todos con los que hablé los mataron. Casos como este existieron en todos los frentes de guerra, solo que éste no hay manera de ocultarlo: se vieron las más inimaginables formas de tortura, lo más bajo que el ser humano puede llegar a ser con otro…”. “En una ocasión, cuando yo llegué ese día salvé la vida de tres cipotes. Mayo los tenía amarrados en una banca, al centro de una explanada. La gente pasaba frente a ellos y era como si nada, y los niños estaban todos orinados. Yo pensé: ¿Cómo podés considerar enemigo a un niño a tal punto de merecerle la muerte?”. Se lo dije a Mayo. Él argumentó que no estaban convencidos, y que había que socarlos para convencerlos. Para convencer a la gente, Mayo llevaba a la gente a ver sesiones de tortura o los ponía a torturar. Siempre conversamos de la tortura y él me decía que era una cuestión de visiones: yo le decía que eso no se podía hacer, pero para él era algo hasta natural…”
Goyo terminó su misión y elaboró un informe para el “comandante Leonel”: En el Frente Paracentral, concluyó, se está matando gente inocente. “Leonel”, según Goyo, hizo caso omiso de la información, una versión que ha sido confirmada por otros comandantes de la guerrilla. Mayo continuó asesinando libremente durante varios años más…
En otra ocasión, en las faldas del Volcán de San Vicente, Mayo Sibrián les dijo con claridad a los compañeros que iban para allá: “En ese volcán tenemos un jefe aguado, yo no sé si realmente es de nosotros o es infiltrado, vengan se los voy a enseñar.” Se estaban refiriendo a Goyo, después les dijo: “Vengan para acá, les voy enseñar cómo se hacen las tareas revolucionarias aquí“. “Habían llevado un pelotón de jóvenes cuyas edades andaban entre los 12 y 17 años procedentes de un campamento de refugiados salvadoreños que en Honduras, para integrarlos a la guerrilla, y les dijo: “Cipotes háganse para este lado y se ponen en fila”. Los muchachitos pensaban que Mayo les iba a decir algunas palabras de bienvenida, estaban contentos y sonrientesPero Mayo, sin mediar palabra, tomó su fusil y dijo: “Vaya les voy enseñar!” y plah, plah, plah, plah. Los masacró a todos. Los bichitos cayeron al suelo como si eran pollitos, sin saber por qué los había asesinado el comandante. Asesinó a estos niños delante de la gente que yo había mandado. Disparó a sangré fría a quince niños que habían llegado, y a los compañeros procedentes del volcán de San Vicente le dijo: “Todos estos monos son enemigos, y por eso les mostré como se debe actuar, hay que ser revolucionario hasta las últimas consecuencias, para que le digan a su jefe (Abelio) cómo es que se hacen las cosas en ese lugar!”. Esta situación de “ajusticiamiento” de los mismos compañeros fue brutal y descomunal, tal que muchos compañeros del Paracentral se fueron para el exterior y nunca volvieron porque los eliminaron allá afuera también…
A quienes estaban participando en una asamblea, Mayo Sibrián les comentó sobre Abelio, a quién sin contar detalles le adviertieron: “Abelio te vamos a cubrir la retirada, ándate, antes que te mate ese loco, acordate que además es hombre de confianza de la comandancia general del FMLN, tenés todas las de perder mejor huí, hoy que podes!”. éste les respondió “Yo no debo nada y nada temo, voy a topar!”. Se dirigió hacia el campamento de Mayo Sabrían y ellos lo sabían; lo esperarían en tal parte, sabía dónde se íban a juntar. Cuando estaba por llegar al lugar de contacto que ya habíamos quedado, dice: “sentí como que… como que me querían matar ahí, pero pasé…”
Al segundo día de haber llegado Mayo Sibrián le entregó los nombres de unas personas que se habían ofrecido a colaborar, que eran de allá de la zona del volcán. Mayo le dijo “Abelio aquí están los nombres de esta gente, búscalos viven en tal parte, quieren colaborar con nosotros”, metí la hojita en el cuaderno, y cuando estábamos en la votación para elegir los que iban ir al consejo. Al regresar de la hora del almuerzo, Mayo estaba recogiendo los papeles, los leía y estaba anotando quién quedaba electo. Estábamos participando dieciséis compañeros, era una asamblea para elegir al consejo nacional de la FPL. Estábamos en círculos, y fue cuando Mayo se puso a observar la cara de todos. Dicen que ese ambiente se volvió tan tenso que una mosca zumbaba como un avión: todo mundo se quedó paralizado cuando él empezó hablar de la manera siguiente: “Ujummm, aquí hay un enemigo! Que se ponga de pie”. Los presentes sintieron congelarse; sabían que era loco, él podía señalar a cualquiera y afirmar que era traidor, e inmediatamente ahí mismo pegarle un balazo: la palabra de Mayo Sibrián era ley. Y de repente, cambio de tema y prosiguió con la reunión en aparente normalidad…
Abelio tenía su champa ubicada cerca del campamento de Mayo y vió que su gente estaba reunido al centro del campamento, quienes por temor más que por lealtad le alababan todo lo que él decía, estaban carcajeándose. Cuando estaba llenando su caramañola, escuchó que Mayo estaba hablando de él, y la gente “se destornillaba de la risa“. Se fue a acostar con el fusil coloqué en el pecho y con el dedo en el gatillo. Su mujer, al verlo, sorprendida le preguntó; “¿¡Abelio y qué te pasa!? Algo te sucede, decime qué es?“. “No voy a dormir“, le dijo. “Por qué?!“. “Mayo me va matar, y no me va agarrar dormido“, respondió.
Edwin, otro excombatiente de las FPL, vive en Las Pampas, una comunidad enclavada en el municipio de Tecoluca, en San Vicente. Durante el conflicto, Las Pampas fue cuna de combatientes y ahora, pero ahora, a quince años de los mal llamados Acuerdos de Paz, es una comunidad de campesinos que simplemente pasa el tiempo. De Mayo recuerda tres cosas: fumaba mucho, hablaba solo y era muy pedante. En 1989, poco antes de la ofensiva final de la guerrilla, Edwin estaba en Nicaragua a la espera de volver a El Salvador. A él y a otros tres compañeros les propusieron una misión suicida: conducir una avioneta cargada de misiles y demás armas hasta la costa del frente Paracentral y ahí entregarlas. Si los capturaban, les dijeron, las FPL no se harían cargo. “Nos dijeron que de nosotros dependía el fin de la guerra, pues si esas armas llegaban al frente íbamos a ganar”, dice Edwin. “Yo me sentí emocionado cuando cumplimos a cabalidad la misión, pero todo cambió cuando nos tocó juntarnos con el comandante Mayo Sibrián”. Mayo los llamó a los dos días de haber llegado con la avioneta. Mayo se dirigió directamente a él, y le dijo: “Vos sos de la CIA, no sos compañero, y yo a esos los mando a los cerros de San Pedro”. “En ese momento pensé que se refería a unos cerros que hay en San Vicente pero luego los compañeros me aclararon que se refería a otra cosa. A matarme, pues…”, añade. En ese tiempo que estuvo bajo las órdenes de Mayo Sibrián, Edwin vió morir no menos de 60 personas acusadas de contrarrevolucionarios. “Mayo decía que había estudiado psicología y que con su mirada hacía llorar o determinaba quién era contrario. Fue en ese momento que yo me pregunté: Bueno, y entonces, ¿quién es el enemigo?”, dice Edwin.
Francisco Jovel, quién fue máximo dirigente del PRTC (Partido Revolucionario de los Trabajadores Centroamericanos), uno de los cinco comandantes que formaron la comandancia general del FMLN, conoció los hechos, e incluso ha llegado a decir que eso dió lugar a casi disolver a la comandancia antes de la ofensiva final de 1989. En una plática sostenida con El Faro a finales de 2005, Jovel comentó: “Hubo excesos graves. Dieron lugar a unas discusiones terribles, casi incluso a una desorganización de la comandancia general. Las FPL cometieron el error de tolerar a un tipo que estaba medio loco, en San Vicente. Era el llamado comandante Mayo Sibrián. Este tipo empezó a ver a infiltrados del ejército en casi toda la tropa. Y comenzó a matar a un montón de gente de su tropa. Las FPL fueron muy lentas en la averiguación e investigación de los métodos que este tipo estaba empleando, y llegó a creerle por mucho tiempo que era cierto que había una red de infiltrados”. Jovel sigue: “Cuando me di cuenta yo lo comuniqué a los demás miembros. Exigimos que se le pusiera paro. Pero aún así, las FPL lo que hicieron fue enviar a una gente para que investigara en San Vicente. Era lento, una burocracia enorme y el tipo continuaba haciendo estragos. Yo estoy convencido de que las FPL debe de dar cuenta de eso. A las familias de esas personas. Es cierto que posteriormente llegaron a la conclusión de que Mayo Sibrián había cometido desmadres y eso no podía continuar así. Lo juzgaron y lo fusilaron, después de un juicio sumario. Entiendo que aprendieron una durísima lección”. La situación llegó a tal punto que, durante una reunión en 1988, un año después del informe de Goyo, Jovel amenazó con abandonar la comandancia general del FMLN si las FPL no controlaban a Mayo Sibrián. El encuentro fue en Managua, Nicaragua, cuando se ponían los puntos finales de la planificación para la ofensiva final del siguiente año. “Estábamos literalmente cagados, así lo dijimos cagados, no teníamos valor de decir la verdad porque era jodido. Poner el dedo en la llaga nadie tenía valor, entonces nos pusimos de acuerdo para solicitar el turno para intervenir, de tal forma que fuéramos diciendo la verdad sobre la paranoia de Mayo, pero apoyándonos unos con otros y vigorizando nuestros planteamientos.”
El “comandante Ricardo Gutiérrez” asistió a la reunión en calidad de representante de la dirección de las FPL, él estaba dirigiendo la reunión y daba la palabra, Carlos pidió opinar, después David (eran hombres de confianza de Mayo), después Raúl y por último él, porque era el odiado. Carlos se acobardó, no tomó la iniciativa a él correspondía el turno de primero. Raúl, que era de los últimos, pidió hacer uso de la palabra. Fue ahí cuando le caímos los otros; ahí dimos a conocer lo que estaba sucediendo. Es decir, todo lo que Mayo Sibrián hacía, ese día se acabó Mayo. Margarita la mujer de él, hasta esa noche me habló, me dijo, “hoy si le voy a contar todo“. Siguió la reunión, siete días pasamos en sesión. Margarita me contó que Mayo la golpeaba y que estaba con él por terror no por amor, era un sometimiento a la fuerza bruta, obviamente contra su voluntad. Ella tenía miedo que Mayo en sus ratos de locura, la acusara de traidora y la hiciera fusilar, no sin antes torturarla, bajo el pretexto de obtener información.
La actual diputada del FMLN, Lorena Peña cuenta que a dos comandantes se trasladaron a la zona: al “comandante Douglas” –Eduardo Linares, ex jefe de la OIE, exjefe del CAM de la ex-alcaldesa de San Salvador por el FMLN Violeta Menjívar, y gobernador de la alcaldía de San Salvador- y Ricardo Gutiérrez, un ex jesuita guatemalteco que colaboraba con las FPL. Su primera acción fue degradar a Mayo. El comandante Sibrián pasó a ser entonces un combatiente más y estuvo bajó las órdenes de Guayo, vecino de Edwin en Las Pampas. A Ricardo le ordenaron que él quedaba de jefe, y que Mayo a partir de ese momento estaba suspendido de todos los cargos políticos y militares que ostentaba. Mayo dijo “si ustedes deciden que me van a fusilar, no crean que me voy escapar, estoy conscientes que lo que he hecho ha sido lo correcto y voy a responder por ello, si la decisión de ustedes es que me fusilen, háganlo. A petición de la Comisión Política (CP), nos trasladamos dos compañeros, fui con Gavidia a Chalatenango a dar el informe de cómo había estado la situación del caso de Mayo Sibrián. Después de haber informado a la CP, regresamos a San Vicente, ahí en asamblea la mayoría iba a tomar la decisión de que se hacía con Mayo…
La militancia pedía ajusticiamiento, pero la Comisión Política no daba el visto bueno, ya que de manera indirecta se estaba cuestionando las prácticas de “ajusticiamiento” de combatientes sin previa investigación, simplemente por pura sospecha o porque a alguien se le ocurrió, ya que ellos mismos llevaron a cabo este tipo de ejecuciones junto a Sibrián.
Guayo recuerda que Mayo estuvo con él seis meses, entre 1990 y 1991, poco antes de su fusilamiento. De él no tiene quejas, pues dice que trabajó como uno más. Cuenta, eso sí, que hablaba mucho tiempo soloA, y que se contaba frenéticamente los dedos de las manos. “El señor ese trabajó lo máximo, hacía lo que lo mandara a hacer. La verdad es que se me hacía duro tratarlo como un combatiente común”, dice Guayo. En ese tiempo, Mayo se dedicó a acarrear sacos de maíz y desenterró una bomba de 500 libras que había soltado un avión y que no había detonado. Mayo estuvo todo el tiempo libre, sin ataduras ni vigilancia. “Tratándose de estas circunstancias tuvo tiempo para fugarse, ¿Por qué no lo hizo?”, reflexiona Guayo. Mayo anduvo deambulando, y nunca exteriorizó en ningún momento muestras de culpa o arrepentimiento por haber masacrado y asesinado a sus propios compañeros.
Al final llegó la hora en que Mayo había que fusilarlo. Siete compañeros, lo fueron a capturar, y lo llevaron al lugar donde él iba a pagar con su vida por el daño que había infringido a tantos combatientes inocentes. Antes de fusilarlo, le preguntaron si quería decir algo que procediera, él solo dijo: “Me voy tranquilo, estoy convencido que lo que hice fue lo correcto, no me arrepiento de nada“, dijo como era de esperarse Mayo. “Cuál es tu último deseo?“, le preguntaron . “Sólo un cigarro denme“. Se lo fumó de manera normal y corriente sin mostrar ninguna emoción… “lo pusimos frente al paredón y los combatientes que se habían designado para que lo fusilaron, fueron pícaros porque nosotros les pusimos a los fusiles un tiro a cada uno, pero en lo que estábamos hablando con Mayo ellos le cambiaron cargador al fusil y los pusieron en ráfaga. Ahí quedó Mayo tendido en su charco de sangre como antes quedaron sus víctimas.
“A partir de entonces, la comandancia del FMLN tomó la decisión que todos los que están en el Paracentral había que sacarlos de ahí, con la idea de desaparecer los que eran combatientes en la época de Mayo Sibrián, es decir, que no quedara huella, sin importar si era amigo o enemigo de él. Por ejemplo un compañero médico no se para donde lo trasladaron, y por último tuvo que desertar, y lo que dijeron en la reunión de la Comisión Política fue, “la cagó aquel, salió por la puerta de atrás” y yo les dije, “no, solo él sabe lo que está viviendo, ustedes no lo han vivido, yo si lo sé, porque él me contó todo lo que le hicieron en Nicaragua antes de irse…”

Comité Central de las FPL. Se pueden ver a Sánchez Cerén, al desaparecido líder Salvador Cayetano Carpio y a Lorena Peña (Foto: MarcialTeniaRazon.org)

A los días se llevó acabo el último congreso de la FPL, en el concejo se trató el caso de Mayo Sibrián por varios días, el acuerdo de este organismo fue que los culpables de todo fueron los jefes del frente paracentral, y quien decidió los asesinatos o “ajusticiamiento” fue la misma comisión política de la FPL, y la comandancia del FMLN, porque nada se escondía; o sea, todo lo que pasaba en la FPL lo sabían en la comandancia, ya que ésta era la máxima dirección de todo.
El comandante Sibrián tuvo un juicio sumario donde se le encontró culpable de haber cometido abusos. La decisión del tribunal, un grupo de personas del mismo mando de Mayo, fue fusilarlo.
El lugar elegido fue en el cerro Campana. Tanto Edwin como Guayo estuvieron presentes en el momento de la ejecución y los dos coinciden, por separado, en las últimas palabras de Mayo.“Fue categórico y no se aguevó. ‘Con la muerte mía’, dijo, ‘no se va a resolver este problema, esto se les va a revertir’, recuerda Guayo.
Mayo Sibrián, antes de ser fusilado por un pelotón, pidió que se le entregara una carta a su familia, y dijo que todo lo que había hecho fue con el aval de la comandancia general de las FPL.
Lorena Peña, quién formaba parte de dicha comandancia, niega cínicamente que las torturas fueran un método empleado para depurar infiltrados en las filas de las FPL. “No es cierto eso porque yo era de la dirección y eso no pasó. Si hubiera tenido nuestro aval lo hubiéramos premiado, pero, como le digo, no fue así”. Tales afirmaciones contradicen las decenas de testimonios de excombatientes del FPL del frente Paraentral que fueron testigos y víctimas de tales abusos.
A Salvador Sánchez Cerén, jefe directo de Mayo, responsable máximo de las FPL y por lo tanto otro de los cincos comandantes del FMLN, quién actualmente es Presidente(?!) de nuestro país, el tema de Mayo le causa molestia, y al ser cuestionado responde: “Creo que en la etapa de la guerra las organizaciones político-militares teníamos nuestras leyes, y estas estaban destinadas a afectar lo menos posible a la población… a los infiltrados se les hacia un juicio y eso a veces se prestó a que alguien tomara medidas arbitrarias. En esos casos la organización hizo sus investigaciones y a partir de ahí se tomaron las decisiones”. “Pero eso fue en el marco de la guerra, y en ese marco nosotros éramos una fuerza militar con nuestra conducta militar y aquel que violaba la conducta militar era sometido a los procedimientos que tenia la guerrilla”, justifica Cerén. y simplemente da por terminada conversación.
La Comandancia del FMLN intentó con ello invisibilizar los hechos, pero la historia se ventiló nuevamente con la llegada de la paz. Hubo al menos dos reuniones ya fuera de la clandestinidad donde se habló de ello. En la segunda, realizada en La Palma, Chalatenango, varios ex combatientes de San Vicente expresaron su molestia. Goyo fue uno de ellos. Miguel también recuerda esa reunión en la que pidió que la investigación por las muertes que había causado Mayo se hiciera también hacia arriba, hacia la comandancia de las FPL. Lorena Peña, que también estuvo presente, dice que “la dirección no aceptó la petición de formar una comisión investigadora pues consideró que el caso estaba cerrado”.
Un año antes de firmada la paz, Miguel tuvo que salir a Managua. Mientras esperaba su retorno al país en una ‘casa de seguridad’ se encontró con uno de los lugartenientes de Mayo. Era, según dice, alguien que ahora mismo todavía ejerce como político. Durante varios días, este comandante le contó lo que había hecho bajo el mando de Sibrián. Arrepentido, según Miguel, su compañero de armas le describió múltiples torturas que le erizaron la piel…
“Qué paloma”, pensó Miguel, “es decir que si hubiera estado en San Vicente me hubieran quebrado…”. Miguel renunció poco después de esa reunión de las FPL en La Palma, en buena parte porque todo lo que hizo Mayo Sibrián no apareció nunca en el informe de la Comisión de la Verdad. Lorena Peña dice tener una explicación para esto: “El Ejército masacró a más de dos mil almas en esa zona. Yo creo que la gente privilegió eso porque todavía le afectaba. Con el juicio de Mayo no se solucionó todo pero se hizo justicia y nosotros como Comisión Política, en su momento, pedimos perdón a las familias por lo ocurrido”, dice, queriendo justificar de la manera más cínica su complicidad de varios años en estos miles de torturas y asesinatos.
No nos permitamos olvidar que Mayo Sibrián estaba autorizado y respaldado por los cinco comandantes del FMLN, e informaba a la comandancia de las FPL del sistema inquisitivo que tenía establecido, él mismo enseñaba el cuaderno de mensajes y correspondencia. Sin embargo, después de los Acuerdo de Paz, estos comandantes, como Sánchez Cerén y Lorena Peña, al ser cuestionados se molestan, aducen amnesia o dicen que se pusieron en contra de crímenes que cometía Mayo.
La pregunta sigue siendo: ¿Si no estaban de acuerdo, porqué lo toleraron? La comandancia general del FMLN y en especial la máxima dirección de las FPL jamás perdonaron el fusilamiento de Mayo Sibrián, porque para ellos él fue y es un mártir, un héroe revolucionario al que inmolaron. Es por eso que la comandancia del FMLN y las FPL, luego del fusilamiento, dieron por cerrado el caso de Mayo Sibrián, como si ello les quitara toda culpa y todo cuestionamiento por sus crímenes.
Pero los testigos, víctimas y familiares de esta lo recuerdan, y piden que se haga justicia, y que Sánchez Cerén y Lorena Peña y Jorge Meléndez paguen por los crímenes que cometieron en complicidad con Mayo. Por más que La Cúpula del FMLN haya intentado a través de los años invisibilizar los miles de crímenes de Mayo junto a Cerén y Lorena Peña, los excombatientes del frente Paracentral simplemente no pueden olvidar. Estos son sus testimonios, de quienes fueron testigos y víctimas de la tortura y la masacre, y quienes aseguran que los cadáveres, en la mayoría de los casos, no fueron enterrados. Los zopilotes acabaron con ellos y su memoria olvidada al igual que los otros miles de salvadoreños que cayeron en el conflicto armado. Pero como dicen muchos de los excombatientes ahora olvidados por quienes fueron sus comandantes, “prohibido olvidar!”.
No debemos permitirnos olvidar!

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