Cierre de fronteras: chantaje de Trump a estadounidenses y mexicanos
Por Luis Manuel Arce
México no se moverá de su posición de no reprimir y de dar empleo en el sureste a decenas de miles de centroamericanos que lo deseen
El presidente Donald Trump amenaza de nuevo a México con cerrar la frontera y descarga en el gobierno de Andrés Manuel López Obrador la responsabilidad por el creciente flujo de migrantes hacia Estados Unidos.
El chantaje mezcla sentimientos de soberbia y egocentrismo consustanciales a su idiosincrasia, con intereses creados en la realidad de una batalla electoral que libra desde que fue elegido presidente en 2016.
A Trump parece molestarle no solo la posición de López Obrador de que el éxodo migratorio solamente termina si se mejoran las condiciones de vida en los países emisores y que eso se consigue con programas de desarrollo sustentables, sino que México tiene un gobierno diferente a sus intereses.
Cuando se avanza en Suramérica en el desmontaje de una estructura progresista que tomaba mucha fuerza, y logran imponer a un gobierno neofascista como el de Brasil y encarcelar injustamente a Lula, surge en México un gobierno que presumen disonante.
El entorno que sirve de marco a Trump es perfecto para su chantaje: una Suramérica en involución que retoma ideas como la fenecida Alianza para el Progreso, ahora llamada Prosur, para aislar a una Venezuela irreductible contra la que han fracasado todos los intentos de golpe. Un avance económico y social impresionante en China y Rusia -finalmente más cercanas que cuando discrepaban en el pasado-, lo cual constituye un obstáculo para la geoestrategia global de Estados Unidos porque son la alternativa a un neoliberalismo que se agota y cuesta más trabajo exportar.
Por último, un ambiente electoral en Estados Unidos por vez primera permanente que se mantiene desde el mismo momento en que Trump logró la presidencia con un voto popular en contra.
En muy buena medida su política internacional tiene mucho que ver con la situación interna de Estados Unidos y su estrategia para aumentar sus posibilidades de ser reelegido. Esa percepción está implícita en los mensajes de López Obrador al insistir que no se dejará arrastrar por la provocación y no responderá a las diatribas de su vecino.
El mandatario mexicano considera que si Estados Unidos cambiara su régimen electoral con períodos presidenciales de cuatro años y una reelección, por el de seis años sin derecho a reelegirse, probablemente serían diferentes también las proyecciones de la política exterior de ese país e incluso hasta las internas. Es una opinión.
Lo que sí está bastante claro es el vínculo de la amenaza del cierre de la frontera y la política interna, como también lo es la obsesión por la construcción del muro. Ambos son parte del chantaje no solamente a México, sino a la oposición estadounidense.
Si lo desea, mañana Trump puede cerrar las fronteras. Ya se hizo en dos ocasiones, una vez Ronald Reagan en 1985 y otra George W. Bush cuando los ataques a las torres gemelas y las pérdidas económicas para empresarios estadounidenses fueron brutales.
Ningún argumento de Trump para clausurar ahora los pasos fronterizos con México es válido. Ni el de que en febrero cruzaron la frontera 76 mil indocumentados porque es una cifra muy por debajo de los que lo han hecho en lo que va de siglo, ni tampoco el de que México no ha hecho nada para evitarlo.
México no se moverá de su posición de no reprimir y de dar empleo en el sureste a decenas de miles de centroamericanos que lo deseen, ni abandonará los planes de desarrollo económico y social del sur mexicano, Honduras, Guatemala y El Salvador con cuyo financiamiento inicial de 10 mil millones de dólares, paradójicamente, Trump se ha comprometido.
Al margen de esos razonamientos, un cierre de fronteras tiene complicaciones pues tendría que hacerse sin violar los derechos constitucionales de miles de estadounidenses y extranjeros que serán afectados por ejemplo, en la frontera entre El Paso y Ciudad Juárez la más transitada del mundo.
Además, se paralizaría el voluminoso trasiego comercial hacia uno y otro lado, y las ventas diarias en las ciudades fronterizas sobre todo de Estados Unidos como San Diego, California, que ya sufrió una emergencia económica por la ausencia de compradores en el cierre de septiembre de 2001.
Las economías de ambos países están ahora mucho más vinculadas que en la época de Bush cuando el comercio diario era de poco más de 500 millones de dólares diarios y ahora supera los mil 700 millones.
Paralizarlo sería una tragedia de grandes magnitudes. Evidentemente, ese es uno de los factores del chantaje de Trump a sus propios conciudadanos, y no solamente a México.
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