¿En qué país ha vivido Nayib Bukele?
Después de saber que el presidente pidió en su cuenta de Twitter al ministro de la Defensa Nacional, René Monroy, establecer "un cerco sanitario" para que nadie saliera de sus casas y todos los negocios permanecieran cerrados hasta nuevo aviso, me pregunto: ¿en qué país ha vivido el joven Nayib Bukele?
Me llama la atención, primero, el absoluto poder y confianza que le otorga a los militares en un país con una larguísima historia de abusos de autoridad y atropellos, y en segundo lugar, me resulta inverosímil que un hombre tan joven sea incapaz de escuchar.
Según la página oficial de la Presidencia, Nayib Bukele nació el 24 de julio de 1981; es decir, nació después de la primera ofensiva militar que marcó el inició de la guerra civil salvadoreña, y tenía 10 años cuando se firmaron los Acuerdos de Paz.
Si concluyera que esa es la razón de que el presidente desconozca la memoria histórica de El Salvador y el largo camino que hemos recorrido para que él ahora haya sido electo de manera libre y democrática, yo estaría en un error. Porque en las últimas décadas se han producido documentos, libros y documentales escritos y producidos por víctimas y protagonistas de ambos bandos. Además, un político interesado en su país, encontraría incontables formas por medio de las cuales podría enterarse del riesgo que representa otorgar absoluto poder a los cuerpos de seguridad y en especial al Ejército.
En algún momento hasta llegué a pensar que aquellos que le rodean, y que tuvieron activa participación en el proceso de abolición del militarismo, como el vicepresidente Félix Ulloa, la comisionada presidencial Carolina Recinos o María Chichilco estaban ahí para frenarle o advertirle. Lamentablemente, parece que ellos de manera inexplicable sufren de amnesia histórica.
Las noticias sobre ciudadanos salvadoreños detenidos o abusados de manera brutal durante la cuarentena confirman que delegar ese poder a los cuerpos de seguridad es caminar en reversa, hacia el siglo pasado, a los peores años de la represión. Solo en este periodo de emergencia, la Procuraduría para la Defensa de los Derechos Humanos ha reportado más de 350 denuncias vinculadas a detenciones arbitrarias y uso excesivo de la fuerza.
En el discurso gubernamental, y entre los seguidores de Bukele, el uso desmedido de la fuerza se justifica diciendo que es para proteger a la población salvadoreña de morir a causa del Covid-19.
Sucede que en El Salvador una de las peores pandemias que hemos padecido, y por la cual murieron millares de salvadoreños, han sido la desigualdad brutal y el abuso de autoridad de parte de cuerpos policiales y militares. Para esa epidemia no hay mascarillas ni alcohol gel que valgan. Aquí está y aquí sigue, y parece que seguirá.
Mi generación, la que padeció la guerra, sabe de sobra que el autoritarismo, la intolerancia y el irrespeto hacia otros puntos de vista nunca tuvieron un buen desenlace.
Por esta razón, esperaba que un presidente joven adoptara un estilo diferente para gobernar. Simonetta Sommaruga, una de las presidentas que tuvo Suiza, antes de entrar en la política fue una notable pianista educada en el Conservatorio de Lucerna. Para ella, la clave de su éxito para gobernar un país multilingüe, pluriconfesional y multicultural como Suiza, consistía en saber escuchar: “es lo que he aprendido de la música”, dijo en su momento.
Frente a nuestro actual desafío de salud pública quisiera pensar que la juventud del mandatario no representa un obstáculo para pedir asesoría sobre la historia reciente de El Salvador, y que sus medidas o razonamientos para controlar esta epidemia no responden, como señala el padre José María Tojeira, a "la tendencia militar de obedecer ciegamente y a la falta de capacidad de interpretar las normas de moderación y prudencia". De eso ya hemos tenido bastante, presidente.
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